Más de mil años atrás, la enorme piedra era un hito fundacional en el camino, una señal que celebraba la culminación de una obra de ingeniería que salvaba el cauce del río Ulla, uno de los más importantes de Galicia, entre los modernos concellos de Agolada y Santiso. Pero el paso del tiempo convirtió a la roca, el último testimonio material de un puente con arcos del siglo IX, en un vestigio olvidado bajo el agua y camuflado por el verdor musgo.
La "pedra de Mourazos", que solo revelaba sus secretos cuando las aguas del Ulla iban bajas, fue localizada en 2012 y celebrada como un testimonio único de la época medieval en Galicia. En una de sus caras se conservaba una inscripción en latín con una excelente caligrafía que recoge la fecha en la que se concluyó la construcción del puente, el 23 de abril del año 862, un momento en el que empezaban a registrarse las primeras peregrinaciones a Santiago de Compostela.
La roca tallada de más de 13.600 kilos, que se había derrumbado en algún momento desconocido y fue a parar a la orilla que marca el inicio de la actual provincia de Pontevedra, dejando las letras boca abajo, ha salido ahora a la superficie gracias a una intervención dirigida por el arqueólogo y restaurador Miguel Ángel López Marcos con la empresa Terra-Arqueos, S.L. Tras realizar los correspondientes trabajos de conservación, la pieza, la base fundacional del primitivo puente medieval —en épocas posteriores se erigieron otros tres—, el más antiguo sobre el Ulla, quedará musealizada in situ.
El río Ulla, visto desde el puente de Mourazos. En la orilla izquierda la piedra con la inscripción antes de ser movida.
A juicio de los expertos, se trata de un ejemplar único en su categoría debido a la escasez de representaciones epigráficas similares. En toda Galicia solo están catalogados otros tres puentes de la Alta Edad Media, una época oscura a nivel de conservación de elementos arquitectónicos. La intervención era necesaria porque la piedra estaba perdiendo parte de la inscripción por las variaciones del caudal y registrando cada vez más grietas, provocadas a raíz del impacto tras su caída.
Los trabajos, autorizados por la Dirección General de Patrimonio de la Xunta de Galicia, han sido posibles gracias al empeño y a la financiación de la Fundación Luis Monteagudo.
López Marcos, especialista en musealización de yacimientos arqueológicos y en movimiento y recuperación de grandes estructuras patrimoniales como los colosos de Amenofis III en Luxor, de más de 300 toneladas, o los restos del Cuartel de San Gil en Madrid, explica a este periódico que la piedra responde a una variedad de anfibolita esquistosa de marcado buzamiento.
La intervención ha consistido en liberar la enorme roca con la ayuda de gatos hidráulicos de 100 toneladas y polipastos de 10 toneladas. A continuación se fabricaron eslingas especiales adaptadas a las dimensiones del bien y a su estado de conservación para evitar que las fracturas se hiciesen más pronunciadas. "Era fundamental repartir cargas hasta el momento más delicado que suponía el volteo del esquisto", relata el arqueólogo.
Detalle de la inscripción de la "pedra de Mourazos".
La pieza fue trasladada posteriormente a su lugar de montaje, en la orilla de A Coruña, donde se encuentra protegida a la espera de que se seque bien para poder pegar los seis fragmentos recuperados durante una operación de buceo "compleja" a causa de la corriente que hay en esta zona del río.
"La recuperación, extracción y musealización de la roca tallada de Mourazos ha resultado extremadamente compleja no solo por la dificultad de la intervención, sino por ser un monolito multifracturado muy abierto en sus diaclasas", resume Miguel Ángel López. "Ha supuesto un éxito y a la vez un gran ejemplo de recuperación de patrimonio arqueológico único".
