Image: Fernando Savater: “Escribo para ayudarme a vivir”

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Letras

Fernando Savater: "Escribo para ayudarme a vivir"

26 diciembre, 2003 23:00

Fernando Savater. Foto: Mercedes Rodríguez

Especial: Lo mejor del año

-La primera pregunta es obligada: ¿no es demasiado joven para publicar su autobiografía a los cincuenta y seis años? -Para saber lo joven que es uno debería saber lo que va a vivir. Si Oscar Wilde hubiera escrito su biografía a los 43 años, hubiera sido muy viejo porque murió al año siguiente. Más aún, yo empecé a escribir la mía al mismo tiempo que Mario Onaindía, pero él no la ha podido acabar. Creo que lo importante no es tanto la edad sino tener algo que contar, y hay gente que a los 50 tiene más que contar que otra de 90. -Sí, pero ¿por qué ahora? -Por el capítulo dedicado a mi madre, una carta titulada “Lo que te debo”, en la que explico por qué fue crucial en mi vida. Quise salvarla del olvido, recuperar la memoria de mi madre, evitar perder la mía, y luchar así contra la muerte. -¿La memoria le ha sido fiel al reconstruir su “ridiculum vitae”, como usted lo llama? -Creo que he hecho lo posible por recordar, y que he intentado trascribir fielmente lo vivido, pero la memoria es creativa. -¿Y qué ha preferido olvidar? -Muchísimo, porque las memorias tienen un punto de minuciosidad pretenciosa insoportable. Contarlo todo es insufrible, así que por cada episodio que he escrito, he olvidado diez. Por el bien del lector. -¿Qué ha hecho el tiempo con usted? -El tiempo, como escribió Yourcenar, es un gran escultor que te va esculpiendo, te va dejando los aspectos más vulnerables, lo esencial. Y lo fundamental en él es haber logrado vivir “sin trabajar”, gozar la vida haciendo lo que ama, escribir y hablar. Porque podría renunciar a escribir, pero no a leer, ya que la lectura es “una manera privilegiada de vivir”. Asegura que ha escrito y pensado para vivir mejor, y que todo lo que ha escrito lleva fecha de caducidad. ¿También Mira por donde? -También. No pretendo ser eterno, ni que mis libros duren mil años, sólo escribo para ayudarme a vivir a mí y a los que me rodean. Escribo apegado a lo que sucede en el día, en el mundo o en mi interior, sin prosa heideggeriana incomprensible. -La primera parte del libro trata de su infancia en San Sebastián... ¿qué queda del niño que jugaba en la Concha y compraba tebeos en la librería Paternina? -Queda bastante. Me asombra comprobar que me sigue gustando la mayoría de las cosas de entonces: los libros, los caballos. Conservo además mi pasión por San Sebastián. -Ante el órdago de Ibarretxe sobre la autodeterminación o las conversaciones entre Eguibar y HB para lograr la presidencia del PNV, ¿qué necesita el ciudadano vasco que sueña con la libertad? -Necesita apoyo social. La sociedad la hacemos todos, pero no hay otra manera de defender la libertad que alzar la voz para que nos escuchen y para que recuerden que no pueden obrar impunemente. -La segunda parte analiza la transición: ¿cuál ha sido la mayor sorpresa, a veinticinco años vista, y cuál la mayor decepción? -La mayor sorpresa ha sido que hemos desmentido con hechos la idea de que no estábamos maduros para la democracia, de que éramos un país cainita condenado a una nueva guerra civil. Y la mayor decepción, lo relacionado con la idea de un país unitario, para todos. Existe un cierto pensamiento de izquierdas que prefiere España como amalgama de etnias y no como unidad de ciudadanos. Voy a publicar un libro de reflexiones sobre el tema vasco, titulado El gran fraude, en el que analizo la relación de los intelectuales de izquierdas con la unidad de España y su contribución al mito de que el nacionalismo es más progresista que la de visión unitaria del país. -Escribe que si algo no quisiera parecer nunca es “respetable, en su acepción de prócer estreñido y sermoneador” ¿Lo ha conseguido? -Je, je, creo que no soy muy respetable. Chica, aunque hay gente que me tiene admiración y me lee, me horrorizaría serlo.