Hay que alabar la imaginación de los productores y directores de este video promocional de Rosalía, que han visitado ya centenares de miles de usuarios. Goza de una realización perfecta y ajustada, una iluminación bien estudiada y un movimiento cinematográfico muy sugerente.
La música, de impacto directo, sugerida por el productor y creador Yves Tumor, posee un impacto frontal, arrollador partiendo de unos procedimientos hábilmente hilvanados sobre una base rítmica y melódica de rasgos minimalistas, que bebe directamente de la herencia, deformada y actualizada, de los conciertos de Vivaldi y, episódicamente, al menos a primera vista, de ciertos pasajes del Requiem de Mozart.
Acertamos también a detectar, con la incorporación de voces humanas, curiosos aires de música rusa, de esa tan contagiosa emanada de los coros populares.
La acción que discurre bajo esa impactante sonoridad tiene rasgos eminentemente oníricos. La joven que llega a su casa y desarrolla habituales acciones domésticas, se ve envuelta por las imágenes y sonidos creados por su fantasiosa mente. Rítmica demoledora y ataques furibundos salidos de los arcos de un poblado conjunto de cuerdas, más adelante, en el curso de la acción, completados con instrumentos de viento.
Tras un comienzo aparentemente tranquilo los pentagramas echan chispas impulsados por el imponente fluido orquestal mientras ella realiza sus trabajos caseros. Por fin une su voz al tutti y canta plañideramente, con voz de muy aérea soprano ligera, artificialmente amplificada, pasajes en distintos idiomas: alemán, español, inglés… El espectro vocal es grato, sinuoso y atractivo. Por supuesto nada enjundioso pero resultón.
En la segunda mitad el vídeo se hace nocturno y desaparece de la pantalla la orquesta. La protagonista, tras tratar de empeñar, al parecer sin éxito, una sortija, regresa a su casa y mantiene, mientras la aérea voz de Björk se escucha en pasajes melismáticos, relación con distintos y corretones animalitos: un ciervo, un zorro, un conejo, un cisne, un perro... Y un curioso pajarito que, en su mano, parece ser el cantor que anima la velada.
Sobre un pasaje sonoro protagonizado por una voz masculina, la del propio productor Yves Tumor, que repite insistentemente en inglés I’ll fuck you till you love me, las imágenes se tornan amenazadoras y oscuras, en un expresionista blanco y negro.
Rosalía, en 'Berghain'
El dulce sueño se ve así agitado e intranquilizador. Pero finalmente todo se torna grato y con la luz del día, tras el descanso, una paloma alza su vuelo mientras se escuchan las palabras Love me, Love me. La sortija, que la joven trataba de empeñar, reaparece luminosa tras unos violentos golpes de timbal. Y un terrón de azúcar se disuelve morosamente en el café mañanero.
Estamos ante un espectáculo en el que han intervenido decenas y decenas de profesionales, realizado a imagen y semejanza de Rosalía, que queda de esta manera encumbrada en lo más alto.
Su arte, algo ampuloso y superficial, plasmado aquí de manera muy fantasiosa, sin ahorrar ningún tipo de medios, brilla donde tiene que brillar: en el paisaje decorativo de este tipo de productos, fáciles de ver y de asimilar, tras los que el personaje protagonista aparece bien y algo acarameladamente descrito. Con imágenes y sonidos hábilmente creados.
Un producto comercial, pues, que cumple con creces los propósitos para los que fue creado.
