Montaje de L'onorevole en El Umbral de Primavera. Foto: María Marcos Patiño

Curiosa coincidencia en la cartelera off: Lagrada y El Umbral de Primavera exhiben dos versiones de L'onorevole, obra donde Sciascia disecciona la inevitable degeneración de todo hombre que busque medrar en política.

Leonardo Sciascia sólo escribió tres obras teatrales, entre 1965 y 1970, que han quedado sepultadas por la popularidad de sus novelas y sus ensayos. Son muy poco conocidas y apenas se representan, ni siquiera en Italia. Por eso resulta tan llamativo que en el circuito off madrileño puedan verse estos días dos versiones de L'onorevole. Sorprende también porque ambos montajes movilizan más de una decena de actores cada uno, algo insólito en un sector condicionado siempre por una austeridad extrema. Miguel Torres dirige la adaptación de Lagrada, en cartel este viernes (en enero la repondrán, vista la buena acogida del público). En El Umbral de Primavera (7 y 14 de diciembre) es Lidio Sánchez quien ha dado forma escénica a este texto en el que Sciascia disecciona, a lo largo de tres actos, la degradación de Frangipane, un profesorcillo de provincias que da el salto a la política. A la larga, una decisión desastrosa para su integridad moral.



Sciascia deja claro que "no se puede gobernar como un ángel", que es como dice Sancho Panza que rigió la ínsula de Barataria. El contacto con la actividad pública pone a prueba toda conciencia. El autor de El caso Moro lo pudo comprobar por sí mismo. Él también era profesor y se implicó en política. Bajo las siglas del Partido Comunista, fue elegido concejal de Palermo en 1975, diez años después de escribir L'onorevole. Pero en 1977 decidió replegarse. "Digamos que Sciascia frenó en el punto en el que Frangipane se embala", conjetura Miguel Torres. "Su dimisión refleja su escaso apego tanto al cargo como a la disciplina ideológica que debía al PCI. Distinguía perfectamente entre los principios y la práctica política", tercia Lidio Sánchez. Sciascia se debatió entre ambos polos toda su vida, pero a pesar de los escarmientos, los recelos y los desencantos siguió intentando nadar y guardar la ropa en el Partido Radidal. O sea, hacer política y no corromperse.



Versión de L'onorevole representada en Lagrada

Frangipane, en cambio, se va enfangando poco a poco en un lodazal de intereses creados donde chapotean popes eclesiásticos, empresarios sin escrúpulos y, cómo no, la mafia. Se va distanciado además de su mujer, Assunta, su último asidero moral. Sciascia retrata con mano maestra su descomposición. "Todo está muy bien pensado. Hay personajes que tienen apenas dos frases pero son claves para entender lo que va a venir después. La estructura es un puzle perfecto", señala Torres.



El teatro no era su territorio pero Sciascia tenía un profundo conocimiento de algunos maestros del género. En particular, de su paisano Pirandello. "Aunque al principio quería distanciarse de su modelo -añade Sánchez-, al final acabó reconociendo que era una ascendencia de la que se reconocía deudor. L'onorevole le debe mucho al juego de contrarios que tanto le gustaba a Pirandello. Sus diálogos son brillantes". Brillantes y lapidarios. Buen ejemplo es esta sentencia de Assunta: "El mero hecho de que un hombre se considere con el derecho o con el deber de gobernar es ya una caída, una culpa...". Sciascia pone en boca del personaje sus sospechas hacia la clase política, a la que sometió a un marcaje férreo con su literatura. "Siempre creyó en la posibilidad de influir a través de ella en la sociedad", dice Sánchez. "Pero nunca la empleó como un panfleto de denuncia, sino como un procedimiento de análisis para encontrar la verdad. Ahí está la esencia de L'onorevole: clarificar las cosas, comprenderlas, para poder cambiarlas".



@albertoojeda77