La puesta en escena del Faust de Gounod llevará el sello de Àlex Ollé. Foto: Ruth Walz

El buen uso que Gounod realizó en su Faust de los pasajes líricos y poéticos -fieles al original de Goethe- se pondrá a prueba en el montaje que llega al Teatro Real el 19 y que cuenta con la dirección escénica de Àlex Ollé.

Faust de Gounod no se representa en el Real desde febrero de 2002. La obra se estrenó en el Teatro Lírico de París el 19 de marzo de 1859, dentro de la típica estructura de ópera cómica, con diálogos hablados. Un año más tarde, en Estrasburgo, se dio con recitativos y nueve después se sumó el ballet, como exigía toda una tradición de grand opéra. Es en esta versión de 1869, presentada en la Ópera de París, como es conocida y apreciada, aunque no figure habitualmente en la que se suele ofrecer toda la música pensada e incluso escrita por el compositor.



Los libretistas, Barbier y Carré, transformaron a Fausto, como señala el musicólogo Sternfeld, de un buscador de conocimiento (o de experiencia, o de poder) en un tópico amante de ópera. En el haber de Gounod, aparte de la concepción melódica, hay que poner el buen uso, de forma muy fiel al original goethiano, de los pasajes más líricos y poéticos. La ópera valdría poco si no estuviera atravesada de principio a fin de líneas vocales y orquestales tan hermosamente delineadas; algunas de un lirismo poético excepcional.



Esta ópera valdría poco si no estuviera atravesada de principio a fin por líneas vocales y orquestales hermosamente delineadas

Son muchos los números que se han hecho famosos, como el aria de las joyas, la cavatina de Fausto o la escena de la kermesse con el satánico brindis de Mefistófeles. Pero destacaríamos por encima de ellas la Balada del rey de Thulé que canta Marguerita, un Moderato maestoso un peu retenu que se encuadra en una escena, la sexta del tercer acto, provista de indudable unidad y que elimina todo asomo de monotonía. Es una antigua canción de ritmo muy sencillo -4/4-, que sigue las oscilaciones de la rueca, y una melodía también simple llena de encanto.



Las funciones del Real, que se extienden del 19 de septiembre hasta el 7 de octubre, aparecen presididas por la fantasía escénica de Àlex Ollé, director del espectacular -y discutible- Holandés errante de hace dos temporadas, artista de enorme aliento que quizá nos descubra mundos nuevos y sobrecogedores en esta puesta en escena proveniente de la Ópera Nacional de Ámsterdam.







El principal reclamo vocal es el tenor polaco Piotr Beczala, actualmente un lírico puro de emisión bien regulada, muelle, de timbre argénteo, no exento de ciertas penumbrosidades, de método de canto estricto y sólido; de expresión justa y de legato interesante. La voz, con el tiempo, ha ido creciendo y el artista se ha ido embarcando en aventuras más enjundiosas, de contenido más dramático; en partes propias de los líricos plenos o, incluso, los líricos-spinto. Ya en 2009 cantó esta parte en la ABAO y viene de triunfar en Bayreuth como Lohengrin. Se alternará con él Ismael Jordi, lírico-ligero de menor densidad y encarnadura más feble. Buen artista en todo caso. Marguerite se lo reparten dos buenas sopranos líricas -no ligeras- como Marina Rebeka e Irina Lungu. El siempre eficaz y flexible Luca Pisaroni, de canónica emisión, alternará Mefisto con el robusto e irregular Erwin Schrott y con el joven y más oscuro Adam Palka. Stéphane Degout y John Chest (Valentin), Serena Malfi y Annalisa Stroppa (Siebel), Sylvie Brunet-Grupposo y Diana Montague (Marthe) e Isaac Galán (Wagner) completan el buen reparto que estará en las manos de Dan Ettinger, director muy valorado en Alemania.