Una imagen de Cargamento de sueños, de José Luis Garci. Foto: Sergio Parra

Este grupo teatral ha sido ninguneado repetidamente por el poder político en el siglo XX. José Luis Garci, metido a director escénico, reivindica en el Español dos de sus hitos: Cargamento de sueños (Sastre) y El hermano (Medardo Fraile)

Cuando a un dramaturgo se le impide estrenar sus obras por razones políticas es como si le mataran. Pues bien, en España hay una generación de dramaturgos que ha sido asesinada hasta tres veces. Su primera muerte tuvo lugar durante el franquismo, cuando chocaron de frente contra la censura. A finales de los 70, recién empezada la democracia en nuestro país, aquellos escritores pensaron que había llegado su momento. Pero lo único que interesaba era pasar página de forma rápida, y el pasado antifranquista de esta gente se convirtió, paradójicamente, en un recuerdo de cuanto se deseaba olvidar, así que fueron nuevamente ninguneados por el sistema. Esa fue su segunda muerte. La tercera llegó con el primer gobierno socialista, a principios de los ochenta. Se daba por hecho que la izquierda concedería especial atención a unos autores con un pasado como aquél, pero no fue así: el teatro de la época prefirió engolfarse en los grandes acontecimientos (¿Alguien recuerda la EXPO?) y en las constantes, tediosas y caras reposiciones de autores del Gran Repertorio que tanto siguen gustando porque no comprometen a nada.



Si un director de teatro público se ha esforzado por reparar la deuda con aquellos autores es Juan Carlos Pérez de la Fuente, primero en el Centro Dramático Nacional y ahora en el Español. Arte nuevo (un homenaje), espectáculo que se estrena en el coliseo madrileño, rinde un tributo al colectivo dramatúrgico que en 1945 intentó modernizar el teatro de nuestro país. "¿Qué traíamos nosotros?", se preguntaba Alfonso Sastre, uno de los fundadores. "Traíamos fuego, pasión, inocencia, audacia, amor al teatro. Esto era mucho en 1945. Esto sigue siendo mucho ahora". Sastre, José Gordon (de quien Ortega escribió que era "el principal conductor de los teatros experimentales de posguerra"), Medardo Fraile, José María Palacio, José María de Quinto, Alfonso Paso y varios autores más reclamaban para los escenarios españoles lo que otros países disfrutaban ya: un Teatro de Arte alejado de las servidumbres de lo que entonces era el teatro comercial más anodino. "Sabemos de sobra los inconvenientes", reza el programa de mano del primer espectáculo de Arte Nuevo. "Hemos querido haceros pensar en vez de divertiros". Esta funesta manía de separar una cosa de la otra, tan imitada por casi todos los renovadores teatrales del siglo XX, permite, quizá, comprender el eventual fracaso de la empresa. Y es curioso constatar que los referentes de aquellos jóvenes autores eran autores tan entretenidos como Thornton Wilder (a Sastre le causó gran impresión ver Nuestra ciudad), o Noel Coward (que hoy desprecian los modernos). Los espectáculos de Arte Nuevo se componían de varias piezas en un acto para permitir que intervinieran varios autores cada vez; pero también como forma de defender la concisión frente a la retórica del teatro entonces de moda. El colectivo se disolvió en 1948, si bien sus componentes siguieron manteniendo relación en diferentes compañías y publicaciones.



La propuesta que se presenta en el Español el jueves (18) reúne dos de los mejores textos surgidos de aquella experiencia: Cargamento de sueños, de Sastre, y El hermano, de Medardo Fraile. Cargamento está escrita en 1948, exactamente el mismo año en que Beckett empezaba la redacción de Esperando a Godot (aunque no se publicó hasta 1952). No es un dato menor, ya que los dos textos comparten cierta atmósfera. Ubicados ambos en encrucijadas ambiguas y metafóricas, eligen a los vagabundos como representación de la raza humana desconcertada tras la barbarie de la Guerra Mundial. El hermano es muy diferente; empieza como una obra naturalista del primer Buero u Olmo pero se desliza enseguida hacia una extrañeza cuasi pinteriana que sería típica de los relatos de Fraile. El director de esta producción es José Luis Garci, y si a alguien le extraña esta elección habría que recordarle que no sólo tiene una amplia experiencia como escritor, sino que también es un gran conocedor del teatro español de ese periodo.