Image: Media vida

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Letras

Media vida

V.S. Naipaul

30 enero, 2003 01:00

V.S. Naipaul, por Gusi Bejer

Traducción de Flora Casas. Areté. Barcelona, 2003. 236 páginas, 18 euros

Aunque Naipaul proteste, como es de rigor, que su libro es pura invención y que "no es exacto en cuanto a los países, épocas ni situaciones que aparentemente describe", resulta evidente el trasfondo autobiográfico

La crítica inglesa ha saludado esta última novela del premio Nobel V. S. Naipaul como una miniatura de toda su trayectoria narrativa, y no faltan argumentos para justificar semejante elogio. Basta, por caso, con remontarse a la primera obra del escritor de Trinidad, El sanador místico, que data de 1957 y fue traducida muy recientemente al español, para encontrar concomitancias y constantes, lo mismo que sucede con su éxito de 1961, Una casa para Mr. Bisvas. Si en esta última la figura del padre lo llena todo, como también sucede ahora, de los comienzos novelísticos de Naipaul procede un tema cervantino que vertebra la "media vida" de Willie Chandron: el poder de la palabra y la escritura para incidir en la existencia humana, e incluso cambiar el curso de los destinos individuales. En El sanador místico, la desabrida esposa del protagonista tan sólo se le entrega al verlo en letra impresa, del mismo modo que aquí Willie Chandron, cuando era la hora obligada de regresar a su India natal, abandona Londres en compañía de una lusoafricana que se enamora de él gracias a la publicación de su primer y único libro de relatos. Pero antes, igualmente, su padre se había convertido en un brahmán famoso tras un encuentro fortuito con Somerset Maugham, de donde surgirá la especie de que había sido la fuente espiritual del escritor inglés para la redacción de su obra El filo de la navaja. Por ello Willie lleva como segundo nombre el de Somerset, que en su caso actúa como el estigma de su personalidad indefinida, alienada por la colonización.

Aunque pasado el tiempo el protagonista acabe considerándose igual a su padre, su primera actitud ante él es de rechazo y desprecio. Su adhesión a las actitudes resistentes y pacíficas del mahatma Gandhi, que le habían llevado a quemar en el patio de la Universidad ejemplares de los clásicos ingleses antes de empezar una huelga de silencio, es valorada por su hijo como la conducta de un holgazán farsante. Y en la biografía paterna a la que se dedica la primera parte de Media vida hay mucho del relato picaresco que encontrábamos también en El sanador místico, incluido un motivo muy grato a nuestros autores del género, la denigración del linaje propio por parte del protagonista.

Nada extraño, pues, que éste sea asimismo el relato de un aprendizaje, una suerte de bildungsroman marcado por el contexto colonial en el que se desenvuelve el protagonista, cuyo padre ha enfeudado además la dignidad de la familia contrayendo matrimonio con mujer de una casta proscrita. Willie reacciona asimilando compulsivamente todo lo occidental en la asram, la escuela misionera en la que se forma, hasta el extremo de que sus primeros éxitos como guionista de la BBC para los programas dirigidos a la Commonwelth vienen de su adopción de una perspectiva singular: la de "Indio cristiano". Porque después de la parte ambientada en India, la novela nos presenta al protagonista en el Londres de los años 50, conforme a lo que fue la propia experiencia de Naipaul. Allí se le enciende a Willie Chandron la luz (efímera) de su maduración personal y de su acomodo a la sociedad en la que vive: tiene que recrearse como impostura, "rehacerse a sí mismo, a su pasado y su linaje" (pág. 69) para sobrevivir en un mundo donde todos, cada uno a su modo, actuaban. El colmo de la superchería se alcanza cuando Ana, la que luego será su mujer, se pone en contacto epistolar con él, totalmente identificada con la perspectiva mestiza de su libro recién publicado, pese a que según el propio Willie los relatos indios en los que ella había visto aspectos genuinos de sus raíces africanas "los había sacado de antiguas películas de Hollywood y de la trilogía de Rusia de Máximo Gorki" (pág. 135).

Aunque Naipaul proteste, como es de rigor, que su libro es pura invención y que "no es exacto en cuanto a los países, épocas ni situaciones que aparentemente describe", resulta tan evidente el trasfondo autobiográfico como que la parte tercera y más extensa se desarrolla en Mozambique, en un periodo que va desde los primeros años 60 hasta la guerra civil posterior a la independencia de Portugal. Allí llega Willie totalmente alienado ya, convertido en "el hombre londinense de Ana" (pág. 155) y a punto de perder el inglés como ya había perdido su lengua materna; desprovisto, pues, de "ningún don para expresarse", y resignado a arrastrar su existencia amputada. La novela se enriquece así con la descripción de otra sociedad colonial, y con un rosario de personajes magníficamente dibujados desde la visión del protagonista, que vienen a completar el repertorio previo, no menos fascinante, de Oxford y Londres.