Image: Wittgenstein, en el principio no fue el verbo...

Image: Wittgenstein, en el principio no fue el verbo...

Letras

Wittgenstein, en el principio no fue el verbo...

25 abril, 2001 02:00

Ludwig junto a su hermano Paul en 1909

Pensemos en una situación a todas luces comprometida: cómo explicarle a alguien extraordinariamente ajeno -un marciano- el juego del ajedrez. Si tal fuera el caso, deberíamos inculcar en tan curioso aprendiz al menos una distinción fundamental; a saber, que ese juego se rige por dos tipos de reglas. Uno de ellos está formado por reglas que se refieren a entidades abstractas como "el Rey", "la Torre", etc. e indican cuáles y cómo son sus movimientos y sus fines. El otro tipo que deberíamos enseñar a nuestro ajedrecista en ciernes ya no es el de las reglas que regulan el juego, sino aquellas que estipulan directamente ciertas acciones a los jugadores cuando al duelo de hecho se aplican: quién mueve primero, que cada jugador debe mover ficha alternativamente... Con todo, es probable que nuestro marciano no entendiera absolutamente nada aun a pesar de nuestras distinciones.

Pues nuestro paciente y extraño aprendiz para comprender algo en absoluto de ese particular y endiablado lenguaje que es el ajedrez debería poseer algo no por sencillo menos oculto, si bien no por ello menos a la vista: el concepto de "juego de tablero". Es más, debería estar familiarizado con un sinfín de prácticas de las cuales ese juego de tablero está investido y que, en el límite, lo hacen comprensible. No cabe duda de que esas prácticas provienen de una matriz cultural que incluye mucho de nuestra historia; una historia que habla de castillos, de incesantes guerras entre reyes... del afán de guerrear, luchar y matar, es decir: vencer en la guerra al enemigo, ahora en el juego al adversario. A ese fondo -no agotado por los dos tipos de reglas antes señaladas que bien podríamos llamar sintácticas y pragmáticas- es a lo que Wittgenstein se refirió con el término forma de vida. El lenguaje es una forma de vida y reposa en formas de vida. Todo lenguaje: ya sea el común en nuestras conversaciones o algún particular juego de lenguaje.

Haber traído aquí el ajedrez no es azaroso. Si a partir de 1930 Wittgenstein comparó los sistemas axiomáticos con el ajedrez fue para criticar desde la raíz las presuposiciones filosóficas de los formalistas que consideraban la aritmética como un juego con símbolos matemáticos. A partir de 1932 Wittgenstein extendió la analogía del juego al lenguaje en general, y así rezar, contar una historia, dar cuenta de un experimento con tablas y diagramas, establecer las formas del cortejo amoroso, etc. no son sino diversos juegos de lenguaje. Las nociones de forma de vida y de juego de lenguaje señalan el vuelco profundo que Wittgenstein operó en el entendimiento de lo lingüístico y sus mecanismos de significación. Tanto una como otra subrayan que el lenguaje es una actividad, ponen de manifiesto que los hombres hacen algo cuando dicen, al par que el mero decir es ininteligible si no se considera lo que hacen al tiempo que dicen.

Ahora bien, tal hacer es de muy diversa estirpe. En principio consideremos que al preguntar, al afirmar conocer esto o aquello, obedecer una orden u otras tantas cosas, lo hacemos de una forma regular. Quiere decirse que seguimos las maneras en que nos enseñaron a hacerlo y de que respetemos éstas y los contextos oportunos depende que los otros nos entiendan, que hagan lo que pretendemos, en definitiva, que nuestros enunciados en cuanto acciones sean exitosos. Luego el lenguaje es un hacer, cuando menos, en tanto es una actividad consistente en seguir reglas de uso de las expresiones. Pero no sólo: Wittgenstein subraya una y otra vez que en el principio no era el verbo sino la acción, que el lenguaje no ha surgido de un razonamiento y que de la misma manera que el gato no sabe que la rata existe el niño no sabe que la leche existe, sino que la reclama, la bebe y se deleita con ella. Asociado a ese no saber, pero en conexión con esa pluralidad de acciones, aprende a usar ciertas expresiones lingüísticas.

De forma tal que, sea éste un ejemplo, cuando aprendemos el lenguaje que trata del dolor, no es que a partir de ese momento estemos describiendo unas sensaciones -que serían el significado de esas expresiones- sino que hemos aprendido una nueva manera de actuar, de comportarnos con el dolor. El lenguaje, en este caso el del dolor, es así entendido como una prolongación refinadamente substitutiva de conductas como gritar, palparse la zona dolorida, etc. Y el lenguaje en general se concibe no sólo como un conjunto de prácticas aprendidas comunitariamente sino, también, como la prolongación refinada de un conjunto de conductas prelingüísticas -concebidas como prototipos de formas de pensar- que son en parte comunes a la especie. Esa es la razón por la cual si un león pudiera hablar, afirma Wittgenstein, no por ello lo entenderíamos.

Encontramos de nuevo, bajo otra modalidad, la noción de forma de vida. Pues al afirmar Wittgenstein que el lenguaje es una forma de vida y reposa sobre formas de vida, utiliza tal expresión de manera no unívoca: el lenguaje es una forma de vida en tanto cada juego de lenguaje -investigar, discutir o rezar- es, como conjunto de prácticas regladas, una de las formas que nuestra vida adopta; por otra parte, el lenguaje reposa sobre formas de vida por lo menos en dos aspectos: el sentido de los juegos de lenguaje -como en el caso del marciano ajedrecista- depende de algo variable e historiable, de una forma de vida entendida en tanto way of life; pero también depende su sentido de algo fijo e invariable, de una forma de vida de la especie, como es el elenco de conductas prelingöísticas primitivas, de reacciones, de las cuales el lenguaje es una prolongación refinada que nos permite una innúmera variedad de sofisticadas discriminaciones.

Fue el parecer de Wittgenstein que el lenguaje puede ser avistado como si de una gran ciudad se tratara: ésta, también su planimetría, muestra que hay un centro antiguo de trazado irregular, abigarrado e intrincado si bien -a través de leves transiciones o determinaciones precisas- adquiere la forma de pulcras y netas geometrías cuyo trazado revela una reglamentación estricta del espacio sujeta a un plan de quien la urbanizó. El lenguaje común de una comunidad puede ser analogado con esos centros históricos plagados de penumbra, callejuelas y cul-de-sac; las teorías científicas con esas zonas de estricto trazado que suelen ser periféricas. Pero lo importante es que no hay una discontinuidad, un salto radical en el vacío de una zona a otra de la ciudad, de una parte a otra del lenguaje.

Semejante punto de vista supuso un severo giro en la concepción del lenguaje, incluso de la que mantuvo el propio Wittgenstein en la época de juventud en la que escribió su Tractatus. Porque esa analogía instaura el punto de vista de que el lenguaje que espontáneamente hablamos, como un todo, está bien como está, que no es preciso reformarlo, o adecuarlo en su práctica o en su entendimiento, al supuesto privilegio de los mecanismos de significación del lenguaje científico o de la lógica formal. El ámbito todo del sentido mora en ese piélago de prácticas lingüísticas diversas, y las ciencias no son más que juegos de lenguaje particulares que no pueden ser articulados y practicados sino es desde el todo de la experiencia lingüística de la que todos somos arte y parte. No obstante, al igual que la cartografía de las ciudades es de suma utilidad para orientarnos, también nos es precisa una representación sinóptica de la multiplicidad de usos y peculiaridades de los diferentes tipos de expresiones, más allá de su uniformidad aparente. En especial cuando por sus zonas oscuras e intrincadas, propicias a la celada y al engaño, nos extraviamos y confundimos conceptualmente.

El parecer de Wittgenstein fue que obtener tal representación, por medio del análisis incesante e inmanente del lenguaje, es tarea de la filosofía. Debería así expiar su propia culpa, pues una de las mayores fuentes de enredo conceptual ha correspondido a la propia tradición filosófica, empeñada en arrancar el lenguaje de su suelo natal.

Biografía

1889. El 26 de abril nace en Viena Ludwig Josef Johann Wittgenstein, octavo y último hijo de una familia de gran fortuna.
1903-1906. Recibe la educación secundaria en Linz. En 1904 su hermano Rudolf se suicida.
1906-1907. Estudia en la Escuela Técnica Superior de Berlín-Charlottenburg.
1908-1911. Se inscribe en el Colegio Tecnológico de Manchester. En 1910 publica con Whitehead los Principia Mathematica.
1911. Frege le aconseja seguir en Cambridge las clases de Russell, a quien conoce el 18 de octubre.
1912. Wittgenstein es admitido en el Trinity College. Sigue los cursos de Russell y de Moore, se encuentra con Whitehead y traba amistad con J.-M. Keynes.
1913. El padre de Wittgenstein muere el 20 de enero y hereda una inmensa fortuna. Dona parte de sus bienes para ayudar a artistas y escritores como Rilke, Tralk, Kokoscha y Loos. Las Notas sobre la lógica datan de esta época.
1914. En vísperas de la guerra, el 7 de agosto, se presenta voluntario. Comienza a dirigir un periódico, el "Tagesböcher".
1915. A petición propia es enviado al frente.
1916-18. Tras pasar por Galitzia, los Cárpatos y el frente sur, regresa a Viena y termina el manuscrito de Tractatus. De vuelta al frente es hecho prisionero en Trento.
1919. Permanece cautivo ocho meses en Montecasino. Una vez libre vuelve a Austria.
1920. Ejerce como maestro en distintos pueblos de la Baja Austria.
1921. Publica Logisch-Philosophischen, dentro del primer volumen de los Anales de la Filosofía Natural editados por Wilheim Ostwald.
1922. Publicación, en traducción inglesa, del Tractatus logico-philosophicus. En agosto se enfada con Russell.
1923-1926. Frank Ramsey le visita en Austria. Juntos realizan correcciones en el Tractatus. La edición de 1933 estará completa. En diciembre de 1924, Moritz Schlick, fundador del Círculo de Viena, le pide que le vaya a ver.
1927. Conoce a Schlick, Wiasmann y Carnap.
1929. Vuelve a Cambridge. El Tractatus es aceptado como tesis doctoral y Wittgenstein obtiene el título de Doctor.
1930-35. Comienza a recopilar el material de la Gramática filosófica. Durante el verano de 1931, escribe parte de Remarques sur le Rameau d'Or de Frazer. Comienza las Philosophische Untersuchungen (Investigaciones filosóficas).
1935. Viaja a la Unión Soviética.
1936-37. Viaje a Irlanda. Vuelve a Noruega, donde trabaja en las Investigaciones filosóficas. Ante los acontecimientos que tienen lugar en Alemania decide cambiar su nacionalidad.
1939-1940. Nombrado profesor en Cambridge, adquiere la nacionalidad británica y se establece en los Estados Unidos.
1941-1944. En noviembre, colabora en los servicios de sanidad en el Guy's Hospital de Londres y después en Newcastle en un laboratorio. En octubre de 1944 vuelve a Cambridge, donde tendrá como estudiantes a Anscombe, Murdoch, Toulmin,etc. Comienza Bemerkungen öber die Philosophie des Psychologie (Observaciones sobre la filosofía de la psicología).
1949-1959. Wittgenstein vuelve a Dublín. Su trabajo de esta época aparece en 1982 con el título Letzte Schriften öber die Philosophie der Psychologie (últimos escritos sobre la filosofía de la psicología). Descubre que tiene cáncer.
1951. De vuelta en Inglaterra, Wittgenstein escribe su testamento. Designa a Rhees como albacea y encarga a sus amigos Anscombe, Rush Rhees y G.H. von Wright que se ocupen de sus escritos póstumos. El 8 de febrero se instala en casa de su médico, el Doctor Bevan, en Cambridge. Todavía trabaja en dos manuscritos, una parte de los cuales aparecerá como Bemerkungen öber die Farben (Observaciones sobre los colores) en 1977. Redacta lo esencial de las observaciones que compondrán öber Gewissheit (Sobre la certeza), obra que aparecerá en 1970.
28 de abril de 1951. Wittgenstein pierde la conciencia. Muere a la mañana siguiente, el 29. Es enterrado el 1 de mayo en el cementerio de Saint Giles.