El contratenor, como Nerone en el Teatro Real de Madrid. Foto: Javier del Real.

Canta como los ángeles pero interpreta los roles más diabólicos. El contratenor francés vuelve mañana al Teatro Real con un recital de arias händelianas de castrato y con un nuevo disco bajo el brazo, Duetti, en torno a la escuela italiana del siglo XVIII.

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  • Philippe Jaroussky (Maisons-Laffitte, 1978) sólo le tiene miedo al aire acondicionado de los teatros. "Me paso el día bebiendo agua como un poseso", cuenta a El Cultural el contratenor francés. Mañana tiene una cita en el Teatro Real acompañando al Apollo's Fire (The Cleveland Baroque Orchestra) que tutela la directora norteamericana Jeannette Sorrell. Fuego de artificio de un castrato da nombre a un programa de arias y música instrumental de Händel, que es precisamente el depositario de su último trabajo discográfico, Duetti (EMI), donde aborda con su homólogo croata Max Emanuel Cencic y los músicos de Les Arts Florissants de William Christie un puñado de dúos de cámara y arias de compositores italianos de principios del siglo XVIII: Giovanni Bononcini, Francesco Mancini, Nicola Porpora y Benedetto Marcello. "Hablamos de algunas de las grandes influencias de juventud de Händel. Por eso el disco, aunque no contiene ninguna obra suya, es en esencia muy händeliano".



    Con el mismo programa que le trae a Madrid se dejará ver en diciembre en el Liceo del Barcelona (2) y el Teatro Colón de La Coruña (4), dentro de una gira mundial que confirma su plenitud vocal con varias grabaciones (prepara un surtido de canciones españolas con Christina Pluhar), compromisos operísticos (como el Sesto de la nueva producción de Giulio Cesare de Händel que se verá en el próximo Festival de Salzburgo) y un sinfín de recitales. "Hace mucho tiempo que no paso más de una semana seguida en casa", se jacta el cantante, que se ha convertido en el último superventas del barroco y en el máximo exponente de una generación de voces que está recu- perando el repertorio de castrato pero que también ha despertado el apetito de los compositores actuales. La prueba está en la ópera Caravaggio que le ha hecho a medida la compositora francesa Suzanne Giraud y que se estrenará en el Teatro de Metz el próximo mes de mayo. "Se está volviendo a usar la voz de castrato como herramienta para colorear la partitura".



    -Duetti es un ejercicio de intimismo barroco. ¿Se ha querido curar de algo?

    -Cuando llevo mucho tiempo abordando grandes arias de ópera el cuerpo me pide barroco. Las orquestas de cámara te invitan al diálogo y al intercambio. En los ensayos todo el mundo opina y se produce un caos creativo que considero muy sano. Los músicos se implican, no buscan camuflarse entre la masa. Saben que sus decisiones condicionan el resto de la obra. Un trabajo como Duetti te obliga a ensayar sin mirar el reloj.



    -También a pasar un tiempo encerrado en la biblioteca...

    -Parte de mi trabajo consiste en entender lo que canto. Para poder elegir qué camino tomar debo conocer bien las partituras, saber el cómo y el porqué. Fui a las bibliotecas buscando a Mozart y terminé grabando un disco de arias de Johann Christian Bach. De la misma manera, fortuita y mágica, Metastasio me llevó a Caldara. Y así tantas otras cosas. Ahora me paso el día en el avión. Pero le aseguro que internet es un contenedor gigante de partituras y manuscritos.



    -¿Cuánto le ha influido su formación como violinista en su carrera de contratenor?

    -El violín me enseñó a ser preciso y a leer la música de una determinada manera, que sigue vigente en mi subconsciente. Forma parte de mi educación. Más tarde aprendí que no se puede cantar sólo con la mente, sino que el cuerpo entero, de la cabeza a los pies, juega un papel fundamental. Ahora sé que cantar bien es vivir bien: ser sincero con uno mismo y tener la conciencia tranquila.



    -¿Cómo se ha repartido el espacio vocal con Cencic?

    -La tesitura de contratenor ha demostrado ser mucho más amplia y versátil de lo que la gente pensaba. Cencic y yo tenemos dos instrumentos muy diferentes, pero al mismo tiempo el mérito de esta grabación es que estamos tan compenetrados que a veces no está claro quién es el que canta



    . -Tiene gracia que digan que canta como los ángeles cuando se trata de dar vida a ciertos roles monteverdianos, ¿no cree?

    -Me gusta sacar jugo a esa ambigüedad, entre la forma de ser del personaje que interpreto y mi manera de cantar lo que éste dice y siente. Me permite sacar punta a los contrastes y a los matices expresivos, huyendo de la caricatura y del maniqueísmo. Nerone [La coronación de Popea], por ejemplo, es un loco pero también un soñador, un poeta y un idealista. Es un prisionero de su destino, es malo, pero sobre todo es auténtico. Y eso no lo puede decir todo el mundo.



    -Y en las iglesias, ¿cómo concilia la devoción y la sensualidad del repertorio sacro?

    -A la gente le desconcierta que me considere una persona espiritual y que me confiese ateo. Considero que es perfectamente compatible y, de hecho, me permite ir más allá. Cruzar, por ejemplo, la línea emocional del Stabat Mater de Pergolesi. Demostrar que no todo es fe, también hay cuerpo y pasión.



    -¿Y por qué no admite término medio la reacción del público ante los contratenores?

    -O se nos ama o se nos odia. La reacción es extrema porque no existe la indiferencia. Mientras a unos les parece ridículo que un hombre cante tan agudo, otros ensalzan nuestra voz y piden que se nos dejen más roles de mujer en la ópera.



    -El público no puede disimular cierto morbo ante el riesgo que asume. ¿Alguna vez se ha sentido un poco trapecista?

    -No me interesa tanto escalar como profundizar en la música. Por eso nunca he confundido un teatro con un circo, pero sí es cierto que he asumido más riesgos pirotécnicos de los convenientes. Y lo he hecho porque creo que la acción hace el carácter y porque es importante que el público note que lo estás dando todo cada noche.



    -¿Y cuál diría que es hoy el aria más difícil de su catálogo?

    -En esta gira hago Con l'ali di costanza de Ariodante de Händel. La última vez que la canté fue en el Conservatorio de París, hace 10 años. Sé que ya no podría con el rol completo, pero me gusta tomar el pulso a mis posibilidades. Nunca se sabe...