Image: Jorge Guillén, poeta del mediodía

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Letras

Jorge Guillén, poeta del mediodía

Los Alucinados

2 enero, 2000 01:00

Jorge Guillón. Dibujo de Grau Santos

El proyecto magno y precoz de Jorge Guillén es crear o recrear en verso un mundo perfecto, bien hecho, un universo solar, libre del socrático demonio del mediodía, en el que Goethe creía, pero él no. Cántico.

Sin duda, un proyecto de juventud, que le daría su gran libro intangible, pero un proyecto arriesgado, como todo lo joven, porque luego viene el arrabal de senectud, se ven las cosas de otra forma, o las cosas nos ven de otra forma a nosotros, y hay que terminar la obra e ir pensando en otra, porque, afortunadamente, el poeta suele tener más biografía que bibliografía. Así es como Guillén cae en Maremágnum y luego encuentra la Historia como sustitución de su Presente mayúsculo y con mayúscula. La Historia -Homenaje- también es un presente inamovible, una perfección para siempre, un planeta muerto, pero vivo, donde el tiempo ya lo ha dispuesto todo simétricamente para que el poeta lo pueda cantar.

Adolescente, un día de mi santo, con veinte duros que me dió mi madre, me compré el tomo definitivo de Cántico, en una librería vieja y progre de Valladolid, un libro que sería fundante de mi vida.

-Mejor te habías comprado una corbata -dijo mi madre cuando vió el libro.
Cómo explicarle que aquel tomo iba a ser mucho más provechoso en mi vida y obra que una corbata para los domingos.

Cántico lo leía siempre y muy pronto empecé a dar conferencias sobre Guillén en los colegios mayores de Valladolid. Para mí, las premisas de Guillén en esta obra magna son perfección, plenitud y presente. El poeta sólo canta las cosas perfectas, sólo las canta en su momento de plenitud y sólo las canta en su presente (JG siempre escribe en presente, es un poeta sin nostalgia).

Tiempo más tarde llegaba él a Valladolid, casi de incógnito (era un exiliado político o poético, no sé), y fuimos a conocerle, a casa de su familia, otro amigo con inquietudes y yo. Estaba un poco americanizado de semblante -gafas sin montura, dientes escandalosamente perfectos-, pero unos calcetines marrones y lasos dejaban ver la canilla blanca de viejo. Yo hubiera querido a mi poeta perfecto en su mundo de perfecciones. Mi amigo y yo no sabíamos qué preguntarle a JG ( se lo hubiéramos preguntado todo), pero él nos facilitó la entrevista interesándose por los nuevos poetas vallisoletanos, las revistas, etc. Me firmó el gran tomo y nos fuimos.

Quiérase o no, el demonio del mediodía se me aparecía siempre, vagando yo por la ciudad, que es o era un gran pajar de luz castellana, y caminaba por las calles recitando poemas de JG a media voz, como esos locos que hablan solos. Comprendí mejor Valladolid mediante aquellos versos y comprendí que Valladolid era el Universo. Casi de niño había leído el primer Cántico en la Biblioteca Municipal mareándome de metáforas como ésta, "óperas de incógnito". Porque el primer Guillén todavía metaforeaba.

Después, en afán de precisión, cambiaría la metáfora por lo que yo llamo "silogismo lírico". Así, "frescor hacia forma". El manantial, claro. pero no comparado con una muchacha ni nada de eso, sino explicado. La irrupción del agua fresca va tomando forma comprobable, quizá forma humana, después de todo, un brazo, una pierna.

Cuando ya era yo un profesional, Guillén me escribía desde cualquier sitio del mundo, Estados Unidos, Roma o Málaga. "Lo leo a usted a diario, es usted un poeta, aunque se disfrace de otra cosa". Yo le contestaba siempre con emoción. Por su hijo Claudio, ese enorme ensayista, supe que una vez había dicho: "No se puede al mismo tiempo juzgar y jugar, que es lo que hace Umbral". Le hubiera respondido -ya había muerto-, "usted, con esa aliteración, jugar/juzgar, está incurriendo en lo mismo que me critica, aparte de que todo juicio ha de ser irónico, y por tanto juguetón. Y todo juego encierra una parodia de juicio". El demonio del mediodía, ya más guilleniano que socrático, seguía iluminando mi escritura puntualmente. Le visité en una ciudad mediterránea, le vi en una película, escayolado, y ahora lo leo de vez en cuando, sobre todo en Cántico, con un placer de doble filo: el deslumbramiento de los versos y la acedía del tiempo, ese zumo de la muerte que él quiso negar, e hizo bien. Tenía la cabeza fina, un poco pequeña, que le había observado Aleixandre una vez. (Pequeña para su buena estatura). Carlos Bousoño considera que Guillén y Salinas pertenecen más a Juan Ramón que al 27.

Lorca le pedía consejos para ser él también un poeta formal, ya lo hemos contado aquí. Yo vivía aquejado del afán absoluto del joven: una poesía absolutamente pura: "Cima de la delicia, todo en el aire es pájaro". Luego comprende uno que no va para poeta puro, sino para prosista impuro.

El exilio le internacionalizó. Los falangistas le habían echado de España. Era un liberal agnóstico y culto, un profesor que aún venía un poco del institucionismo. Aunque le opinaban de Valéry, yo le he encontrado siempre más bien americanizado.
-Me encanta Valle-Inclán porque no le duele España.

Puede ser una burla de Primo de Rivera, de Unamuno, del 98, quién sabe. Sin la guerra civil, el 27 habría sido una generación de burgueses liberales e inspirados, fabulosos poetas y peatones muy urbanos. La guerra les volvió a todos alucinados y malditos. Hay un momento de éxodo en que Guillén (nunca llanto) se refugia en el ensayismo: San Juan, la poesía española. A Juan Ramón le gustaba mucho la prosa de Guillén. Y aquí Juan Ramón ya principia a ser sospechoso, como siempre. Pasada una vida, pasado yo, todavía salgo algunos mediodías a mi jardín y paseo entre los pinos diciéndome en voz alta versos de Guillén. "Cuando el agua duramente verde niega sus peces". Ah el origen gongorino y surrealista, maestro. "Cuando el espacio sin perfil resume con una nube su vasta indecisión a la deriva, ¿dónde la orilla?".