Maurizio Pollini. Foto: Harald Hoffmann.

Deutsche Grammophon celebra el 70 cumpleaños de Maurizio Pollini con una edición especial que recoge la obsesión del pianista por perseguir las ideas y preservar la pureza del instrumento.

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  • Ayer Maurizio Pollini cumplió 70 años, una edad que encuentra al pianista milanés en plenitud, más joven que nunca y manteniendo una actividad incesante, tanto en el terreno del concierto como en el de la grabación. Deutsche Grammophon ha decidido, con tal motivo, hacer una edición especial. Por un lado, lanzar una novedad absoluta, una interpretación muy reciente del Concierto n° 1 de Brahms con la Staatskapelle de Dresde y Christian Thielemann. Se trata de una obra que, curiosamente, el teclista italiano había ya tocado con la agrupación germana a raíz de su primer encuentro con ella, allá por marzo de 1976. Chispas despide este moderno contacto del artista italiano con la batuta del temperamental y lúcido director alemán. Una reunión que ha supuesto la consecución de una interpretación de altura, en la que no se sabe si admirar más la claridad de las texturas conjuntas, la nitidez de la pulsación del pianista, la tensión establecida por el discurso orquestal desde el podio o la sorprendente fusión y encaje de los dos vectores.



    Más de una vez nos hemos preguntado qué nos atrae fundamentalmente de Maurizio Pollini, un pianista que no se pliega a la imagen que desde siempre se tiene del artita al uso. Porque los modos de este milanés de 1942 se alejan no poco del típico cliché, su actitud ante el teclado es con frecuencia la de un aplicado funcionario o la de un estudioso sumergido en no se sabe qué materias, o, en fin, la de un profesional íntegro. Tal es su grado de concentración, de seriedad, de rigor. Luego, cuando salen de sus dedos sonoridades de una plenitud insólita y cuando su juego fraseológico y dinámico nos alcanza y nos penetra, comprendemos la verdad y la transparencia de un mensaje, a medias entre lo hipnótico y lo litúrgico. Pollini es uno de los pianistas-intérpretes-músicos más completos del presente, capaz de seguir una pensada, planeada e inteligentemente diseñada línea sin apartarse un ápice de lo que, racionalmente, ha decidido poner en práctica.



    Su fraseo es, sin embargo, de un calor sorprendente, el nacido, como consecuencia lógica, de un bien planteado y resuelto juego de tensiones, que al fin aparecen liberadas gracias al desarrollo milimétrico de un discurso admirablemente estructurado. Propiedades como la coherencia, el equilibrio, la perfecta euritmia quedan al descubierto. Gracias también a un bien calibrado juego de reguladores. Eso sí, el artista, persiguiendo la pureza de su concepción, se lanza obsesivamente en picado hacia la consecución de una idea, aun cuando ello pueda suponer que, a veces, promueva una cierta tendencia al desbocamiento, a querer darlo todo en unos compases, a no poder evitar determinados confusionismos que nacen de un exagerado uso del pedal.



    Son rasgos que pueden parecer contradictorios pero que en definitiva lo que hacen es promover una imagen rica, contrastada, rotunda y vital del artista, a quien podemos admirar asimismo escuchando los distintos discos, algunos ya históricos en su carrera, que contienen interpretaciones archifamosas del pasado y que la casa editora tiene a bien recuperar y difundir para melómanos de hoy. Se contienen en esta edición auténticos hitos chopinianos, como los Estudios, los Preludios, las Baladas, los Scherzos, las Sonatas 2 y 3, casi todos los Nocturnos y Polonesas, algunos Valses y Mazurkas y varias piezas sueltas (álbum de 9 cedés, con registros de 1972 a 2008). En otra caja de 6 cedés se incluyen grabaciones completas de música del siglo XX: Bartók, Boulez, Manzoni, Nono, Prokofiev, Schönberg, Stravinski, Webern, Debussy y Berg. Un tercer cofre contiene, en edición limitada de disco-libro de 120 páginas y 3 discos, una selección de obras completas elegidas por el propio artista, en algún caso coincidentes con las antes mencionadas.