Publicada
Actualizada

Tras la exhumación de Francisco Franco en 2019 y la de José Antonio Primo de Rivera en 2023, la carrera hacia la resignificación definitiva del Valle de los Caídos —que desde 2022 se llama oficialmente Valle de Cuelgamuros— se ha acelerado con la elección del proyecto ganador para transformar el monumento en un lugar de memoria histórica.

Titulado La base y la cruz y elegido por unanimidad del jurado la semana pasada, el proyecto ha encendido nuevamente el debate entre historiadores sobre la pertinencia de transformar el monumento franquista más emblemático de España.

Apenas quedan historiadores especializados en el franquismo que defiendan la permanencia del monumento tal y como Franco lo concibió. Stanley G. Payne, siempre benévolo con el bando sublevado en sus libros, opinaba en 2019 que el Valle de los Caídos se había convertido en "un símbolo de todo lo opuesto" a la reconciliación. "En el siglo XXI, con el surgimiento de la nueva izquierda, la de Zapatero, de Sánchez, de Podemos, han convertido el Valle de los Caídos en un símbolo de lucha, de sectarismo", decía.

Otros historiadores como Luis Suárez Fernández, vinculado a la Fundación Francisco Franco, y Alfonso Bullón de Mendoza, presidente de la Asociación Católica de Propagandistas, han defendido el Valle de los Caídos desde una perspectiva católica y conservadora.

Pero lo más habitual es que los historiadores se inclinen, como mínimo, por una resignificación, aunque otros no verían con malos ojos, como veremos, incluso su demolición.

Maqueta del proyecto ganador, 'La base y la cruz'. Foto: Rodrigo Jiménez/EFE

En cuanto al proyecto que finalmente se llevará a cabo, los historiadores consultados por El Cultural no alcanzan el consenso: mientras algunos ven un "acierto" en la reforma, otros la califican de "patochada" que perpetuará la simbología franquista.

La historia del monumento

Antes de analizar el futuro del valle, es imprescindible entender su pasado. El conjunto monumental fue concebido en 1940 por el dictador Francisco Franco como el mayor símbolo de su victoria en la Guerra Civil (1936-1939). La construcción, que se prolongó durante casi dos décadas, fue inaugurada por Franco el 1 de abril de 1959, convirtiéndose en uno de los mayores exponentes de la arquitectura franquista.

El proyecto arquitectónico, diseñado por Pedro Muguruza y Diego Méndez, albergaba una basílica subterránea excavada en la roca —una de las más grandes del mundo—, una abadía y, como símbolo absoluto, una cruz de 150 metros de altura, la más alta del planeta.

Este conjunto no era simplemente un lugar de culto, sino una máquina propagandística concebida para glorificar la "victoria" franquista. La basílica alberga los restos de más de 33.000 combatientes de ambos bandos de la Guerra Civil, convertida así en lo que se ha denominado "la mayor fosa común de España". Franco permanecería enterrado allí hasta 2019, cuando sus restos fueron exhumados en cumplimiento de la Ley de Memoria Histórica.

El historiador César Rina Simón es profesor de Historia Contemporánea en la UNED y autor del libro El cielo está con nosotros Los imaginarios franquistas y la religiosidad popular, 1936-1949 (Marcial Pons).

Rina destaca la verdadera dimensión propagandística del monumento: "Se trata del monumento en recuerdo de la victoria del régimen franquista más importante de los que se hicieron en las cuatro décadas de dictadura. Es un monumento simbólico, es la imagen propagandística de la dictadura. Condensa en sus formas, paredes, funciones y nichos toda la narrativa del franquismo".

Por ese motivo, Rina opina que el Valle de los Caídos no puede ser tratado como "un edificio funcional al que se le puedan cambiar sus atribuciones simplemente cambiando su uso, como ocurre con ministerios u otros edificios que aún hoy vemos en Alemania o Italia".

El proyecto elegido

El 11 de noviembre, tras un concurso internacional convocado en aplicación de la Ley de Memoria Democrática de 2022, fue seleccionado el proyecto La base y la cruz, de los estudios Pereda Pérez Arquitectos (Pamplona) y Lignum S. L. (A Coruña).

El jurado, que incluyó al arquitecto de renombre internacional David Chipperfield (ganador del Pritzker en 2023), a la artista Cristina Iglesias, a representantes del Gobierno y a un representante de la Iglesia católica, eligió la propuesta por unanimidad, reconociendo que "es la que con mayor coherencia arquitectónica responde a los requisitos establecidos en las bases del concurso".

Vista de la maqueta del proyecto 'La base y la cruz', donde puede apreciarse el vestíbulo circular a cielo abierto. Foto: Rodrigo Jiménez/EFE

El proyecto prevé demoler la escalinata de acceso a la basílica —uno de los elementos más prominentes del diseño original— y se creará un centro de interpretación que explique "cómo, por qué y quién construyó el mausoleo que Franco ideó".

Un elemento novedoso será la creación de un gran vestíbulo circular de 40 metros de diámetro con el techo abierto al cielo. Iñaqui Carnicero, secretario general de Agenda Urbana, Vivienda y Arquitectura y presidente del jurado, lo describió como "un lugar de encuentro que invite al diálogo y a una visión más plural y democrática".

La cruz se queda

Sin embargo, la cruz de 150 metros permanecerá en su lugar. El concurso consideró este elemento fundamental para recordar el origen franquista del monumento. Asimismo, la basílica seguirá destinada al culto religioso, manteniéndose los espacios y símbolos religiosos en su interior, en línea con los acuerdos alcanzados entre el Gobierno y la Iglesia católica. Las intervenciones en el interior serán mínimas, y existirá un acceso directo e independiente para las actividades de culto.

Con un presupuesto de 30,5 millones de euros (26 aproximadamente para la construcción y 4 en honorarios para el equipo ganador y los finalistas), las obras comenzarían hacia 2027 con un plazo de ejecución estimado en cuatro años.

Mapa horizontal del complejo del Valle de los Caídos, donde se llevará a cabo la resignificación. E.E.

La preservación de elementos tan icónicos como la cruz monumental y el mantenimiento de la funcionalidad religiosa del espacio ha generado posiciones opuestas entre los historiadores consultados.

Antonio López Vega, profesor de Historia Contemporánea en la Universidad Complutense de Madrid y autor de una espléndida biografía de Gregorio Marañón, ha publicado y reflexionado en artículos académicos y de prensa sobre el franquismo y las políticas públicas sobre la memoria histórica. Él ve la resignificación de Cuelgamuros como una iniciativa valiente y necesaria. En su opinión, el proyecto ganador es "un acierto" porque "se ha conciliado el interés arquitectónico con los requisitos imprescindibles de memoria democrática".

Para este historiador, sacar al dictador de la basílica también fue un acierto porque "suponía una anomalía cívica para cualquier democracia que siguiera enterrado allí de manera glorificada medio siglo después de su muerte".

López Vega subraya que el urbanismo es "pedagogía de la piedra" y que el proyecto "permite entender la significación del drama fratricida en la historia del país". Según su perspectiva, para que la resignificación sea exitosa, los visitantes deben poder comprender "a golpe de vista, según entren al recinto, la idea excluyente de la dictadura, por decirlo con Santos Juliá, que buscó erradicar de lo español a quienes no compartieran, primero, los principios filofascistas, y, en seguida, el nacionalcatolicismo".

"Una patochada"

En contraste, el reputado historiador Ángel Viñas, autor de numerosos libros sobre el franquismo y que acaba de publicar el ensayo El oro negro de Franco (Crítica), cuestiona con dureza tanto el proceso como la solución alcanzada. Viñas, con sus 84 años y jubilado desde hace décadas, declara sin ambages: "Creo que todo esto es una patochada".

Su crítica se dirige tanto al resultado como a los procedimientos que lo generaron. Según Viñas, la comisión que precedió al concurso "emitió un informe que era de chicha y nabo, porque todos los miembros tienen sus opiniones, su amor propio y su credibilidad y tienen que pensar en ellas ante todo".

"La solución a mí personalmente no me gusta porque no veo ahí una resignificación evidente", afirma rotundamente Viñas. "Es cierto que yo no estoy en los equipos que negocian con la Santa Sede, no sé las presiones a las que habrá sido sometido el Gobierno o la ingeniosidad con que la comisión negociadora ha promovido la defensa de los intereses del Gobierno, si es que el Gobierno le ha dado directrices claras. En algún momento se sabrá, pero yo no lo sé".

Lo que más critica Viñas es la decisión de mantener la cruz. "¿Cuál es el valor histórico de una cruz gigantesca en plena sierra madrileña?", se pregunta. Para el historiador, la permanencia de este símbolo religioso resulta "intolerable" cuando se considera que hay víctimas republicanas enterradas en el lugar: "Si hay, como se ha demostrado, víctimas republicanas enterradas allí, es de suponer que no se ven amparadas por la cruz, porque probablemente no significaba nada para ellos".

Vista del Valle de Cuelgamuros por el lado de la abadía benedictina. Foto: GIM/Gtres

Más allá de lo que se haga con el monumento, lo fundamental para Viñas, como historiador, es "la desclasificación de todos los documentos del franquismo" y, por tanto, "todo lo que tenga que ver con Cuelgamuros también". También reclama la desclasificación de los documentos relacionados con el 23-F, un intento de Golpe de Estado rodeado aún por algunas incógnitas.

"En asuntos de historia, el Gobierno se juega su credibilidad en la puesta al día de la ley de secretos oficiales. Y el anteproyecto de ley tiene defectos sustanciales, es una ley muy conservadora que no da respuesta a las peticiones de los historiadores y de una gran parte de la sociedad española".

Poca ambición

César Rina adopta una posición intermedia pero fundamentalmente escéptica. Aunque reconoce la necesidad de la resignificación —incluso la "demolición o profunda transformación" del monumento—, cuestiona la viabilidad de lograrla mediante la intervención arquitectónica planteada. Además, considera que todo el plan "va a tener un recorrido incierto por el proceso electoral que se abre ahora".

De hecho, el ministro de Política Territorial y Memoria Democrática, Ángel Víctor Torres, ha admitido que la resignificación del Valle de los Cuelgamuros aprobada la semana pasada por el Gobierno podría paralizarse si PP y Vox llegan a la Moncloa.

Un nostálgico del franquismo durante una vigilia en el Valle de los Caídos en protesta por la decisión de exhumar los restos de Franco, el 31 de agosto de 2018. Foto: Víctor Blanco/Gtres

En su opinión, "era fundamental transformar profundamente la estructura del monumento para hacerlo irreconocible. Mientras se mantengan sus formas, opino que va a seguir siendo un lugar de nostalgia del franquismo, por mucho que dentro se musealice". Rina advierte también sobre los riesgos políticos de la solución elegida: "Mantenerlo en estructura implica riesgos, como que un nuevo gobierno en el futuro cambie el sentido y las significaciones de su museo".

La arquitectura es memoria

Volviendo a López Vega, su posición es más optimista respecto a las posibilidades pedagógicas del proyecto. Para él, "la arquitectura es también memoria del horror y la dictadura", por lo que la intervención arquitectónica en espacios públicos tiene una dimensión educativa ineludible.

López Vega enfatiza que "nuestros jóvenes deben comprender el proyecto ideológico que insufló la dictadura en la arquitectura de estilo historicista, inspirada en el nacionalsindicalismo de Falange y que buscaba entroncar el franquismo con el pasado imperial y católico de Felipe II —El Escorial—. Ese proyecto es muy visible en la salida de Madrid por el oeste: desde el conjunto arquitectónico de Moncloa —Ejército del Aire, Arco del Triunfo, rectorado de la Complutense—, hasta Cuelgamuros. Son imágenes arquitectónicas de la España que el franquismo trató de imponer".

Maqueta del proyecto 'La base y la cruz'. Foto: EFE EFE.

Según su criterio, el proyecto de resignificación debe permitir que las nuevas generaciones entiendan cómo el franquismo intentó imponer una visión única de lo español, excluyendo toda alternativa política, social o cultural. "Por supuesto, la tradición católica tiene una significación sustantiva en nuestra historia, pero también la tienen otras corrientes, muy singularmente en la España contemporánea: desde luego liberales —Argüelles, Giner de los Ríos, Unamuno, Ortega y Gasset y, en fin, Azaña— y, también, socialistas, comunistas, regionalistas, carlistas, masones, etc.".

Para López Vega, el Valle resignificado debe "erigirse en memoria de esa pluralidad que enriquece la historia de España y que muestra algunos de los mejores valores de las sociedades democráticas como la diversidad de todo orden" y que, en su opinión, "hoy se ve nuevamente desafiada".

Posible repercusión

Más allá de las consideraciones arquitectónicas e históricas, los tres historiadores expresan preocupaciones sobre los efectos sociales y políticos de la resignificación. Rina, de manera particular, subraya la complejidad de evaluar estos impactos en el contexto de "creciente polarización" de la sociedad española.

Su análisis es que, en la era contemporánea de redes sociales y ciclos mediáticos acelerados, los debates sobre memoria histórica se desconectan de sus fundamentos académicos e históricos. "El conflicto social es hoy más instantáneo, cortoplacista y superficial” y "todo se dirime en los medios y en las redes sociales, atendiendo a un ruido generado por anónimos y por bots".

Para Rina, el verdadero desafío no reside en cómo "configurar una memoria democrática" mediante intervenciones arquitectónicas, sino en cómo evitar que "cálculos electoralistas" contaminen decisiones sobre memoria histórica. Su posición es que la sociedad española debe estar preparada para "rechazar sin matices la dictadura franquista" si es que desea construir verdaderos "imaginarios colectivos democráticos".

López Vega, por su parte, afirma: "Entre las víctimas imagino que habrá un cierto alivio ver al causante de tanto dolor fuera de un recinto diseñado para glorificarlo", y enfatiza la dimensión reparadora de la intervención: "La dictadura de Franco nunca abandonó su voluntad represiva. Recordar que en nuestro país se persiguió por motivos ideológicos debe quedar subrayado en toda política pública. Se buscó imponer un modelo social tradicional donde las mujeres quedaban supeditadas primero a sus padres y después a sus maridos y se excluía cualquier tipo de otredad e identidad. La resignificación del Valle debe ser homenaje a quienes sufrieron esa persecución y dieron su vida por los derechos y libertades de todos".

En su argumentación, Rina invoca el precedente histórico de Alemania tras la derrota del nazismo. "Cuando los aliados avanzaban por la Alemania en 1944 y 1945, iban destruyendo los elementos simbólicos del nazismo y creando grandes pirámides de escombros en las afueras de las ciudades", recuerda. "¿Cómo una democracia no va a resignificar, transformar o demoler el símbolo de la victoria de un régimen dictatorial?".

Según Rina, "muchos de los que abogan por conservar el monumento con su configuración nostálgica se apoyan en argumentos patrimonializadores: conservar porque es pasado. Yo pienso que la propaganda realizada en el pasado no puede ser un salvoconducto para el mantenimiento de símbolos de exaltación al franquismo". Y lo compara con un ejemplo más antiguo: "Esto es lo mismo que el vaivén de estatuas de Fernando VII que se dio en el siglo XIX, trasladándolas de un lado para otro, poniéndolas y quitándolas para finalmente fundirlas y destruirlas. Si no se hace eso con el Valle de los Caídos es porque lo que representa sigue presente".