Aitor Luna e Imanol Arias en La vida a palos

El legado existencial de Pedro Atienza, custodiado por Imanol Arias, salta a los escenarios protagonizado por el actor vasco, dramatizado por José Manuel Mora y dirigido por Carlota Ferrer. La vida a palos inicia en Bilbao su gira española.

El tándem Carlota Ferrer / José Manuel Mora vuelve a unir sus talentos para subir a las tablas La vida a palos, una iniciativa de Imanol Arias -que vuelve a los escenarios después de 24 años- y del productor Lino Pantalano para dar a conocer el legado del artista Pedro Atienza. La obra evoca sus peripecias existenciales y su relación con el flamenco y con la Movida de los años 80.



"Es casi una película que se va haciendo durante la representación", explica la directora Carlota Ferrer a El Cultural. "Los personajes tratan de encontrar la forma de dar sentido a la vida de un hombre, y lo hacen a través del cine y del teatro. La banda sonora se va creando en directo a través del cante y del violonchelo, tocando los diferentes palos que vertebran el mundo emocional de los personajes".



Echo en falta autores que se confronten con Dios, que aborden las grandes cuestiones existenciales", explica José Manuel Mora

Para ello, Ferrer ha recurrido al blanco en la escenografía. "Es un lienzo vivo. Me he inspirado en la pintora gitana Lita Cabellut, que tiene una mirada contemporánea no tópica sobre el mundo del flamenco que me encanta y que llena de poesía el trabajo visual que estamos realizando". No en vano, para este montaje Ferrer se ha apoyado en los audiovisuales de Jaime Dezcallar, con el que también trabajó en Los nadadores nocturnos.



Junto a Imanol Arias, en La vida a palos -que se estrena en el Teatro Campos Elíseos de Bilbao el próximo jueves, 28- estarán Aitor Luna, Guadalupe Lancho (como actriz y cantante), el cantaor Raúl Jiménez y el violonchelista Batio. "La obra nos muestra la necesidad que tenemos de trascender a través del arte o de la paternidad", precisa Ferrer, que también llevará la obra a Madrid y Barcelona en julio (5) y octubre (5), respectivamente.



Antes de morir, Atienza dejó a Imanol Arias el encargo de transformar su crónica vital en materia teatral. "Su lenguaje -nos explica el autor del texto José Manuel Mora- poseía una gran densidad conceptual y estaba lleno de metáforas jugosísimas pero carecía de arquitectura teatral. Y ahí entro yo, no para hacer una versión al uso de un texto previo sino para apropiarme de él a través de su herencia hasta lograr escribir un texto cuya coautoría debía saldar una antigua deuda".



Devorar vida y ficción

Más allá del poder evocador de las palabras de Atienza, lo que realmente impulsó a Mora a aceptar el encargo fue su deseo de aligerar el peso del compromiso que Imanol Arias había adquirido al aceptar el ‘testamento' (así está subtitulada la obra) del artista. "Esta anécdota me invitó a indagar en el territorio híbrido y fronterizo de la escritura en el que vida y ficción se devoran mutuamente hasta formar un palimpsesto biográfico único del que no sólo participa lo vivido, también, y principalmente, lo soñado", añade Mora, que reconoce que el texto de Atienza le ha permitido desnudarse y escribir sobre el deseo de paternidad. También sobre la herencia y la configuración emocional que recibimos de nuestros padres, de la búsqueda de un hijo que nos permita trascender nuestro tiempo y de la necesidad de reconciliación con el padre, con nuestro pasado y con la voracidad del acto creativo. "Echo en falta autores que se confronten con Dios, que aborden las grandes cuestiones de la existencia", añade Mora, que ve cómo los montajes que tiene junto a Carlota Ferrer prolongan su existencia sobre los escenarios: Esto no es la casa de Bernarda Alba y Blackbird mantienen sus giras nacionales e internacionales. Y dos "partos" más: Los cuerpos perdidos en el Teatro Español y El último rinoceronte blanco en los Teatros del Canal.



@ecolote