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Tres náufragos –Hernán Galán, Marino Fulano y Fray Pío– vagan a la deriva rumbo al Nuevo Mundo en busca de gloria, oro y fe a finales del siglo XVI en lo que podría ser el Descubrimiento de América, si esto no lo firmara Ron Lalá y fuera más bien La Desconquista.

“Teníamos ganas desde hace tiempo de meternos en un gran charco, casi literalmente, porque pocas veces se ha afrontado desde la comedia y la parodia un tema tan fascinante y con tantas aristas como el Descubrimiento”, cuenta Álvaro Tato (Madrid,1978) a El Cultural.

El detonante, de hecho, fue el panorama político reciente. “Cuándo mejor que ahora, que están de permanente actualidad las luchas de las fronteras, las anexiones indebidas, los países redefiniendo sus armamentos... Era el momento ideal para hablar o reírnos de las ambiciones imperiales, del afán de poder sobre el otro, las migraciones masivas y las guerras. Porque es un mundo que, teniendo tantas diferencias con el fin del siglo XVI, también guarda muchos paralelismos”.

De nuestro pasado barro imperialista a estos lodos... La Desconquista es una comedia sobre esa épica histórica que narraron las grandes crónicas de Indias de Hernán Cortés, Bernal Díaz del Castillo o Bartolomé de las Casas.

“También trata sobre el sueño desesperado de tres hombres a la deriva en el mar y en sus ilusiones afiebradas, en las que se entremezclan realidad y fantasía hasta límites inimaginables”, señala Yayo Cáceres (Curuzú Cuatiá, Argentina, 1965).

En este contexto, “el humor, como siempre, además de un alivio, es quizás el motor más eficaz no solo para contar la historia sino para poder soportar como seres humanos que somos, la tragedia de la vida. Porque en el fondo esta historia es una gran tragedia en la que reímos”.

Santo y seña de la casa, el lenguaje burlesco y cómico, irreverente y transformador, de Ron Lalá es aquí un punto de encuentro. “En esta obra nos hemos querido reír de la leyenda negra y de la leyenda rosa, de nosotros mismos, de los sueños de los conquistadores”, afirma Tato.

“Tenemos a tres náufragos desesperados en una balsa en medio del mar. Ellos nos dan una especie de auto sacramental bufonesco y musical de las aspiraciones imperiales que nos sirve para reír y repensar el presente”.

Eso sí, siempre con la intención de construir puentes, “no reducirlo a un ‘tú eres el malo y yo soy el bueno’, sino intentar hacer una especie de crónica festiva, cañera, llegando al fondo de aquellos conflictos, porque ahora sabemos que si se conserva el guaraní, el náhuatl y el quechua o parte de la cultura indígena fue, curiosamente, gracias a algunos dominicos”.

De hecho, como apunta el dramaturgo, la misma obra está dirigida por un guaraní. “Eso es el colmo de la contradicción. Somos un grupo de españoles dirigidos por Yayo Cáceres, que es argentino de cultura guaraní. Mejor metáfora imposible de las vueltas y revueltas que ha dado la Historia hasta aquí”.

Estrenada en Clásicos en Alcalá el pasado junio, la seductora propuesta de Ron Lalá estará este viernes 11 y el sábado 12 en el Festival de Almagro en una gira veraniega que pasará, entre otras citas, por Olmedo, Alcántara y Niebla.

Una iniciativa “inmersiva”, en la que “el espectador está invitado a imaginar y completar la tarea”, comenta Cáceres. “La puesta en escena es como siempre un juego entre el texto y la sinécdoque. Como dice mi muy querido maestro Albert Boadella, es música y poesía”. Música de ida y vuelta, “que parte de una raíz flamenca para desarrollar todo hasta acabar con una samba”.

"El ser humano al completo, sus ambiciones, el amor o el deseo se pueden resolver en una balsa". Álvaro Tato

Ambientada en el siglo XVI, en el segundo descubrimiento, cuando la Flota de Indias va y viene “cargada de oro, plata, diamantes y esclavos”, la obra retrata además ese “inmenso imperio comercial” en la piel de estos hombres, que representan las tres caras o aristas de la época de Felipe II como “una excusa para hablar del Imperio español a pequeña escala”, comenta Tato.

Estos particulares náufragos están acompañados por dos cronistas que construirán un poco el marco sobre qué es real y qué es ficción. “Ese es otro de los grandes temas de la obra. García Márquez decía que las crónicas de Indias eran el origen del realismo mágico. Había un nuevo mundo del que había que crear una ficción”.

Una escena de 'La Desconquista'. Foto: David Ruiz

Con La Desconquista, la compañía regresa al Siglo de Oro, después de obras como Siglo de oro, siglo de ahora, Cervantina, En un lugar del Quijote, Andanzas y entremeses de Juan Rana.

“En este caso, es un reflejo clarísimo de la actualidad, porque quitas el nombre de Felipe II y pones el de cualquier estadista contemporáneo que esté invadiendo e imponiendo su control y es lo mismo”. El afán de poder, la am-bición territorial y de gloria, la imposición espiritual al otro, todo eso esta aquí. “Es la incapacidad permanente de los seres humanos para entender y respetar al otro”.

En ese sentido, la época de La Desconquista, añade Cáceres, se asemeja a nuestro presente en que el hombre es el mismo. “Somos iguales en naturaleza. Los mismos miedos, ambiciones, dudas... Los clásicos son siempre actuales, enfrentan al hombre con el hombre desnudo frente a su propia tragedia y comedia”.

A punto de editar su tercer volumen de obras completas, Ron Lalá pone en valor también la literatura de las crónicas con la que han trabajado para darle forma al texto en esta ocasión. “Soy un naúfrago en el Atlántico de las lecturas”, bromea Tato. “De algún modo, toda esta obra es un homenaje al más festivo y gamberro, al de los entremeses, las jácaras y las mojigangas”.

Aunque, explica, la clave se la dio Werner Herzog con Aguirre, la cólera de Dios. “Es un peliculón que trata de la gesta del desastre total, con Klaus Kinski en el papel de su vida. Ellos lo viven de forma trágica, pero si le das la vuelta y lo haces en tono cómico, el ser humano al completo, sus ambiciones, los grandes temas como el amor, la amistad, la lealtad, el hambre o el deseo, todo eso lo puedes resolver en una sola balsa de náufragos”