Escena de Amadeu

Toni Comas protagoniza Amadeu, una recreación dramática y humorística de la vida del compositor de zarzuelas catalán que estrenó el pasado año Albert Boadella. Mañana vuelve a los atriles de la Joven Orquesta de la Comunidad de Madrid en los Teatros del Canal.

Amadeu ha vuelto a Madrid, sin deshacer las maletas en su viaje al Lliure. A mí, apátrida por nacencia y por contumacia, la cuestión de los nacionalismos me la suda. Creí y creo en un nacionalismo emancipatorio y en el derecho a una cultura propia; detesto los nacionalismos expansivos imperialistas. El origen de la II Guerra Mundial fue básicamente esto: la necesidad de espacio vital que esgrimía la Alemania nazi. Mas centrémonos en la vida y obra de Amadeo Vives, un catalán de Collbató, que Albert Boadella, un catalán de la diáspora y residente en Madrid, ha puesto en escena. A la fuerza se ha radicalizado este genio de la escena; en Barcelona muchos están en contra de la pena de muerte, salvo en el caso de que se aplique a Boadella. Así que pese a razones técnicas de programación estoy en mi derecho de pensar en razones políticas. A Amadeu le han afectado los recortes presupuestarios; mas era norma que cuando el Lliure, que vive en parte del viático de la Generalitat, no podía asumir un espectáculo una temporada, lo programaba para la siguiente.



Yo no voy a desgarrarme las vestiduras ni a abdicar del magisterio que recibí en directo de Pere Quart y Salvador Espriu en mis tiempos de charnego. Pero creo que con Amadeu se equivocan pues, además de ser un gran trabajo de Albert Boadella, Amadeo Vives es una figura universal de una gran música y Antoni Comas es un grandísimo actor. Una gran producción con el Coro y la Joven Orquesta de la Comunidad de Madrid. Con esta desprogramación me han quitado en Barcelona -"cara a mi corazón", como decía Max Estrella- la posibilidad de ver cómo reaccionaban los barceloneses ante la frase "lo más parecido a un español es un catalán".



En Madrid hace un año Amadeu fue un acontecimiento. Muchos lo tomamos primero por la raíz pura y neutral de sus valores teatrales y luego como algo connatural al suceso: un ajuste de cuentas de Albert Boadella contra el nacionalismo soberanista. Los españolistas se fijaron más en esto último y a ello dedicaron sus aplausos y su entusiasmo. Pero hay un hecho irrefutable que nadie puede negar: que la zarzuela, castiza y españolísima, tiene en un catalán uno de sus autores principales. Boadella se identifica con Vives. Y Doña Francisquita, tan madrileña y tan española, nació en pentagramas marcados por el órgano de Montserrat.



Tintes nacionalistas

Por mi parte estoy en situación de afirmar que Amadeu Vives no era franquista; y que la zarzuela -aunque a Franco le gustase sobremanera Marina- tampoco era franquista. A Vives no se le negó el sagrado en su amada patria, pero no hace mucho sus huesos catalanes y en catalana tierra a punto estuvieron de ir a una fosa común porque nadie quería hacerse cargo de su tumba. Como a tantos españoles, hartos del "problema catalán", no me importaría una secesión y que cada palo aguante su vela. No acepto, sin embargo, el programa "político" del Duque de la Victoria de que habría que bombardear Barcelona cada cincuenta años; eso es una barbaridad.



Quizá los tintes nacionalistas no tuviesen en tiempos de Amadeo Vives la virulencia sectaria que tienen ahora. Pero los gérmenes patógenos estaban ya ahí. Vives, católico, putero y follador, un pianista medio manco y cojo, es todo lo contrario de Boadella, que no es católico, que yo sepa, y es monógamo. En cualquier caso, de esta fusión, ha nacido una estupenda obra teatral que merece la pena volverse a ver.