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Música

Heras-Casado reivindica al Bruckner ‘travieso’

El director se enfrenta este jueves, junto a la Sinfónica de Madrid, a la Sinfonía n.º 6 del compositor austriaco

28 enero, 2021 09:44

Pablo Heras-Casado (Granada, 1977), un director omnívoro, cuya profusa actividad en tiempos normales se extiende prácticamente a todos los géneros y épocas musicales, se enfrenta este jueves, 28, dentro del ciclo que la Sinfónica de Madrid desarrolla en el Auditorio Nacional, a la Sinfonía n.º 6 de Bruckner. La que el compositor gustaba de llamar Traviesa y cuyos primeros esbozos de la partitura datan del verano de 1879, aunque no fuera rematada hasta el 3 de septiembre de 1883. El dedicatario sería el médico suizo Anton von Oelzelt-Newiin.

El compositor nunca la escuchó íntegra. La primera audición completa, con algún que otro corte, la dio Mahler el 26 de febrero de 1889. Haas editó la versión original en 1937 y Nowak publicó la suya, con variantes —en el marco de la Gesamtausgabe— en 1952. Esta es la que suele interpretarse. Pese a sus indudables valores, la Sexta es colocada por debajo de la mayoría de sus compañeras, lo que es injusto porque encierra virtudes innegables. Hay algo de pastoral en ella, pero también un reconocible dramatismo alojado sobre todo en el último movimiento. El director italiano Gianandrea Gavazzeni la definía como sinfonía “íntima y teologal, fantástica y solar”.

Una suma de valores que no siempre es fácil de conjugar. De eso sabe bastante el director granadino, que, llevado de su impenitente curiosidad, no deja campo por descubrir y recorrer; y el que ocupa la literatura bruckneriana es uno de los que más asiduamente visita en estos últimos tiempos. Hace unos meses nos ofreció, con el mismo conjunto capitalino, la siguiente sinfonía del catálogo del músico de Ansfelden, la imponente y más robusta Séptima, con resultados en general halagüeños, aun cuando algunas de las características fundamentales de la escritura no acabaran de quedar del todo formuladas con la suficiente claridad. El gesto, sin batuta, elegante y conminativo, amplio y circular, de Heras-Casado, que marca en todos los planos y que dibuja la música, a veces de manera en exceso apremiante, es una buena base de comunicación, una ventana al exterior que le permite trasladar de forma muy directa y evidente su mensaje. La fogosidad que muestra a veces puede venir bien a la estructura diáfana, al significado y a la perentoriedad de estos pentagramas que, no obstante, encuentran en el Adagio, una impresionante concentración temática y una extraordinaria concisión expresiva. Tres ideas básicas intervienen en su trabazón: una triste frase de las cuerdas; un canto de los violines y un tema sombrío de gran belleza, nuevamente en los arcos, con un fúnebre balanceo en los bajos. Todo expuesto de nuevo a través de interesantes variaciones.