Frágiles como una bomba. Así son Cecilia Soto, Elsa Moreno y Natalia Montes, tres veinteañeras a las que les gusta incomodar, montar el pollo, no estarse quietecitas. Recuerdan a las Vulpes, más punkis de actitud que de sonido, pero no pretenden ser otras que Las Petunias.
Con su álbum debut, Creo que soy de porcelana (Ternura, 2024), que ha cumplido un año este noviembre, dinamitaron una industria musical demasiado complaciente.
Sampleando el himno de la URSS, copiando a The Cranberries, versionando a Jarfaiter y sin miedo de morder la mano que, después de cinco años haciendo música, por fin les da algo de comer.
Ahora acaban de lanzar Ahí te pudras, maldita (Sonido Muchacho), que presentarán en febrero en la Sala But de Madrid. Un EP con un sonido mucho más pulido, producido por Carlos Díaz, pero en línea con ese "punk mono" que defienden a capa y espada. Literalmente.
Han tocado en Nueva York y en Corea del Sur, pero las Petunias no son otras rockeras de Malasaña, sino tres amigas de la sierra de Madrid. Todavía van a la universidad y viven con sus padres. "Somos las personas más jóvenes de la escena y se siente un poco ser Lucía Gil en Camp Rock", bromea Natalia (teclado), cuya referencia a esa niña Disney precoz delata su generación.
"Me gusta que estemos en esta etapa vital y hablar sobre ello porque es algo de lo que otros músicos no te pueden hablar", cuentan a El Cultural en las oficinas de Sonido Muchacho, con el que han fichado recientemente después de autoeditar su primer álbum, pagado por ellas "hasta el último céntimo".
Las tres cantan a la vez y hablan, a borbotones, de cómo este nuevo disco les ha hecho reformular su sonido y conectar con sus madres, quienes han tenido que ponerse en sus zapatos, por primera vez, para hacer de ellas en el videoclip "Historias de mi madre", una de las nuevas canciones. "Ahora ya saben lo que pesa la guitarra".
También sobre "tocar hierba", rehuir del narcisismo de la industria musical —"No a todo el mundo le preocupa el próximo visualizer de tu disco. Ese Tik Tok no es tan importante"—y de estar bajo el ala de bandas a las que admiraban antes de dedicarse a esto, como Carolina Durante o Hinds, a los que han teloneado.
Pero rodearse de gente normal, que no se dedique a la música, es su forma de no perder de vista lo importante. "Nos han tachado de enchufadas por ser mujeres con un poco de éxito, pero por mucho que nos apoyemos con otras bandas, nuestro tiempo libre lo pasamos con nuestras amigas de toda la vida y con nuestras parejas. No somos muy de fiesta de Tempo 2".
Las Petunias se han erigido como el futuro de una escena emergente estancada, nacida en prepandemia pero reactivada después del confinamiento, en parte por la "sobrepoblación extrema" de bandas de guitarras que han surgido en los últimos años. La clave: la constancia y no intentar sonar como a nadie.
"Nosotras encontramos nuestro sonido muy pronto porque justamente no sabíamos hacerlo muy bien y eso hizo que nos centráramos en las letras porque con las melodías éramos más novatas", admite Cecilia pero entiende la frustración de muchas otras bandas por conseguir una identidad propia.
"Hay muchas que no consiguen encontrar su sonido. Es muy difícil cuando todos nos adherimos a bajo, guitarra, teclado y batería. La escena electrónica, de Ralphie Choo o rusowsky, tienen infinidad de sonidos, de formas de hacer canciones y hay mucha más cabida a la experimentación".
Se resisten, aun así, a creer que repetir fórmulas de éxito sea la única opción. "Hay un problema con bandas tan generacionales como Carolina Durante y es que hay muchos hombres que quieren ser ellos, que incluso imitan la voz de Diego [Ibáñez]. Y les entiendo, porque son nuestras estrellas, pero no podemos quedarnos ahí. Ni ellos ni otras bandas influyentes querrían eso".
Y diagnostican que uno de los grandes males de esta industria es la inmediatez. "Muchas bandas se han quedado a medio camino porque dicen: quiero hacer un concierto en la Sala Sol de aquí a tres meses y quiero llenarlo. Tener objetivos es algo muy positivo, pero también hay que ser realista, porque si no te frustras y dices: a la mierda el grupo. Entiendo que no te motive tanto si lo que estás vendiendo es un producto y no el deseo de tener una banda", señala Elsa (guitarra).
"Nosotras hemos tenido conciertos donde nos han estafado, no nos han pagado, conciertos en los que han venido tres personas y, aun así, los hemos dado. Hemos perdido mucha pasta, hemos hecho todo muy casero, pero hemos tenido energía para estar casi cinco años donde no le importábamos a nadie", añade Cecilia.
Estas veinteañeras, que empezaron a lanzar canciones en 2021, siguieron el relevo de bandas como Cariño o las Shego. Ambas anunciaron recientemente su ruptura, aunque continuarán con otros miembros, como ya hicieron las Hinds. "Hace tres años salían un montón de bandas femeninas. De repente, se veía más mujeres jóvenes haciendo música. Y ahora siento que todas las bandas que salen son masculinas", aseguran.
Ante este retroceso y la "misoginia interiorizada" que busca convertirlas en "víctimas fáciles", Las Petunias contraatacan en sus letras. "Indie, rico, no has visto El Pico / Tus totes dan asco, deja el perico / Quiero que ardas, con la Fender puesta / Vete a tirar flores a los guardias", cantan en "Marcelo Criminal".
"Tengo la teoría de que si a un disco hecho por mujeres le dan un cinco de nota general, el equivalente en un tío sería un ocho y medio, porque no hay tanta exigencia, pueden hablar de gilipolleces y no pasa nada. Si nosotras lo hacemos, dicen: no están aprovechando su talento y su altavoz... Lo utilizo para lo que quiero, si a nosotras nos pueden criticar la forma de vestir, la estética o si mi guitarra suena mejor o peor yo puedo decir que eres un pringado y que no aportas nada a nadie".
Creen que se canaliza mucha rabia hacia ellas —sobre ser "una cuota paritaria" y un "lavado de cara"—, pero defienden su sonido garajero sucio, que salpica, chirría y erra en directo.
"A los hombres que se han comprado un pedal de 500€ les jode que llegues tú con una actitud y un sonido más macarra, más punk, más imperfecto, y consigas cosas. Les jode que tú puedas llegar hasta ahí, que es donde ellos quieren estar, porque se creen mejores que tú. Pero para escuchar una guitarra mágica vas al concierto de Roger Waters en Madrid y pagas 100 pavos. No todo es la calidad de tus instrumentos, también importa tu actitud. Igual tus letras no tienen nada que decir y eso se nota. ¿Qué culpa tengo yo? Ya me compraré el pedal, ojalá, pero déjame llegar hasta ahí porque no tengo padres que me lo puedan pagar", dice Cecilia.
Y Elsa coincide: "Crecer de manera independiente te curte, te prepara para entender el valor de las cosas, de los instrumentos, entender que no vas a tener siempre a una discográfica detrás. Si te lo dan todo hecho desde el principio se nota en tu actitud y en tus canciones".
Cada rockero tiene su esencia y Las Petunias, en todos sus temas mencionan la violencia. Reivindican el mítico Me gusta ser una zorra de las Vulpes o el Mi coño y yo, de Tus novias Indies. No está de más, en un momento en el que parece que la música —y más la hecha por mujeres— deba endulzar para encajar.
En el caso de Las Petunias, incomodar es un orgullo: "Qué gusto que haya tres chavalas cantando esto en una sala en la que seguramente va a haber mucho hombre y que se pongan incómodos, que les incomode de verdad tener que escuchar a una mujer hablar de su coño".
