Cuando Paul Weller fundó The Jam en 1977, tenía apenas 19 años y ya escribía canciones como si tuviera el peso de todo el Reino Unido sobre los hombros. 47 años después, en Find El Dorado, su nuevo álbum, no grita ni denuncia, pero sigue hablando con la misma urgencia interior y personal con quince canciones que no son suyas, pero que ha vivido como propias. Versiones, sí, pero filtradas por una vida entera de obsesión melódica, memoria y reverencia. "El modfather", más que reinterpretar, recuerda en voz alta.
A lo largo del disco, publicado por Parlophone y producido por su inseparable Steve Cradock, Weller ofrece una reinterpretación íntima y respetuosa de temas que lo han acompañado durante años.
"Estas son canciones que he llevado conmigo desde hace mucho tiempo. A lo largo del tiempo han tomado formas distintas, y ahora sentí que era el momento de compartirlas", ha explicado. Y eso se nota: cada arreglo parece el resultado de una conversación larga, de esas que solo se tienen con los viejos amigos.
Lejos de ser un álbum de versiones al uso, Find El Dorado se asemeja más a una colección de retratos en blanco y negro. Desde Pinball de Brian Protheroe hasta la luminosa I Started a Joke de los inicios de los Bee Gees, pasando por joyas escondidas como Clive’s Song o White Line Fever, Weller no busca reinventar sino trazar una ruta de influencias catárticas.
En algunos casos, como Nobody’s Fool de The Kinks, suena como un gesto de agradecimiento directo a uno de sus grandes referentes. En otros, como Journey de Duncan Browne, parece estar hablándole a su yo más joven.
Weller no ha hecho este camino solo. Lo acompaña un reparto de lujo: Robert Plant, Noel Gallagher, Declan O’Rourke, Seckou Keita. Todos aparecen con discreción, sin robar protagonismo a las canciones.
Gallagher, que ya ha colaborado antes con él, ha declarado que grabar con Weller es "como meterse en el estudio con tu hermano mayor que lo ha visto todo y aún tiene curiosidad". Robert Plant, que podría caer en el gesto grandilocuente, opta aquí por un fraseo casi íntimo, despojado.
Y, sin embargo, ningún gesto de Weller es inocente. Ningún disco suyo puede leerse al margen de su historia. Porque si hoy puede hacer algo tan contenido y elegante como Find El Dorado, es porque durante casi cinco décadas ha sido una de las figuras más influyentes de la música británica.
En 1977, con apenas 19 años, formó The Jam, el trío que devolvió urgencia, estilo y mensaje al rock británico en plena efervescencia punk. Pero mientras otros gritaban sin rumbo, Weller escribía letras que hablaban de alienación, clase, violencia institucional y amor cotidiano, con una mezcla de rabia y ternura que pocos han conseguido igualar.
Temas como In the City, Down in the Tube Station at Midnight o Going Underground se convirtieron en himnos de una generación y consolidaron su figura como una voz que no solo entendía la calle, sino que sabía cómo convertirla en canción.
En cinco años y seis discos, The Jam pasó de ser un grupo de suburbio a convertirse en una referencia cultural. Y Weller, con sus trajes bien cortados, su obsesión por el soul de los 60 y su ética obrera, se ganó el apodo que lo sigue acompañando: The Modfather, el padrino del mod (por su similitud con "godfather", "padrino").
Pero como buen mod, no se quedó en el estilo. Lo rompió. En 1982 disolvió The Jam en el pico del éxito y fundó The Style Council con Mick Talbot. Fue un movimiento arriesgado, y completamente opuesto: funk, jazz, bossa nova, sofisticación continental, letras comprometidas, nuevas formas de militancia sonora.
Canciones como Walls Come Tumbling Down!, My Ever Changing Moods o The Paris Match demostraron que no estaba interesado en repetirse. Estaba buscando. Siempre ha estado buscando.
Desde 1992, su carrera en solitario ha sido una de las más coherentes del panorama británico. Wild Wood (1993) y Stanley Road (1995) lo confirmaron como heredero directo de Ray Davies, Steve Marriott y Traffic, pero con un toque personalísimo. A lo largo de más de doce discos ha probado con la psicodelia, el pop barroco, la electrónica sutil, el folk, siempre desde un lugar honesto.
En sus trabajos más recientes —On Sunset (2020), Fat Pop (2021) o el celebrado 66 (2024)— ha seguido ampliando su vocabulario sonoro sin perder el acento.
Su influencia va más allá de lo musical. Ha marcado la forma en la que generaciones enteras —de Blur a Arctic Monkeys pasando por Oasis, de Ocean Colour Scene a The Libertines— han entendido qué significa ser británico, vestir con intención, cantar sobre tu barrio, tener conciencia sin sermonear. No hay festival, reedición o documental sobre la cultura mod, el britpop o el working class hero que no lo mencione. Es parte del ADN.
Por eso Find El Dorado tiene tanto peso incluso en su aparente ligereza. Porque quien lo canta no es solo un músico que revisita canciones: es alguien que ha construido un lenguaje propio y ahora lo emplea para homenajear a otros.
La elección de temas poco conocidos, la forma en que los arregla con cariño y contención, el respeto por la letra y la melodía… todo habla de alguien que ha escuchado mucho y que, por encima de todo, sigue siendo fan.
"Es estimulante encontrar canciones brillantes que no conocías antes. Me sigue emocionando ese descubrimiento", dijo recientemente. Esa frase podría resumir su carrera entera. Desde sus inicios, ha sido un traductor de influencias, un cartógrafo del gusto, un tipo capaz de conectar Stax con The Who, Curtis Mayfield con el sur de Inglaterra, el soul con los autobuses de Londres.
Find El Dorado es el disco de un artista que ya no necesita demostrar nada, pero que sigue queriendo decir cosas. Un trabajo que funciona como conversación íntima con quienes llevan décadas siguiéndolo y también con quienes lo descubren por primera vez.
No hay necesidad de mirar atrás cuando el presente está tan vivo. Y sin embargo, Weller lo hace. Mira atrás, sí. Pero no para detenerse, sino para entender de dónde viene todo esto. La música. La pasión. El estilo. El camino hacia El Dorado.