Teatro

Maurice Béjart

“Vivo para encontrar nuevos talentos de la danza”

27 octubre, 2005 02:00

Maurice Béjart. Foto: Chema Tejada

El nombre de Béjart se escribe con mayúsculas en la historia de la danza de la segunda mitad del siglo XX. A sus 78 años, el coreógrafo sigue con su actividad, como revela el programa que su compañía, el Béjart Ballet Lausanne, presenta el 28 de octubre en el Liceo de Barcelona: a obras emblemáticas como Bolero, se une la más reciente El arte de ser abuelo.

A sus 78 años el prolífico coreógrafo Maurice Béjart, director del Ballet Béjart Lausanne y de la escuela-taller Rudra, mantiene una visión ecléctica de la danza, como manifiestan sus creaciones. Humanista, amante de los contrastes, gran viajero, curioso e inquieto, el que en su momento declaró que la danza es el arte del siglo XX, sigue abogando por la capacidad de la danza para plasmar las cuestiones fundamentales de la vida. Descrito hace años como "proveedor de sensaciones" más que como coreógrafo por una crítica estadounidense y censurado en la Unión Soviética por una oficial que alegaba que "Béjart es o sexo o dios y aquí no queremos ni lo uno ni lo otro", lo cierto es que la teatralidad y el colorido de sus creaciones, que exigen un gran dominio de la técnica clásica, ha atraído al gran público al que el artista se propuso llegar, convencido de la capacidad universal de comunicación de la danza.

-Más de cincuenta años frente a su propia compañía y activo como coreógrafo, ¿podría tomarse la vida con otro ritmo?
-No puedo porque después de tantos años es un ritmo vital que no puedo cambiar. Vivo para trabajar y para formar bailarines nuevos, encontrar talentos y trabajar con ellos. Eso es lo que me da vida.

"Me siento poco francés"
-¿Qué es lo que le inspira hoy?
-Hay dos inspiraciones. Una viene de los bailarines; cada vez que hay uno nuevo, me da fuerzas. Veo lo que cada uno aporta y eso me nutre para trabajar. Otra es la música. Mi arte es un matrimonio entre el talento del bailarín y la música. Siempre está el intérprete, es su cuerpo y su alma lo que me aportan la inspiración.

-Ha creado un estilo muy personal a través de la búsqueda de lo universal. ¿Cómo lo definiría?
-Mi estilo tiene dos cosas. He tenido la suerte de viajar mucho desde muy joven, de estudiar el baile de muchos países y de encontrar bailarines de todas partes. Mi formación es internacional. Eso me ha ayudado mucho. Viajar, sentir otras sensaciones, conocer otras maneras de vivir. También tengo sangre africana. Mi padre nació en Senegal. Me siento poco francés, pertenezco al Universo, incluso diría que me siento más cercano a España que a Francia. Fíjese que mi carrera la he hecho en Bélgica y en Francia, pero mi compañía tiene pocos bailarines franceses. En cambio hay muchos bailarines latinos: cubanos, españoles, argentinos, mexicanos. Trabajo mejor con los latinos o con los orientales y me siento como en casa cuando estoy en Japón o en la India. Siento que existe una cultura más o menos mundial. Cada país tiene su alma y su forma de ser, pero a pesar de estas diferencias, un hombre y una mujer siempre son un hombre y una mujer; sienten igual, aman igual, sufren igual. Esta condición universal se vive en mi propia compañía donde trabajan bailarines de 18 nacionalidades distintas.

-Su danza se da a conocer en los años 60 y 70 .¿Cree que su manera de concebir sus obras coreográficas está vinculada a esa época?
-No, en absoluto. Me siento muy de mi época pero al mismo tiempo muy atemporal. Puedo leer un libro de hoy o un texto griego de hace 2000 años. La esencia de las cosas no cambia. Y en la danza lo fundamental es el cuerpo más que cualquier otra cosa, el trabajo con el alma humana y el cuerpo humano. Las modas pueden cambiar pero el cuerpo humano sigue siendo el mismo.

-Ha hablado de los sentimientos como fuente de inspiración. ¿Qué le inspira actualmente?
-Ahora estoy haciendo, por un lado, un nuevo ballet sobre Zaratustra, de Nietzsche. He hecho cinco ballets sobre Nietzsche. Le descubrí muy joven y me ha inspirado algunos de mis ballets más importantes, como la Novena Sinfonía. Por otro lado, trabajo mucho con la escuela, hay chicos jóvenes con mucho futuro. Ahora que estoy al final de mi vida siento que es muy importante transmitir algo a los jóvenes.¿Qué es lo que quiero trasmitir? La verdad del movimiento. Me gustan todas las formas de baile, conozco la danza de todos los continentes y muchas veces se cuentan mentiras sobre lo que es moderno. Yo busco la verdad del movimiento que, como digo, viene del cuerpo y del alma. Me gusta lo que permanece, lo que se podría llamar lo universal del ser humano.

-Hace unos años me comentó "en mis bailarines busco la sorpresa, eso que el mismo bailarín, sin saberlo, está buscando." ¿Qué hace que un bailarín o una bailarina sea excepcional?
-Debo todo mi talento a mis intérpretes. No es algo que se pueda definir con palabras. ¿Cómo puedo describir un olor con palabras? Pasa lo mismo con los bailarines que te trasmiten algo especial, simplemente lo percibo.

-Bolero fue estrenado en 1961. ¿En qué se diferencia el Bolero de hoy con el que creó hace 24 años?
-El ballet cambia con cada bailarín o bailarina que interpreta el papel central. Por eso en Barcelona habrá tres Boleros diferentes. ¡El Bolero lo ha bailado tanta gente! Puedo decir que actualmente es el único ballet en el mundo en el que los chicos y las chicas pueden bailar de una manera muy pura, sin que cambie la lectura de la pieza. Los pasos no cambian y son movimientos que vienen muy bien tanto para el hombre como para la mujer. Y la lectura del público tampoco cambia.

-¿En qué aspectos del arte o de la vida propia se ha inspirado para crear Brel et Barbara?
-A Brel le conocí muy poco, pero fui muy amigo de Barbara durante 20 años. Cuando tenía problemas me llamaba a las cuatro de la mañana y yo a ella. Fue como una hermana para mí. No es realmente un ballet, es una parte de mi vida.

-Y L’Art d’être grand père ¿cómo nació?
-Es un ballet muy particular. He hablado mucho con los jóvenes de la compañía. Tienen entre 18 y 25 años. Las ideas y los pasos son suyos, pero los he limpiado y ordenado para que tenga una teatralidad, para que sea interesante como estructura, para que el público no se sienta frustrado.

"Soy el abuelo de la compañía"
-Y ¿cuál es la clave del arte de ser abuelo?
-El título viene de un libro de poemas de Víctor Hugo, aunque no he tomado nada del libro. La inspiración vienen de los jóvenes de la compañía, pues me llaman el abuelo. Cuando tenía mi primera compañía, tenía solo 24 años y me sentía papá, responsable, siempre me he sentido responsable para ayudar y dirigir. No es una relación de director y trabajadores contratados, sino de gran familia. El abuelo es muy, muy importante, tiene experiencia, vivencias, edad. Es más fácil volver a ser niño cuando uno es viejo. En francés hay una frase muy bella, se dice "retomber a l´enfance", volver a caer en la infancia.

-Hay una descripción de su trabajo como "una manera de traducir las inquietudes e interrogantes de sus contemporáneos y llegar al gran público" ¿Cuáles son, actualmente, esos interrogantes que le preocupan?
-Tener claro que bailar es bailar. Se puede bailar de muchas maneras y veo a mucha gente que quiere ser muy teatral, se tiran al suelo..., pero el baile es algo natural. Se puede mezclar el teatro y la danza pero hay que bailar y ahora hay mucha gente que no baila. No me gustan las escuelas donde no se baila.

-Y los coreógrafos actuales ¿quién le gusta?
-Hay muchos, como Jiri Kylián, que es amigo mío, pero estoy demasiado ocupado con la compañía como para ir a verlos. Para poder verlo todo tendría que ser un crítico y no un coreógrafo.