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Minimalismo y emoción. Esta es la combinación ganadora que ha convertido a Max Richter (Hamelín, Alemania, 1966) en uno de los compositores de música clásica contemporánea más aclamados y solicitados de los últimos años, sobre todo en el mundo del audiovisual.

Richter sabe como nadie pulsar esa cuerda que llevamos dentro y hacernos disfrutar de lo lindo llorando a lágrima viva con su música. Háganse el test: escuchen su famosísima On the Nature of Daylight —a ser posible junto al videoclip protagonizado por esa intérprete experta de las emociones llamada Elisabeth Moss— y pásense después el dorso de la mano por las mejillas.

Es música con la que acompañar un duelo, una ruptura, cualquier drama o simplemente una tarde tonta y nostálgica en la que queremos sentirnos protagonistas de una película triste. ¿Genio o manipulador emocional?

Sea una cosa o la otra, lo cierto es que Richter —alemán de nacimiento y criado en Reino Unido— envolvió con su hechizo a los espectadores que acudieron a verle este lunes a su paso por el ciclo Noches del Botánico, en Madrid, en la que es su primera gira mundial a pesar de su ya dilatada trayectoria.

El hombre que se atrevió a recomponer a su manera Las cuatro estaciones de Vivaldi y que hizo un disco llamado Sleep concebido para ser escuchado mientras se duerme —y del que prepara una nueva versión para septiembre titulada Sleep Circle—, salió al escenario a las 21:40 h, acompañado por un quinteto de cuerda.

Sentado al piano y a los teclados, de pie ocasionalmente para lanzar las programaciones electrónicas y manejar efectos, Richter tocó casi íntegros su último disco publicado, In a Landscape (2024), y, tras una pausa, el más celebrado de su carrera, The Blue Notebooks (2024), que ha cumplido ya veinte años.

En el primero de ellos, es decir, el más reciente, juega a la fusión de contrarios. “Vivimos en un mundo cada vez más dividido y quería hacer una obra donde cosas que son muy diferentes pudiesen coexistir en el mismo espacio”, explicó Richter antes de empezar el recital. Así, en este disco confluyen “la música electrónica y la instrumental, el mundo humano y el mundo natural, objetos encontrados y música compuesta, el paisaje exterior y el paisaje que todos llevamos dentro”.

El mundo natural sin duda estuvo presente, ya que a ese paisaje se sumó, durante toda la primera parte del concierto, un ejército de cigarras haciendo sonar sus carracas a toda potencia desde los abetos que rodean el escenario del Botánico. Con su tempo propio e inmutable, completamente ajenas a lo que estaba pasando sobre las tablas y a lo que sonaba por los altavoces.

En general, las composiciones de In a Landscape son más ambientales que las de The Blue Notebooks. Son piezas con una cualidad paisajística —como indica su título—, cinematográfica, atributos que han convertido a Richter en uno de los compositores mejor avenidos con el mundo del audiovisual.

Su trabajo más icónico en ese ámbito es The Departure, el conmovedor tema principal de la serie The Leftovers, y en los últimos años no ha dejado de firmar bandas sonoras, como las de las cuatro temporadas de La amiga estupenda, basada en la novela de Elena Ferrante; El velo, miniserie protagonizada también por Elisabeth Moss; la película Spaceman (aquí menos emotivo, más enigmático y ambiental) y un largo etcétera.

Después de tocar In A Landscape casi al completo y en el mismo orden —incluyendo las grabaciones de campo llamadas Life Studies—, el espectáculo prosiguió tras una pausa con The Blue Notebooks.

Este disco, como explicó Richter, se inspira en los Cuadernos en octavo de Franz Kafka, en los que el escritor checo plasmó entre 1916 y 1918 sus pensamientos, relatos breves, ocurrencias y aforismos.

De nuevo el compositor aludió a la situación política del mundo, en este caso la de 2004, cuando compuso el álbum, marcada por la invasión de Irak. “En aquella época yo sentía que la geopolítica se había convertido en una rama de la ficción creativa”, dijo aludiendo veladamente a la patraña de las armas de destrucción masiva que se usó para invadir el país árabe.

A Richter y su quinteto se sumó la compositora Afrodeutsche para leer los fragmentos de Kafka que en la grabación original leyó la actriz Tilda Swinton. Eran las 23 h, la noche ya había caído y las cigarras ya habían reducido a la mínima expresión su cántico para que los músicos pudieran interpretar sin distracciones la esperada On the Nature of Daylight, una composición que aparece en películas como Shutter Island y La llegada.

La música de Richter es sencilla. La armonía lo es, lo son los arpegios, también las melodías y los patrones rítmicos —salvo algún que otro compás de 5/4—. Donde los músicos pueden lucirse es en el fraseo y la dinámica, dos elementos que el quinteto de cuerda que acompaña al compositor y pianista sabe manejar a la perfección. El protagonismo melódico se lo turnaban los dos violinistas, Eloisa-Fleur Thom —especialmente inspirada en Love Song— y Max Baille. Completan la formación la violista Connie Pharoah y, al violonchelo, Zara Hudson-Koddoj y Max Ruisi.

En el público, junto a nosotros, un padre melómano contagiaba su entusiasmo a su hijo preadolescente, que irrumpía en vítores tras cada interpretación. Delante de ellos, dos amigos celebraban cada pieza como un gol de su equipo favorito y brindaban por su amistad con cerveza, besos y abrazos. La mujer que los acompañaba apenas hizo uso de la silla: se había retirado a un lugar apartado para bailar todos y cada uno de los temas, con los brazos en el aire, los ojos cerrados y una sonrisa.