Image: Gelabert-Azzopardi estrena  en el  Nacional de Catalunya Useless

Image: Gelabert-Azzopardi estrena en el Nacional de Catalunya "Useless"

Teatro

Gelabert-Azzopardi estrena en el Nacional de Catalunya "Useless"

La danza de la exageración

19 abril, 2000 02:00

Con una cuidada estética y un sencillo argumento, la compañía de danza Gelabert-Azzopardi se enfrenta a un nuevo reto: Useless (Inútil), un espectáculo concebido como homenaje al cine mudo que, a través de la música y de un humor sutil, reflexiona sobre el papel del ser humano en la sociedad contemporánea. Se estrena el próximo día 27 en el Teatre Nacional de Catalunya.

Hace ya algunos lustros que el trabajo de Cesc Gelabert se desarrolla más allá de los límites de la compañía cuya titularidad comparte con Lydia Azzopardi. Coreografías para ópera y teatro, la ejecución de sus Solos -el último se estrenará en el Festival Grec de este año- se alternan en su agenda con la docencia y los trabajos con sus bailarines. "Me interesa más construir una forma de trabajar que limitarme a hacer espectáculos. Lo que más me importa es el bailarín y su formación", explica el creador.

Por su anterior trabajo, Zumzum-Ka, la compañía Gelabert-Azzopardi es candidata a tres de los premios Max de este año. Su nueva entrega, Useless (Inútil) llega el próximo jueves, 27 de abril, a la sala Tallers del Teatre Nacional de Catalunya (TNC).

En forma de homenaje al cine mudo -y en particular a algunos de sus protagonistas, como Buster Keaton-, Useless quiere reflexionar acerca del papel del hombre en la sociedad contemporánea, sin olvidar el sentido del humor. "Yo trabajo para la gente tratando de aprovechar mi experiencia. Después de casi treinta años haciendo espectáculos, persigo que el público lo pase bien y logre soñar despierto". En ese sentido, Useless hace un guiño a la fábrica de sueños por antonomasia: el cine hollywoodiense de los años 20 y, en particular, a su ritmo, a su estética y a su tono.

Vestuario y música

A Gelabert le interesaba investigar cómo podía adaptar a la escena la peculiar aceleración de las películas mudas, y también su exageración de registros. Del fruto de esa investigación, y en colaboración con el joven guionista de cine y animación Mario Torrecilla, surgió un guión "que tiene mucho que ver con los locos guiones de las películas mudas de Buster Keaton". En él guión, y a modo de historia iniciática, se narra la peripecia de Giuliano en su intento de entender el mundo en el que vive y en el que hallará a Maureen, la chica de sus sueños, de quien inmediatamente se sentirá enamorado. "Quería proyectar en el espectáculo una sensación que tengo a menudo: vivimos bombardeados de información que no necesitamos y que en su mayoría no nos interesa. Creo que el héroe de nuestro tiempo es aquél que, sin alejarse del mundo, sin irse a ninguna isla desierta, es capaz de seguir conectado con su universo interior. En ese sentido, tanto Giuliano como Maureen son dos antihéroes", argumenta Gelabert.

El coreógrafo califica el espectáculo de "un compendio de excusas, ritmos, gags y razones sobre las que trabajar, aunque resulte muy difícil transformar todo esto en una coreografía. La estructura de ambas cosas no tiene nada que ver, es muy difícil trasladar a la danza la relación espacio-temporal de una historia con trama. La danza tiene más que ver con la poesía, con el sentimiento".

En el empeño del creador de hallar el equilibrio entre estética y argumento han jugado un papel fundamental los dos puntales sobre los que se alza el espectáculo: el vestuario y la música. Respecto al primero, realizado en vivos colores por Lyddia Azzopardi -cotitular de la compañía-, es "casi del protagonista" del espectáculo.
La música se sostiene en el ritmo para rendir homenaje al "ragtime", el tradicional acompañamiento a piano de las películas mudas, o al "musette", variante francesa y orquestada de lo mismo, con resonancias a Claude Debussy o Erik Satie, y en el que se insertan algunas piezas originales de George Gershwin o Roll Morton.
La fusión de tales materias primas ha dado lugar a una partitura que firma Mauricio Villavecchia y que cumple con fidelidad la máxima que Gelabert ha querido tener presente en todo momento: "movimiento exagerado con expresión exagerada".

Humor sutil

"Estoy en un momento en el que siento necesidad de decir cosas tiernas y con sentido del humor. Un sentido del humor sutil y claro, que se convierte en un reto cuando lo aplicamos a un espectáculo de danza", dice el coreógrafo, y añade: "Estoy particularmente orgulloso, por ejemplo, de que una de las protagonistas de la tercera parte del espectáculo sea una vaca. Una vaca bailarina. Seguro que nadie espera ver algo así en un espectáculo de Gelabert-Azzopardi".

Para el creador, esa utilización del humor -elemento nada habitual en espectáculos de danza- tiene que ver con su búsqueda constante de nuevos lenguajes: "Me encanta probarlo todo, ser una especie de todo terreno de la danza". En ese sentido, el trabajo en equipo que implica trabajar en la coreografía de una ópera le resulta lo más interesante. "Hace poco elaboré la coreografía de Aida en Shangai, con bailarines y acróbatas. Lo que más me divirtió fue el trabajo con los acróbatas, que tan distinto resultaba de mi modo de trabajar. Me lo pasé pipa".

Respecto al espacio escénico utilizado en Useless, las circunstancias han obligado a optar por la máxima sencillez: apenas algunos cortinajes en un escenario vacío. ¿Los motivos? Los de siempre cuando se habla de danza: la endémica falta de recursos. "Es un asunto que ya me cansa y sobre el que no quiero insistir, porque siempre acabamos hablando de lo mismo, pero si la gente que tiene la capacidad de cambiar esta situación no lo hace, qué más podemos decir". Y añade: "Sólo sé que las circunstancias en las que trabajamos en Catalunya extrañan a los profesionales extranjeros y que este espectáculo, hecho con doce bailarines, una coreografía y una pequeña película que se proyectará al fondo, hubiera sido un gran musical. En lugar de eso, tenemos sombras chinescas, espacio vacío y siete intérpretes. Hemos tenido que buscar soluciones, como siempre, para aproximarnos a la idea original gastando lo menos posible".

Entre los siete bailarines se cuenta, como es habitual en sus espectáculos, el propio Gelabert: "No renuncio a bailar en mis montajes porque es lo que más me gusta del mundo. Lo que sucede es que, poco a poco, tengo que ir bailando menos, porque no puedo hacerlo todo". Los seis compañeros de escenario de Gelabert son en esta ocasión Giuliano Guerini, Maureen López, Núria Martínez, Thomas Noone, Roberta Pagliano y Kylie-Jane Wilson. El espectáculo, una coproducción entre el TNC, la compañía Gelabert-Azzopardi y el Hebbel-Theater de Berlín, emprenderá una gira española e internacional después de su estreno en Cataluña. En el Nacional podrá verse hasta el 7 de mayo.