Image: La vida de Lazarillo de Tormes

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Letras

La vida de Lazarillo de Tormes

Anónimo

27 marzo, 2002 01:00

El joven mendigo, de Bartolomé Murillo

Edición de Aldo Ruffinatto. Castalia. Madrid, 2001. 261 páginas, 7’50 euros

Las tres primeras ediciones conocidas de La vida de Lazarillo de Tormes, y de sus fortunas y adversidades datan de 1554 y fueron impresas respectivamente por Juan de Junta en Burgos, por Martín Nucio en Amberes y por Salcedo en Alcalá. Su popularidad se extendió más allá de España y fue traducido al francés (1560), al inglés (1576), al holandés (1579), al alemán (1617) y al italiano (1622).

Si la recepción del Lazarillo de Tormes fue extraordinaria desde un principio -sólo la ensombrecieron unos decenios las trabas inquisitoriales-, la que ha logrado en tiempos modernos es deslumbradora.

La crítica académica lo considera iniciador de un género literario de extraordinaria originalidad, se le han dedicado centenares de estudios, y no hay colección de clásicos en que no se incluya este maduro e inquietante fruto de nuestro Humanismo renacentista. A partir de 1900 cuenta con 33 ediciones científicas -nueve de ellas críticas-, e infinidad de otras meramente divulgatorias. La que acaba de ofrecernos A. Ruffinatto se suma al catálogo de las mejores, y supone una sólida contribución del hispanismo italiano al estudio y disfrute de la piedra angular de nuestra novela picaresca.

El catedrático turinés ha fijado satisfactoriamente el texto, basándose en los principios ecdóticos expuestos en su libro Las dos caras del "Lazarillo". Texto y mensaje (Castalia, 2000). Su aparato de variantes es esencialista y funcional, e incluye las dos interpolaciones de Alcalá de Henares-1554, tan interesantes pese a su más que dudosa autenticidad. La elección de Amberes-1554 como texto base desde perspectivas grafemáticas me parece muy convincente, y desde luego superior a los pastiches combinatorios de otras ediciones eclécticas. Tratándose de un texto tan sobrecargado de bibliografía como éste, las notas a pie de página son generosas de espacio y prietas de información. El libro está al día en punto a apoyaturas eruditas, conociendo los trabajos más recientes sobre el texto que publica.

La Introducción se estructura en seis capítulos, que resumen la problemática esencial de la obra. El primero es una especie de proclamación general de principios: Es verdad que la historia y la literatura tienen vectores que se entrecruzan, y que su objetividad/ficcionalidad es difícilmente precisable. También es cierto que el carácter "realista" de la novela picaresca sólo puede admitirse con muchas matizaciones, y que es preciso buscar lo histórico en el propio texto literario, y no embutir por la fuerza a éste en corsés apriorísticos. Todo consiste en descifrar los signos de la historia que se encuentran codificados en el texto. En cualquier caso, el Lazarillo está escrito en coordenadas de espacio y tiempo -entre ellas las personales del autor- que no pueden ignorarse sin ignorarlo. Tampoco aquí se puede caer en la trampa de las humanidades deshumanizadas.

Ruffinatto estudia bien lo referente a las primeras ediciones del libro, admitiendo la hipótesis de "un cierto número" de impresos previos, de los que derivarían las cuatro ediciones de 1554. Yo no descartaría, sin embargo, de forma definitiva la existencia de manuscritos primitivos (tal vez borradores), teniendo en cuenta las prácticas de la época. Me parece muy acertado todo lo relativo a la autoría de la novela, incluyendo la recomendación de atender más al texto que al "extratexto". El testimonio de fray José de Sigöenza cuando dice en 1605 que fray Juan Ortega "hizo aquel librillo que anda por ahí, llamado Lazarillo de Tormes", cuyo borrador se halló en su celda, "de su propia mano escrito", sigue dando que pensar. Por lo demás, la visión del trasfondo ideológico de la novelita como resultado de múltiples fecundaciones -erasmista, iluminista, conversa o "librepensadora"- es pragmática y razonable. Muy atractiva es la teoría sobre "el caso", con el deslizamiento desde la anécdota escabrosa a la autobiografía exculpatoria de Lázaro e inculpatoria del arcipreste de San Salvador, con un "Vuestra Merced" que sonríe maligno sobre las bambalinas.

Como se ve, todas estas cuestiones son importantes para comprender la revolucionaria novelita aparecida en 1554. Para mí, sin embargo, lo más innovador de esta Introducción está en el capítulo que estudia "la parodia como dimensión del texto". Me convence cuanto se dice sobre la trascendencia sígnica de la carga paródica, la pulcra distinción entre la palabra del autor, la del narrador y la "ajena", las cuales, entrecruzándose dialécticamente, generan conflictos y complicidades que sólo una "inteligencia advertida" descubre tras el telón cuasi-tea-tral, casi siempre engañador, de lo que declara la literalidad de los diálogos. Al final acaba conmoviéndonos el infortunio de un Lázaro que se desquita de su marginalismo original explotando el reverso de los signos, subvirtiendo por degradación burlesca los valores convenidos, y proclamando con su epistula obscuri viri (A. Marasso) una nueva axiología, ajena a las creencias canonizadas por los privilegiados de la España del momento.