El historiador, ensayista y editor mexicano Enrique Krauze.

Acababan los 90, internet era un concepto cada día más habitual, la literatura soportaba el fin de milenio y Octavio Paz y Enrique Krauze tenían una conversación en algún lugar de México. Se conocieron tiempo atrás, en el marco de la revista Vuelta de Tuerca, y decidieron juntos extrapolar el concepto a un nuevo proyecto. Fue así como nació Letras Libres, bautizada por el Premio Nobel y dirigida desde entonces por Krauze (Ciudad de México, 1947), quien desde el principio mantuvo el sueño de que la publicación fuese un puente entre España y América Latina, concebidas aquí como dos mundos conectados que debieran enriquecerse mutuamente. Y lo ha sido: hoy, cuando celebra su primera década de vida, Letras Libres mantiene con orgullo el significado de su nombre convertida en un catalizador de todas las culturas del lado de allí y del de acá.



En los comienzos, esa vocación de lazo era dificultosa por lo incipiente de internet, pero con la llegada del siglo XXI, recuerda hoy en Madrid su director, en el marco de los actos de aniversario de la criatura, todo lo relativo a la doble edición se hizo más sencillo: "Conseguimos crear una empresa cultural en España con el apoyo de varias empresas españolas", y hasta hoy. Atrás quedan 10 años de literatura y análisis, de una publicación que es un panóptico de ambas regiones del mundo y que festeja su cifra redonda con un número especial y la publicación de dos antologías que reúnen algunos de los mejores textos publicados. La crisis no les achanta: "Nuestro pequeño barco ha podido seguir su travesía porque tiene una planta eficiente. Es modesto, pero ocupa un nicho, y ha querido tener cada vez más incidencia en discutir problemas de toda índole. Por eso tenemos la idea de que podemos hacer frente a otros muchos años".



Pero, entre tantas tempestades -la del papel, la de la lectura, la económica, la ética...- ¿siguen siendo libres las letras? Krauze lo cree firmemente: "Desde un punto de vista intelectual y político, la libertad sigue siendo un valor vigente; desde el práctico, la revista es pequeña...". Y aprovecha la pregunta para restar peso a la crisis en general:



- "Con toda franqueza, con todo lo grave que veo la situación, en España se vive un poco el síndrome del vaso lleno y el vaso vacío. Visto desde los problemas de los países de América, España tiene un capital humano, histórico e institucional que no se sabe apreciar, porque solo apreciamos lo que perdemos. Lo que digo de España lo digo para toda Europa. Sin pecar de optimista ingenuo, creo que las crisis pasan, como pasaron las que hubo antes".



Pero su seguridad no indica conformidad con cómo se están salvando las vicisitudes: "Queremos publicar un número en torno al papel del Estado, sobre hasta qué punto éste debe proveer al individuo. No soy un liberal a ultranza, pero nos hemos acostumbrado en España, México, en los países europeos... a un Estado que ejerce de enorme padre. Eso, desde el punto de vista matemático, no sale. Se requiere una crítica al sector público, a los sindicatos. También en materia de Educación, en la que hay que pensar, más allá de lo que se logra o no en el aula, en nuevos paradigmas".



Y como su revista es puente, Krauze y sus discursos se hacen viaductos y conectan realidades y temas. Por eso de la educación regresa a la literatura, y exige que España recoja, como ha hecho siempre, "la obra de los autores jóvenes y de las generaciones que vienen".



- ¿Qué le parecen esas nuevas voces a alguien lleva tratando con literatos y literaturas desde la juventud?



- "Cada generación tiene sus motivos para ser pesimista y creer que la suya es la del fin del mundo, pero no es así, el mundo se renueva. Al contrario, las generaciones actuales están muy bien tratadas, el señorito satisfecho, que decía Ortega y Gasset. Ha habido una especie de mimo histórico y, cuando eso cambia, llega la indignación. Por supuesto que los indignados sin trabajo pueden enfadarse, pero hay que preguntarse qué salidas puede haber fuera del Estado. Hay una especie de adolescencia fósil que dura hasta los 50 años, mientras que nuestros abuelos y bisabuelos se hacían cargo de sus vidas a los 20. Claro que los gobiernos tienen que actuar con mayor eficacia e imaginación, no cabe duda, pero las sociedades que han sido mimadas en las últimas décadas van a tener que sacar fuerzas de flaqueza y de creatividad. Y dejar de tener una mentalidad de adolescente".



Estas reflexiones espera Krauze abordarlas próximamente en la revista, como abordaron temas tan dispares como el fanatismo religioso, la televisión en España o el terrorismo en Oriente Medio. No obstante, y de vuelta al optimismo, aporta: "Siempre hay voces inquietantes e interesantes. Pero supongo que esta fosilización adolescente, esta postergación, tiene también su consecuencia negativa en la creatividad. La mentalidad dependiente por definición no es creativa, pero tenemos buenos poetas en las dos orillas del Atlántico. No solo en la letra intensa, sino hasta en Twitter, cuyo valor literario se está descubriendo ahora". Y ya que nombra Twitter, no deja de recordar la importancia de internet y las redes sociales en el presente de su publicación, cuyo sitio, www.letraslibres.com, tiene cerca de 50.000 lectores individuales y ya imparte talleres literarios virtuales: "La página nació en 1998 con la revista y entonces pensé que era una extravagancia. La creó mi hijo y en el acto inaugural la cité admitiendo que no entendía nada. Hoy tiene una importancia capital. En cambio, Mario Vargas Llosa me dice que para él no hay revista que valga si no tiene edición en papel. Estamos viviendo esa dualidad, es un cambio muy difícil".



Entre su importante nómina de autores, uno de los sujetos fundamentales en Letras Libres ha sido precisamente Vargas Llosa, que estuvo en la planeación inicial de la publicación y quien, recuerda Krauze, se educó mucho en la lectura de revistas literarias: "Mario siempre ha estado al tanto de lo que hemos hecho", agradece. Será el Premio Nobel quien lo acompañe este viernes (19.30 horas en el Círculo de Bellas Artes) en el otro acto que le ocupa estos días, la presentación de su libro Redentores. Ideas y poder en América Latina (Debate), en el que selecciona una serie de iconos del Sur del continente americano de una forma que, aunque pueda parecerlo, no es arbitraria y que a la vez reivindica para el ámbito hispano el género biográfico.



Son 12 biografías entrelazadas: profetas de la redención (José Martí, Rodó, Vasconcelos, Mariátegui), Eva Perón, el Che Guevara, García Márquez, el propio Vargas Llosa... y, como figura central, como si de una biografía en diagonal se tratase, de nuevo Octavio Paz, su "amigo y maestro", porque "en su vida, en la familiar y en la intelectual, se refleja casi toda la Historia moderna de América Latina". Y de algunos de sus males, especialmente el que alude a la idea de salvación de un personaje a los pueblos: "La salvación no puede ser política, es una idea religiosa", zanja antes de admitir que, con todo, la de Redentores es también su propia biografía. Y concluye:



- Sí, tiene una clave autobiográfica, porque yo también tuve de joven esos sueños de redención social. Lo que ocurre es que muy pronto leí a Octavio paz y él ya venía de un camino de desilusión con respecto a la revolución. Gracias a la lectura de él consideré que el camino para América Latina era la democracia sin adjetivos, no la revolución. Ni una dictadura ni un régimen conservador ni la guerrilla, la solución era esta democracia que, aunque parece insípida, es el mejor sistema que hemos inventado para convivir. Parece obvio, pero es como el aire, que sólo se aprecia cuando se pierde. Al margen de la crisis económica, del paro, de tantos problemas, hay que valorar lo que se tiene y lo que se ha construido. Recordar las guerras y las dictaduras y pensar que solo las guerrillas ya se llevaron decenas de muertos.