Image: Valentí Puig

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Letras

Valentí Puig

“Vergés dijo: ‘Usted pide mucho'. Cambiamos de conversación”

27 noviembre, 2008 01:00

Valentí Puig. Imagen: Antonio Moreno

Identificar el ser escritor con la vida caótica, independiente y libre es lo que lleva al adolescente a creer en las novelas, pretender un estilo, ingeniar poemas o suponer que el mundo se conquista en los bares. Dejé de escribir aquellos poemas de juventud al comprobar que no sabía describir en prosa. Comencé unos libros de notas, en 1968. A principios de los ochenta, los releí y caí en la idea no muy original de publicar un dietario. Abarcaba los años setenta y lo titulé Bosc endins porque la última anotación -de matriz volteriana- insistía en que hay que ir cada día hasta el corazón del bosque para luego poder trabajar, con más convicción, en el propio jardín.

Vivía en Palma, daba clases de inglés y escribía artículos de opinión y crítica literaria para “Diario de Mallorca”. Era improbable que un editor de Barcelona pudiera interesarse por el dietario de un desconocido. Medió el pintor Jacint Todó, yerno del editor Josep Vergés, fundador y propietario de la editorial y la revista “Destino”. Fui a Barcelona y, con Todó y el amigo -y pintor- Sebastià Ramis, nos llegamos al caserón de Puntós, en el Ampurdán, donde Vergés pasaba temporadas leyendo las descripciones marinas de Conrad. Para mí, “Destino” era algo fundamental: cada semana durante años había ido a comprar la revista al quiosco de la Plaza Mayor de Palma y mi padre nos leía artículos en voz alta. Vergés era, entre tantas cosas, el editor de las obras completas de Pla, iniciadas con El quadern gris. Vergés, al que después traté más, imponía con su porte adusto de ampurdanés arruinado que ha recuperado la fortuna con voluntad de “self-made man”.

A los postres, dijo que el libro le había gustado. Era propio de él precisar que lo había leído en la antesala del dentista. En aquel instante toqué la membrana del cielo con la palma de la mano. Para publicarlo, me propuso presentarme al premio Josep Pla. Sin pensármelo, respondí que por admiración hacia Pla y mi respeto por lo que era “Destino” no podía presentarme al premio Pla sin la seguridad de ganarlo. Lo que ahora puede parecer un cálculo en realidad era un impulso, la estricta verdad. Vergés dijo: “Usted pide mucho”. Cambiamos de conversación. El regreso a Barcelona fue exultante: lo que importaba no era renunciar de antemano a un posible premio sino haber conocido al editor que más admiraba y que había aprobado aquel Bosc endins. Eso me convertía en escritor. De regreso, paramos en todos los bares y en Palafrugell casi nos detuvo la Guardia Civil. Sólo al cabo de un tiempo supe comprender que Vergés me había ofrecido en bandeja el premio Josep Pla.

Por segunda vez hizo de mediador Jacint Todó. Conocía a Jaume Vallcorba-Plana, editor de Quaderns Crema y luego de Libros del Acantilado. Vallcorba decidió casi de inmediato publicar Bosc endins. Eso fue en 1982. Por sugerencia del amigo Oriol Castanys, si no me equivoco, Valentín Zapatero y Andrés Trapiello lo publicaron en 1985 en Trieste como En el bosque, traducido por un joven llamado Javier Cercas. Mientras tanto, había publicado los relatos de Dones que fumen (1983), también en Quaderns Crema -Mujeres que fuman en Anagrama, al año siguiente. Con el más reciente, el ensayo Moderantismo, llevo escritos unos treinta libros. Volví ver a Vergés a menudo. Me encargó varios libros. Luego vendió la editorial. Una simetría del azar me llevó a ganar el premio Pla en 1998, con L'home de l'abric -El hombre del abrigo- un ensayo sobre Josep Pla, el amigo de Vergés. Esperar lo inesperado durante casi veinte años nunca se me hizo más corto.

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DESDE ENTONCES

Valentí Puig (Palma de Mallorca, 1949), poeta, narrador y ensayista, se ha dedicado al periodismo al tiempo que publicaba ensayos como Materia oscura (1986); Vicios del tiempo (1990); Annus horribilis (1992); Una literatura particular (1997); Cien días del milenio (2001) o La fe de nuestros padres (2008) así como las novelas Complot (1986), Sueño Delta (premio Ramon Llull, 1987), Primera fuga (1997), Maniobras privadas (2002) y La gran rutina (2006), además del libro de relatos Mujeres que fuman (1983).