Berghain, el nuevo tema que acaba de lanzar Rosalía, es el pistoletazo de salida a la era Lux, una etapa que promete ser la más experimental y espiritual de la artista catalana hasta la fecha.
El sencillo, interpretado con tintes operísticos en alemán, español e inglés, se inspira en el mítico club berlinés Berghain, pero lo transforma en un templo donde el deseo, la culpa y la redención se mezclan en una liturgia absolutamente pop.
En el videoclip, dirigido por la productora CANADA con la que ya grabó su hit Malamente, Rosalía despliega una iconografía cargada de referencias religiosas y cuentos góticos.
Piel pálida, cinta de pelo roja y su don para hablar con los animales transforman a la cantante en una Blancanieves contemporánea, más cercana al mito subvertido que a la princesa Disney.
La vemos planchando, fregando y ordenando su casa, repitiendo gestos domésticos que en el cuento clásico definían el confinamiento femenino, pero aquí parecen resignificarse. Rosalía no parece limpiar para otros, sino como acto de purificación.
En una de las secuencias más impactantes del video, acude a una casa de empeños a vender su corazón, imagen que transforma el romanticismo literal en una transacción simbólica.
Es la metáfora del sacrificio y la autotransformación, la artista se desprende de lo más íntimo —del amor, incluso de sí misma— para poder renacer en el disco que viene.
Un simbolismo que entronca con las ideas de la filósofa Simone Weil, cuya frase "El amor no es consuelo, es luz" es uno de los lemas que aparecen inscritos en el CD del nuevo disco.
En el vídeo, además, Rosalía alterna sin pudor versos de sumisión ("solo soy un terrón de azúcar") con declaraciones sexuales explícitas ("I’ll fuck you till you love me"), proponiendo un juego de poder, en el que el deseo y la fragilidad pueden convertirse también en fuerza.
Al final del videoclip, la artista se transforma en paloma, símbolo universal del espíritu y la gracia, que evoca tanto el mito cristiano del Espíritu Santo como las tradiciones místicas.
Ese vuelo final, parece la culminación poética de su proceso de purificación, una plenitud que aparece cuando uno se entrega al vacío y se desprende de lo material, tal como sostenía Weil, su principal referencia intelectual de este disco.
La canción, que cuenta también con la voz de Björk, con la que ya había colaborado en Oral, y el artista Yves Tumor, aporta una capa extra de oscuridad a la canción tanto en lo musical como en lo conceptual.
Sintetizadores, violines y una voz con tintes operístico que, junto con la variedad lingüística, refuerzan el carácter experimental y arriesgado de la propuesta.
Con Berghain, Rosalía rompe con la iconografía de la era Motomami (2022), superando el frenesí urbano que dominaba aquella etapa. Si Motomami exploraba la identidad desde el ruido y la velocidad, Lux busca lo contrario: el silencio y la luminosidad de la pureza.
