Image: La noticia salta a las tablas

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Teatro

La noticia salta a las tablas

6 noviembre, 2015 01:00

Nuria Espert en El pan y la sal. Foto: Gonzalo Bernal

La crisis económica, la corrupción política, la memoria histórica, las derivas identitarias... El teatro le está cogiendo el pulso a nuestra convulsa actualidad. Lo prueban estrenos como El pan y la sal y el éxito de Feelgood o Bárcenas. El autor de esta última, Jordi Casanovas, prepara además un retrato escénico sobre los estragos de Pujol.

Escribir al ritmo de las portadas de periódicos no es una tendencia especialmente decantada en España. Este tipo de dramaturgia, cimentada con los materiales más candentes de la realidad, sí tiene un amplio recorrido en las tablas anglosajonas. Quizá el género más representativo de esta comunión entre teatro y periodismo sea lo que se dio en denominar, a principios de los 90, verbatim, un vocablo que podría traducirse al español como 'literal o textual'. La obra Fires in the Mirror (1992) es su primer hito. Anna Deavere Smith entrevistó a algunos de los protagonistas de los disturbios raciales que enfrentaron en Brooklyn a la comunidad afroamericana y judía. En la pieza que compuso volcó los testimonios con absoluta fidelidad a cómo se pronunciaron.

Notables continuadores del filón abierto por Deavere han sido David Hare (The Permanent Way reconstruye el proceso de privatización del los ferrocarriles en Reino Unido), Moisés Kaufman (The Laramie Project investiga sobre el asesinato de un estudiante homosexual en la Universidad de Wyoming), Philip Ralph (Deep Cut repara en la muerte de cuatro reclutas en un cuartel de Surrey)... Esta dramaturgia documental y de urgencia va calando sin embargo en nuestros escenarios poco a poco. Su auge está conectado con las agitaciones sociales y los escándalos políticos que desayunamos casi cada mañana. El Teatro del Barrio se ha erigido en uno de sus epicentros más activos. Su especialidad es el verbatim de tribunales, muy apropiado para recursos ajustados: recrear la sala de un juicio no requiere fastos escenográficos.

Hace un par de semanas ofrecieron tres funciones de El pan y la sal, dirigida por Andrés Lima y con un elenco de altura: Nuria Espert, Mario Gas, Gonzalo de Castro, Alberto San Juan, Tristán Ulloa, Juan Margallo... En la sala de Lavapiés se reprodujo el juicio abierto contra Garzón por prevaricación en 2012. La querella contra el exmagistrado de la Audiencia Nacional la había interpuesto el sindicato Manos Limpias. Alegaban que se había excedido en su jurisdicción al querer impartir justicia sobre los crímenes del franquismo, denunciados en 2006 por varias asociaciones de recuperación de la memoria histórica. "Al escribir esta obra no quería azuzar la dialéctica entre rojos y azules. Tampoco colocar en primer plano a Garzón. Lo que pretendo es revitalizar el debate sobre la dignidad de las víctimas del franquismo, que tienen todo el derecho a saber y recuperar los restos de sus seres queridos", explica a El Cultural Raúl Quirós.

Un trozo invisible de este mundo. Foto: José Aymá

No sorprende que sea este joven autor uno de los pioneros del verbatim versión española. En los últimos cuatro años ha vivido en Londres. Allí ha estudiado escritura dramática y ha colaborado con pequeños teatros muy significados en diversas causa políticas, como la desaparición de miles de argentinos durante la dictadura. Quería seguir esa línea en España y el proceso contra Garzón le daba el pie perfecto. Tuvo la suerte de que las asociaciones denunciantes habían colgado las vistas orales en Youtube. Eran horas y horas de careos e interrogatorios. Con muchos tramos absolutamente planos y tediosos. Quirós cortó y pegó, haciendo una labor propia de un montador cinematográfico, para condensar en hora y media los ejes argumentales y subrayar su trasfondo humano. "Eso sí, sin alterar las palabras, dejando incluso algunas repeticiones o titubeos para que sonara natural", advierte Quirós. Se ha mantenido absolutamente fiel al código verbatim.

El 'efecto Pujol'

Igual que Jordi Casanovas hizo con Bárcenas, también producida y estrenada por el Teatro del Barrio. Tremendo el éxito de esta obra, que ha sido incluso llevada al cine. "Estaba dándole vueltas a escribir algo que retratase el clima de corrupción actual. Pero no daba con la tecla. Todo me salía demasiado farsesco, poco verosímil. Entonces encontré la declaración de Bárcenas colgada en Internet. Tenía un tremendo potencial dramático, con dos antagonistas frente a frente. Bárcenas defendiendo su honor y Ruz intentando esclarecer si su declaración es cierta o falsa", explica a El Cultural Casanovas, que está enfrascado en la escritura de una obra sobre Pujol. Calcula que todavía le queda un año para tenerla a punto. Está en plena fase de documentación, que será trabajosa por toda la información (presuntamente delictiva) que está generando el jerarca catalán en los últimos meses. "Es una propuesta más ambiciosa que Bárcenas, con varios escenarios y muchos más personajes. Pero la pregunta que lanza es la misma: ¿Cómo pueden dormir por las noches estos políticos que predican exactamente lo contrario de lo que hacen? En los casos que he tratado, se da además la agravante de que son hombres profundamente religiosos. Aunque si investigas en el contexto corrupto en el que se mueven empiezas a entender muchas cosas".

Su retrato de Pujol no se sujetará a la rigidez del verbatim (o sea, a la textualidad al pie de la letra). El material acumulado lo procesará con criterios dramáticos para reflejar el efecto en su generación (nació en el 78) de los sucesivos gobiernos pujolistas. Es otra manera de abordar las aristas de la actualidad. Otro tipo de teatro urgente que sí ha tomado impulso en España. Buenos ejemplos son Subprime y Recortes, dos incisivas producciones con la crisis económica en primer plano. En la primera, que llegó a la cartelera del Fernán Gómez en 2013, Fernando Ramírez Baeza filtraba algunas experiencias laborales indignantes. La segunda, estrenada en la Cuarta Pared, se basaba en textos del proyecto escocés Theatre Uncut sobre la sórdida situación de la sanidad pública. Y Juan Diego Botto nos arañó el corazón con Un trozo invisible de este mundo, parábola contra la fría burocracia que atrapa a tantos emigrantes.

Feelgood. Foto: Sergio Enríquez-Nistal

Otro montaje urgente es Feelgood, que Alberto Castrillo Ferrer, su director, ha girado por toda España. Alistair Beaton, su autor, había sido negro en los discursos de algunas figuras prominentes del laborismo británico, incluido Gordon Brown. Esa cercanía a la clase dirigente le permitió vivir en directo algunas anécdotas esclarecedoras del clima de mendacidad en que se desenvuelve. El escritor escocés quería plasmarlas en un texto dramático pero tenía un problema: algunas eran tan surrealistas que podían causar incredulidad en la platea. "Para hacerlas creíbles es necesario someter los hechos reales a la implacable y consistente lógica interna de una ficción", apunta Beaton. Su método es justo el contrario al del verbatim. Pero con la misma vocación: mostrar un pasaje de la realidad con una vocación de denuncia.

Feelgood ha triunfado en nuestros escenarios. Como Bárcenas, que continúa su tournée espoleada por el filme de David Ilundain. Su tirón prueba la demanda de este teatro cívico. Casanovas lo confirma y, aunque reconoce su modesto impacto social, reivindica su necesidad. Y ensalza su ventaja respecto al cine: "La película de Bárcenas es un gran trabajo. Te hace pensar que eso ha sucedido. Pero la obra te hace creer que está sucediendo. Cuando se produce ese clic en el teatro, no hay nada que lo iguale".

@albertoojeda77