Robe Iniesta ha sido el gran emblema cultural de Extremadura de las últimas décadas. Desde el propio nombre de su banda de toda la vida, Extremoduro, hasta algunas canciones, como Extrema y dura —que el escritor Lorenzo Silva proponía como himno oficial de la comunidad autónoma—, el músico llevó siempre su región por bandera, pero a su manera, como todo en él.
“Hizo el mundo en siete días, Extremaydura el octavo. A ver qué coño salía, y ese día no había jiñado. Cagó Dios en Cáceres y en Badajoz”, cantaba en aquella canción emblemática de la banda.
En la biografía de Robe pesa la tensión entre el orgullo extremeño y la necesidad de escapar: el grupo nació en la provincia de Cáceres, pero su carrera se consolidó en circuitos urbanos que miraban poco al suroeste peninsular. Así, Robe se convirtió en un embajador involuntario de su tierra y en una voz de la periferia con la que mucha gente se sintió identificada.
Ante la falta de una industria musical sólida en su tierra, Robe vivió durante décadas en el País Vasco, donde se empapó de la escena rock vasca y estrechó lazos creativos que marcaron el sonido de Extremoduro.
En la última etapa de su carrera, no obstante, su relación con Extremadura se volvió más explícita en el plano creativo y laboral, ya que Robe armó una banda compuesta íntegramente por músicos extremeños.
Esta decisión tenía también una lectura política y cultural de fondo: mientras buena parte de la industria musical se concentra en Madrid o Barcelona, Robe consolidaba un proyecto profesional que situaba a intérpretes extremeños en giras estatales de primer nivel.
Medallas al cuello
Figura a la vez contracultural y transversal, todo el mundo lo admiraba, independientemente de su ideología. Incluso llegó a poner de acuerdo este mismo año a PP, PSOE, Unidas Podemos y VOX, algo completamente insólito, cuando por unanimidad los cuatro partidos decidieron nombrarlo hijo predilecto de su ciudad natal, Plasencia.
“Robe, líder de Extremoduro y referente de la música española, ha llevado el nombre de nuestra ciudad y de Extremadura a escenarios de todo el país. En la última década, su banda está formada en su totalidad por músicos extremeños, mostrando el talento de nuestra tierra”, expresó el ayuntamiento en un comunicado.
Pero su relación con las instituciones y los políticos extremeños ha sido siempre incómoda, marcada por una mezcla de orgullo de pertenencia, distancia crítica e incluso choques abiertos. Le concedieron premios y distinciones, pero nadie logró jamás ponerle el collar al perro.
El último gran reconocimiento que le fue concedido fue, por parte del Ministerio de Cultura que dirige Ernest Urtasun, la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes, en 2024. Aún no han sido entregadas, y ya nunca sabremos si Robe habría acudido a recogerla.
“Locales para los chavales”
Hay que recordar que una década antes, en 2014, recibió la Medalla de Extremadura. Y fue, casi podríamos decir que a regañadientes. Allí se plantó, en el Teatro Romano de Mérida, entre tanto traje y corbata, con una camiseta con el famoso grafiti de Banksy en la que un manifestante arroja un ramo de flores, símbolo inequívoco de la lucha contra el poder establecido.
“Los que me conocéis ya sabéis que no me gustan este tipo de actos, así que lo primero que hice cuando me lo notificaron fue buscar razones para no venir”, dijo antes de aprovechar “la autoridad” que le concedía esa medalla para pedir, pensando en las futuras generaciones, “locales de ensayo para los chavales”. Para que no tuvieran que emigrar de Extremadura como hizo él más de 20 años antes.
Ese recelo de Robe hacia los políticos viene de lejos. A comienzos de los 2000, Extremoduro se enfrentó al entonces alcalde de Plasencia, del Partido Popular, tras la censura a varios grupos de rock por supuesta protección de la “salud intelectual” de la juventud, lo que generó una carta pública de protesta del entorno de la banda.
Años después, el expresidente extremeño Juan Carlos Rodríguez Ibarra reivindicó en una carta a Robe como referente de la región, un gesto que ilustraba hasta qué punto el poder institucional intentaba acercarse a una figura que, al mismo tiempo, ponía límites claros a esa apropiación.
Todas las generaciones de músicos extremeños posteriores tienen a Extremoduro como referente, sigan o no sus pasos en lo que respecta al estilo. Es el caso de Sanguijuelas del Guadiana, la gran revelación de la música extremeña de este 2025.
“En un pueblo tienes que hacer música a cabezazos”, decían en una entrevista reciente en El Cultural. Y le daban la razón a Robe: “Necesitamos locales para que la gente vaya a hablar, a pintar, a tocar música, a hacer lo que les dé la gana, básicamente [...]. Si tú quieres grabar un disco desde el pueblo y no conoces a nadie, es complicado, no tienes ni puta idea de cómo funciona el juego".
