Una conjunción de circunstancias iluminó a Ainhoa Amestoy para poner en marcha una obra de teatro en torno a la relación triangular que mantuvieron Pedro Salinas, Katherine Whitmore (la amante) y Margarita Bonmatí (la mujer). Trabajar para los cursos de verano de la Universidad Menéndez Pelayo (antigua Universidad Internacional de Verano de Santander, fundada por el poeta del 27) y para diversas facultades estadounidenses, como –de nuevo– el autor de La voz a ti debida, le hizo concebir el embrión que dio como resultado Amor, amor, catástrofe. Pedro Salinas y las mujeres. Un montaje que se estrena en el Teatro Español el próximo miércoles, 5.

Amestoy es la encargada de cristalizarlo en escena pero el texto se lo encargó a Julieta Soria, que, como profesora de literatura y apasionada de la poesía, se puso manos a la obra entusiasmada. Soria advierte a El Cultural que la voz que da a los personajes está sustentada en la literalidad de sus escritos. Los materiales sobre los que arma su ‘ficción’ son varios: las cartas de Salinas a Whitmore, que las donó en 1979 a Houghton Library de Harvard junto con un apéndice de su cosecha (La amada de Pedro Salinas). Además, se nutrió de las epístolas escritas por Salinas a Bonmatí durante su noviazgo y primeros años de matrimonio, la correspondencia entre Salinas y Guillén, la cruzada entre este último y Whitmore y la autobiografía de Jaime Salinas (Travesías). “Con unos ingredientes de la calidad emocional y literaria de estos, la historia se escribía sola”, concluye Soria tras enumerarlos, sin olvidar los propios versos de Salinas.

Lo más delicado fue confeccionar los parlamentos de Bonmatí, dado que carece de todo ese bagaje ‘documental’. “Era la voz acallada, el misterio de la relación, a quien había que inventar de cero. En ese sentido quizá sea el personaje más ‘mío’. Conté con la imagen subjetiva que Salinas proyecta tanto en las cartas que le escribió como en las pocas veces que la menciona en las destinadas a Katherine. Y con detalles íntimos y cotidianos que conocí en las memorias de su hijo Jaime; y, sobre todo, en algunos fragmentos publicados de cartas que ella le escribe a su marido, posteriores al descubrimiento del engaño, en las que se me reveló con una voz inusitadamente personal y poderosa”, explica Soria. De alguna manera, la levantó sobre los añicos de su alma, quebrada por la traición y al borde del suicidio. Se erige pues como “una mujer que sabe y que sufre, sin nada que perder, completamente libre en el discurrir de su conciencia”.

Lo de la ‘conciencia’ tiene su intríngulis en la puesta en escena, que Amestoy teje con mimbres surreales y oníricos. Tiempos y espacios son lábiles, de modo que el trío (encarnado por el ronlalero Juan Cañas, Lidia Navarro y Lidia Otón) coincide a pesar del océano que los separa, mostrando diversas caras del amor: como deseo (Salinas), como escombros (Bonmatí) y como un imposible (la de Whitmore). Así lo resume Soria, que culmina avisándonos de que “las tres, como si fueran una, trenzan el poema más difícil”.

@alberojeda77