El Werther de Willy Decker a su paso por Nápoles.

El tenor José Bros vuelve a Massenet en la misma producción con que debutó el rol de Werther hace cuatro años en Nápoles. El montaje es de Willy Decker y en el foso estará Emmanuel Villaume.

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  • Pocas óperas tan francesas como Werther, aunque su estreno tuviera lugar en Viena (1892) y en alemán. No hay duda de que en ella, como en pocas, Jules Massenet depositó todo su encanto y sabiduría, que era mucha, para dar una visión, si se quiere un tanto edulcorada, de la obra de Goethe. Este título tan acreditado podrá verse en el Teatro Real a partir de mañana a cargo de un reparto encabezado por dos tenores bien distintos. El más interesante es el español José Bros, de limpia voz de lírico ligero, puede que un tanto falta de sustancia, y provisto de un solvente arte de canto, lo que no asegura el supremo grado de matización. Se alterna con el italiano Giuseppe Filianoti, de instrumento muy lírico y ya conocido en el Real por su intervención en Celos aun del aire matan. La parte de Charlotte viene servida por dos excelentes mezzosopranos líricas, la francesa Sophie Koch, de timbre más rico y modales más propios, y la italiana Sonia Ganassi, que le pega un poco a todo. El sólido Ángel Ódena da vida al marido y el ya veterano Jean-Philippe Lafont al Bailli, que tantas veces ha cantado. Francisco Vas y Miguel Sola son que ni pintados para los pesados de Schmidt y Johann, mientras que la joven cordobesa Auxiliadora Toledano lucirá su gracia en el papel de Sophie. Un experto en este repertorio como Emmanuel Villaume estará en el foso de una producción procedente de la Ópera de Frankfurt que viene firmada por el siempre estimulante Willy Decker.



    Toque decadente

    Ambos directores sabrán sacar jugo de una música que aparece envuelta en las delicadas armonías y en las melancólicas melodías típicas del estilo del autor. La poética historia del romántico suicida posee en todo caso una fuerza y un dramatismo indudables, que van amasándose poco a poco entre volutas, sonrisas, algunos contratiempos y un cierto toque decadente a lo largo de una acción bien trabada y dosificada en sus efectos, que encuentra su punto álgido en el tercer acto, primero con el aria de las lágrimas de Charlotte, después con la conocida romanza Pourquoi me réveiller, prueba de fuego para el tenor con su si bemol agudo repetido en todo lo alto, y finalmente con el intenso y arrebatado dúo, en el que hay que graduar la emoción para no desbordarse.