La actriz y cantante Jane Birkin en una imagen de archivo.

La actriz y cantante Jane Birkin en una imagen de archivo. Europa Press

Música / Cine

Jane Birkin, un hito fundamental en la cultura europea

Serge Gainsbourg le regaló la fama, pero ella nunca descuidó su auténtico objetivo, el cine, y tras el éxito de "Je t'aime... moi non plus" consiguió forjar una discografía intachable.

16 julio, 2023 19:59

La noticia llegaba hoy al mediodía, cuando la prensa francesa lanzaba un titular que quienes por diversos azares nos movíamos en su entorno temíamos desde hacía tiempo: Jane Birkin acababa de fallecer en su domicilio parisino. Los rumores sobre su estado de salud eran moneda común en los últimos meses. Oficialmente, su desaparición del escaparate público estaba motivada por una reciente caída, pero la cancelación de la gira que este verano iba a llevarla a reencontrarse con su público hacía intuir que los efectos del ictus que la actriz había sufrido hacía un par de años habían conducido todo hacia un callejón sin salida.

Una muerte que ya había conocido un terrible preámbulo en 2013 con el suicidio de Kate, la hija que había tenido casi en su adolescencia con el compositor John Barry. Jane solía recordar cómo su nieto Marlowe resumía su tránsito a partir de entonces con la frase “estabas aquí pero no estabas aquí”. No significa esto que aquello marcara un punto final: habría nuevos discos, habría nuevas giras, publicaría sus diarios, incluso participaría en esa emocionante declaración de amor que le dedicaría su hija bajo el título Jane por Charlotte (2021). Pero todo parecía indicar que el antiguo impulso que había movido su carrera se había extinguido y a la luz de lo sucedido no es difícil leer estas escalas como una larga despedida de un público que tanto la había querido.

Al conocer a Serge Gainsbourg el encuentro profesional no tardó en virar hacia un enamoramiento fulminante y una historia de amor legendaria

El pálpito de este cariño fue lo que movió siempre la carrera de Birkin. Lo sintió por primera vez en Francia, cuando tras dar sus primeros pasos como actriz en su Inglaterra natal decidió descartar una posible carrera en Hollywood para embarcarse en París en el rodaje de Slogan (1968), una pequeña película levantada en torno a la fama de un personaje del que Jane nunca había oído hablar. Pero al conocer a Serge Gainsbourg el encuentro profesional no tardó en virar hacia un enamoramiento fulminante y una historia de amor legendaria.

Jane recordaba cómo Gainsbourg, personaje de generosidad desbordante, quiso ofrecerle inmediatamente el que consideraba el regalo más preciado de todos los que tenía a su alcance: la fama. Y esta llegó de manera inmediata, cuando le animó a registrar con él una canción que ya había chequeado con su antigua amante, Brigitte Bardot, pero cuya edición había bloqueado al extenderse el rumor de que aquello era una grabación verité de la pareja haciendo el amor en el estudio. Jane, consciente de las limitaciones de su voz, nunca se había planteado probarse en el terreno de la música, pero terminó aceptando al ver el listado de cantantes alternativas que manejaba Serge en el caso de recibir una negativa. En él no faltaba un solo icono sexual de la época y el temor a un posible romance le impulsó a dar el sí sin pensárselo dos veces.

El resto es historia. Más de medio siglo después, y escándalo internacional con veto del Vaticano incluido, Je t’aime… moi non plus sigue siendo uno de los temas más reconocibles de la música popular europea y abrió a Jane una carrera musical que nunca volvería a conocer el mismo éxito pero que, a golpe de intentonas, terminaría forjando una discografía intachable. Serge siempre le reservó sus composiciones más elaboradas e incluso la hizo protagonista de uno de los monumentos musicales más incontestables que ha conocido la música europea al ofrecerle figurar en la portada de Histoire de Melody Nelson (1971), aquel disco conceptual en el que ficcionó su historia de amor tras la estela de la Lolita de Nabokov.

Pese a ello, Jane nunca descuidó su auténtico objetivo, el cine. Aupada por la inesperada popularidad, su imagen de chica solo en apariencia inocente y un marcadísimo acento británico alearon al milímetro una efectividad cómica infalible que la convirtió en reina de la comedia cinematográfica en su vertiente más popular durante una década. El tiempo que tardó en cruzarse en su camino Jacques Doillon, un director joven que, rodeado del aura de su reciente premio en Cannes, le ofreció un primer papel dramático gestado sin que Gainsbourg mediara en el proyecto.

Terminó resultando el impulso para un nuevo recorrido ya sin Serge. Convertido de la noche a la mañana, gracias a su salto al reggae, de artista minoritario a icono popular, el éxito y el alcohol no tardaron en nublar su mente y Gainsbourg convirtió la apacible vida familiar en un infierno. Y si La fille prodigue (1981) había supuesto su descubrimiento como actriz dramática de primera línea, Doillon será la persona en la que la actriz se apoyará sentimentalmente para buscar un nuevo horizonte.

Parecía haber pasado toda una vida, pero Birkin tenía poco más de treinta años. Y el salto sin red terminó resultando el inicio de unas décadas de admirable madurez, donde la comedia dio paso a una brillante sucesión de trabajos dramáticos con primeros espadas del cine francés, desde Agnès Varda hasta Jacques Rivette. Donde las causas humanitarias fueron adquiriendo un peso cada vez mayor en su recorrido. Y donde tras conseguir cicatrizar las heridas de la ruptura, Gainsbourg siguió siendo aliado para mantener la apuesta en lo musical. Jane le devolvería el favor tras 1991, cuando la muerte encontró a Serge en el punto más bajo de su carrera, tomando la decisión de salir por primera vez a la carretera para poner en valor un repertorio deslumbrante que el tiempo y los escándalos habían hecho olvidar ante el que caería rendida la nueva aristocracia de la música internacional. Un repertorio que poco a poco Jane fue fundiendo con el suyo, dando un lustre inusitado a una carrera proteica en continuo crecimiento que hoy podemos valorar sin ningún reparo como fundamental para la cultura europea.

Felipe Cabrerizo es editor y traductor de Diarios 1957-1982. Munkey Diaries de Jane Birkin, recién publicados en España por la editorial Monstruo Bicéfalo.

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