De las producciones teatrales que se presentan estos días la de Los amores feroces, que estrena este jueves el Teatro de La Abadía, despierta una mezcla de expectación y temor por el riesgo artístico de la empresa.
Sin ser exactamente una adaptación de La llama doble de Octavio Paz (Seix Barral, 2001), uno de los ensayos más exquisitos y admirables sobre el amor, el erotismo y el sexo que se han escrito en el siglo XX, toma prestada de él la sustancia para teatralizar los amores del escritor mexicano que inspiraron su obra poética.
Un equipo con credenciales levanta el espectáculo. Lo dirige Rosario Ruiz Rodgers, veterana del Teatro de la Abadía, que ha reunido a un elenco de cuatro actores liderado por una de las actrices más curtidas de nuestra escena, Lucía Quintana, a la que acompañan Isabel Pamo, Germán Torres y el mexicano Leonardo Ortizgris.
A ellos se suma como autor de la adaptación Jorge Volpi, el novelista y ensayista también azteca, melómano, actual director del Centro Conde Duque de Madrid, pero casi novel en las lides dramáticas: Los amores feroces es el segundo título teatral que escribe tras Las agujas dementes (Punto de Vista, 2022).
Octavio Paz (Ciudad de México, 1914-1998) apenas empleó dos meses en escribir La llama doble, un libro que le rondó por la cabeza desde joven pero que publicó ya en edad madura, en 1993, y en el que logró sintetizar su experiencia y su extensa sabiduría sobre la poesía amorosa que es eje de su obra lírica.
Para el mexicano, la poesía es donde pensamiento y sentimiento se acoplan: "Vivir es también pensar y, a veces, atravesar esa frontera en la que sentir y pensar se funden: la poesía", escribe.
Volpi aplica la máxima a su dramaturgia intercalada de versos de amor de Paz ("Piedra de sol", entre otros) a conveniencia de una historia tejida con las tres pasiones amorosas que marcaron la vida del autor: la de la escritora Elena Garro, su amor de juventud (recién casados, estuvieron en nuestro país durante la Guerra Civil) de la que se divorció después del affaire que ella mantuvo con Bioy Casares; la de la artista Bona Tibertelli, esposa del poeta y crítico galo André Pieyre de Mandiargues, con quien vivió un romance que la amante traicionaría; y finalmente con Marie-José Tramini, su esposa hasta el final de sus días.
Textos e ideas de La llama doble así como citas de cartas, entrevistas y, en definitiva, material documental de los personajes reales convocados conforman un texto de tono fundamentalmente poético.
Ruiz Rodgers hace años que acariciaba un espectáculo en torno a la poesía de Octavio Paz. Tuvo ocasión de conocerlo junto a su última esposa en los años 90, cuando la pareja visitó el Teatro de la Abadía para ver los Entremeses: "Le propusimos entonces que escribiera un texto para nosotros, pero el proyecto se quedó en el aire. Esa línea del pasado la he ido alimentando y, ahora que el teatro ha optado por cruzar su programación con la poesía y el pensamiento, me ha parecido que era el momento de rescatar la idea".
"Busco que el público sienta cosquillas, que se emocione al oír los versos de Paz”. Ruiz Rodgers
Contenta con el texto de Volpi, añade que su idea de la puesta en escena funciona como un collage. "Creo que lo interesante es ambientarlo en la época del surrealismo que Paz conoció, por eso la escritura huye de una narrativa lineal y clásica para crear una cosmogonía en torno a los cuatro amantes y a sus vivencias amorosas y eróticas, que son muy diferentes también porque sucede en tres épocas de la vida del autor".
La poderosa plástica de una escenógrafa como Ikerne Giménez y la música de Julián Mayorga contribuirán a conformar el lirismo y la estética del montaje.
Se pueden encontrar multitud de antologías poéticas dedicadas al amor —tema por excelencia de los vates—, pero no hay muchos ensayos que te lleven de viaje por las ideas y las imágenes que a lo largo de la historia ha provocado el sentimiento amoroso y traten de revelarte los misterios de la realidad sensible del ser humano.
Esos misterios los testimonia la literatura mejor que nada, concretamente la poesía, y Paz se guía en su ensayo por ella, ya que considera que "todos los grandes cambios en el amor corresponden a movimientos literarios".
Pero no confundamos La llama doble con una historia literaria, lo que el autor se propone fundamentalmente es distinguir el amor del sexo y del erotismo: "El fuego original y primordial, la sexualidad, levanta la llama roja del erotismo y esta, a su vez, sostiene y alza otra llama, azul y trémula: la del amor. Erotismo y amor: la llama doble de la vida", escribe.
Entretenido y gozoso, sin pretender ser un estudio exhaustivo, traza un recorrido por la vida afectiva del hombre en diversas sociedades y culturas, que es como decir por su vida moral y espiritual.
Uno de sus primeros capítulos distingue la tradición amorosa de Oriente frente a la de Occidente; otro está dedicado a la poesía provenzal, de la que los occidentales hemos heredado desde el siglo XII la idea del amor que todavía conservamos (y al que el espectáculo concede la escena de El amor cortés); y en la ecuación que Paz nos brinda sobre los elementos constitutivos de la pasión siempre figura la libertad como el sustrato determinante. La libertad para aceptar o rechazar nuestras pasiones.
Un libro magnífico, muy entretenido, donde el autor no rehúye ningún tema, ni siquiera el del papel de la ciencia y la inteligencia artificial, entonces en estado embrionario. Paz tenía una idea muy pesimista del amor en 1993, cuando acabó de escribir el libro: el amor vivía su ocaso en la sociedad porque su centro —la idea de persona— estaba herido, se había perdido la creencia en el alma y se lamentaba que tampoco los sabios, historiadores y filósofos parecían interesados en reflexionar sobre él, lo que ya decía bastante del temple de la época.
Le pregunto a Ruiz Rodgers si con este espectáculo quiere contribuir a cubrir esa omisión: "Creo que hoy en día el amor sigue siendo revulsivo, revolucionario, no está tan etiquetado como pretenden hacernos creer", explica. "Y me gustaría decir que sí, que quisiera contribuir a que pensemos en el erotismo y el amor, pero como directora de teatro huyo en la escena de lo filosófico, busco que el público sienta cosquillas, que se emocione sobre todo al oír los versos de Paz".
