La pianista china Yuja Wang. Foto: Felix Broede.

La pianista china visita Madrid, Barcelona y Valladolid con su nuevo disco (Fantasía) bajo el brazo. Tras poner a prueba su talento con Rachmaninov, Yuja Wang vuelve con 24 miniaturas que no obedecen más que al "instinto, la imaginación y la espontaneidad".

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  • A Yuja Wang (Pekín, 1987) le pasa con su último disco lo que a Proust con las magdalenas. "Cada vez que toco El aprendiz de brujo sufro una regresión a la infancia", cuenta a El Cultural. No en vano el título de la grabación, Fantasía (Deutsche Grammophon), remite tanto a la partitura de Paul Dukas como a su película favorita de Disney. "He dejado volar mi imaginación como no lo había hecho nunca", se confiesa la pianista poco antes de emprender una gira que la llevará por el Auditorio Nacional de Música de Madrid (este martes), el Palau de la Música Catalana de Barcelona (miércoles) y el Auditorio Miguel Delibes de Valladolid (18 de marzo). Reconoce que, tras el derroche de madurez de sus dos encuentros discográficos con Rachmaninov (uno de ellos con la Mahler Chamber Orchestra y Claudio Abbado) el cuerpo le pedía otra cosa, acaso esas enormes alas negras con las que aparece, sonriente, en la portada de este nuevo álbum.



    La selección de piezas resulta tan oportuna como caprichosa: melodías de las óperas Carmen de Bizet y Orfeo y Eurídice de Gluck se conjugan con la Triana de la Iberia albeniciana y la Danza macabra de Saint-Saëns de la misma manera que el sinuoso Vals n° 2 de Chopin compensa el rigor académico de los estudios y sonatas de Rachmaninov y Scriabin. "No hay una línea temática a seguir, sólo instinto, imaginación y espontaneidad". Aun así es posible encontrar un denominador común en cada una de las 24 miniaturas, alguna de las cuales dura poco más de un minuto: "Todas me han servido de propina en algún momento de mis giras internacionales". De ahí que lo más complicado del disco haya sido recrear el microclima de cada obra lejos del calor de su público. "Cada propina es irrepetible por definición. Es un regalo que ofreces cuando el concierto ha terminado. Ya no tienes que demostrar nada. Sólo cerrar los ojos y disfrutar de cada segundo que pasa".



    Tres días ha tardado Yuja Wang en grabar el repertorio de su Fantasía en los estudios Teldex de Berlín. "No me importa reconocer que mi hábitat natural es el directo. El estudio todavía me impone mucho respeto y, en cierto sentido, me impide ser yo misma". Quizá el mayor mérito de la pianista es que en Fantasía no persigue tanto las esencias como el cajón que las contiene. "He buscado un lugar común a Chopin y Scriabin, a Dukas, Schubert y Liszt...". Incluso se ha atrevido con su propia transcripción en El aprendiz de brujo. "Me he inspirado en la que hizo Victor Straub pero adecuándola a mis manos, lo que ha favorecido mucho el resultado final".



    En un primer momento el álbum iba a llamarse Mis héroes, en homenaje a Samuil Feinberg, Art Tatum y, sobre todo, a Vladimir Horowitz, autor de la transcripción de la Danza macabra de Saint-Saëns y Carmen de Bizet. "Más que admirarle, me siento en deuda con él. Le debo tanto...". Hija de un percusionista (que le infundó pasión por el jazz de Keith Jarrett) y una bailarina (que le enseñó el "sentido físico de la música de Tchaikovsky y Prokofiev") Wang forma parte, junto a Lang Lang y Yundi Li, del famoso dream team que ha despertado el apetito por la música clásica entre el público más joven de China. "Saber que hay tanta gente pendiente de ti te enorgullece, pero implica también un plus de responsabilidad que todo lo que hagas tenga un efecto".