Tzvetan Todorov. Foto: Doménec Umbert.

A Goya se le ha acercado un nuevo cómplice en este siglo XXI. Es Tzvetan Todorov, el semiólogo y filósofo francés galardonado en 2008 con el Premio Príncipe de Asturias de Ciencias Sociales, que ahora reivindica la dimensión filosófica y humanista del pintor: "Fue un pensador a la altura de Dostoyevski y Goethe". Nada menos. Su último ensayo, Goya. A la sombra de las luces, es fruto de su "obsesión" por la pintura del artista aragonés. Una aproximación ideológica a su obra pictórica, porque a él no le cabe duda que "tanto si es consciente como si no, un gran artista es un pensador de primera magnitud".



Goya, en su opinión, encarna a la perfección esa dualidad condensada en un pintor: "Las ideas que plasmó en su obra provienen del ámbito de la Ilustración, pero él fue incluso más allá". El pintor desbordó los códigos canónicos del pensamiento ilustrado, con intuiciones cuya vigencia se extiende hasta nuestros días: "Goya no previno la crisis financiera, pero sí las guerras impulsadas por el mesianismo político, que llevan a unos países a invadir a otros para instaurar la libertad y la democracia". Él lo vio con sus propios ojos cuando Napoleón instaló a sus tropas en nuestro suelo y colocó a su hermano José Bonaparte en el trono español. Ninguno de los dos trajo las luces que Goya quería que iluminasen su nación.



Lo que llegó fue la violencia ("la cólera", que diría Pérez-Reverte): el pueblo, arrebatado, hundiendo tijeras (y todo objeto punzante que tenía a mano) en la carne del invasor y éste, al día siguiente, fusilando a los protagonistas del alzamiento. Entre tanta sangre derramada, en nombre de Dioses, patrias y presuntas libertades, Goya desarrolló un escepticismo frente a los grandes ideales, incluido el liberalismo redentor alumbrado en Francia, aunque detrás de ellos sólo hubieran buenas intenciones. Todorov ha intentado penetrar en la cabeza del autor de Los caprichos a través de sus cuadros. Donde los historiadores del arte ven imágenes, colores, técnicas, trazos, texturas, el pensador galo encuentra, por encima de todo lo anterior, ideas. De hecho, uno de los problemas que ha lamentado es "la separación de la historia del arte de la filosofía que se produjo a lo largo del siglo XIX", y que, por tanto, dejó cojeando el estudio de muchos pintores, ya que el plano ideológico era pasado de puntillas.



Ese acercamiento filosófico de Todorov a Goya supone, según José María Ridao (prologuista del libro), algo parecido a lo que "Américo Castro hizo con Cervantes", al que por mucho tiempo se tuvo por una suerte de "ingenuo lego al que el alma de la nación había dictado una obra superior a su talento". Para Ridao, Goya ha sido también menospreciado y para fundamentar una opinión tan arriesgada se remite al propio Ortega y Gasset, que en cierta ocasión calificó al artista de Fuendetodos de simple "ebanista". Es decir, un tipo que mantenía con la pintura una relación elemental o puramente instintiva, sin respaldo intelectual. "No pretendo decir que lo escrito hasta ahora no vale. Yo me he basado en gran parte en estudios previos. Lo que intento es distanciarme y mirar a Goya desde más arriba, en el plano de la ideas, para encuadrarlo en la historia del pensamiento".



Junto a su nuevo ensayo de Goya, Todorov también ha llegado con otro libro bajo el brazo. Es Vivir solos juntos , una compilación de reflexiones sobre la compleja relación que mantiene el ser humano con el otro. El volumen arranca con un retrato de Edward Said, el activista palestino del que fue gran amigo. "Contando su vida he contado también un poco la mía. Es un texto autobiográfico indirectamente", ha explicado. Tras recorrer a diversos autores que desde el siglo XV hasta hoy se han ocupado del asunto (La Rochefoucauld, Constant, Mozart, Stendhal...), Todorov remata su itinerario con un perfil de Goethe, "alguien de quien suscribo muchas fórmulas, porque fue capaz de combinar ideas aparentemente opuestas, un hombre de síntesis".