El coreógrafo Marcos Morau (Onteniente, Valencia, 1982) cita a Koltès para dejar claro un principio fundamental del teatro: es el único lugar donde se advierte de que todo es mentira. El director de La Veronal lleva este miércoles 16 al Centro de Cultura Contemporánea Conde Duque Opening Night, un homenaje al teatro que termina convirtiéndose en “una loa a la tramoya, una prosternación ante focos y cortinas, una mirada franca a la platea”. Morau culmina así su tributo, largamente planeado, al teatro, “a la noche del estreno como el lugar donde la idea se viste de materia y donde las decisiones tomadas desfilan una tras otra”. Opening Night se transformará a la vista del público madrileño en “una ofrenda dedicada a todos estos años que llevo envenenado por esta profesión”.

“Es como si mi cabeza fuera un hotel y cada pieza fuese una habitación. En todas ellas aparecen los mismos ingredientes"

Producido por la propia Veronal, el Teatre Nacional de Catalunya, el Centro Conde Duque y el Romaeuropa Festival, Opening Night está protagonizado por Mònica Almirall (también asistente de dirección), Valentin Goniot, Núria Navarra, Lorena Nogal, Shay Partush y Marina Rodríguez.

La escenografía diseñada por Max Glaenzel nos muestra los pasadizos secretos de Morau. Estanterías que se abren, escondrijos ocultos, escaleras que suben y bajan a lugares desconocidos, puertas entreabiertas, ventanas veladas por una cortina, luces que parpadean... “Todos los elementos que aparecen en la pieza son reproducciones de un escenario, como si hubiésemos construido un teatro dentro del teatro”, explica el coreógrafo, que prepara una versión libre para noviembre de este año de La bella durmiente para la Ópera de Lyon.

Opening Night aparece después de Sonoma, pieza clave de La Veronal estrenada en 2020 en Temporada Alta que abordaba el universo surrealista e hipnótico de Buñuel. “Ahora podría tratarse de un punto y aparte o el inicio de una nueva etapa donde cada vez importa menos si lo que hacemos es danza o teatro o nada de todo eso.

Morau, Premio Nacional de Danza 2013, se detiene así a reflexionar sobre el escenario, sobre sus habitantes, y los mecanismos que lo accionan: “He buscado en el misterio que se produce cuando todo se pone en marcha y llega la noche del estreno. La luz se apaga, el telón sube y de la oscuridad del teatro, de sus entrañas, se ilumina el espacio. Como en un bosque por la noche aparecen las criaturas, los sonidos y una nueva ley que rige las sombras y todo lo que allí sucede”.

Sobre la relación entre Opening Night y títulos como Nippon Koku, el coreógrafo señala que en todas sus creaciones siempre hay un denominador común: “Es como si mi cabeza fuera un hotel y cada pieza fuese una habitación. En todas ellas aparecen los mismos ingredientes porque los creadores nos pasamos toda la vida dándole la vuelta a un par de cosas. En mi caso estoy obsesionado con la ficción y con la vida, la supervivencia de una y otra y la falta de sentido cuando uno de esos estados se apaga”.

Así es como Morau vive su sueño particular. Siempre sobre el escenario y siempre dotando al movimiento de una vertiente existencial que lo hace tan personal: “Si vivir es pasar de un momento a otro, de un lugar a otro, el escenario contiene todas las posibilidades para convertirse en todos los espectáculos posibles, en todas las historias posibles y al mismo tiempo no ser ninguna de ellas”.

“Es un espacio que hemos inventado para poder ampliar un poco nuestras vidas -finaliza-, en el que poder levantamos unos centímetros por encima del suelo y levitar y en el que, a pesar de todo, nunca sabemos si el vacío que queremos tapar cuando acudimos a él es más grande que el que nos deja cuando termina”.