Saioa Fernández y Eduardo Torres fundaron la compañía Delrevés en 2007. El nombre ya era una declaración de intenciones. “Nunca conformamos con un escenario convencional”, señala a El Cultural Fernández. “Nacimos del impulso y la inquietud por realizar intervenciones artísticas en el espacio urbano, así como de fusionar diversas disciplinas artísticas, tales como la danza contemporánea, el teatro, las artes digitales y la arquitectura”. Una de sus líneas de trabajo es la danza vertical, que se desarrolla en fachadas de edificios. Es el caso de Finale, que representarán en el CaixaForum de Zaragoza el jueves 24 de junio.

El precedente inmediato fue el espectáculo Uno, donde comenzaron a probar la adaptación del ballet clásico a esta curiosa disposición espacial. En Finale, que ganó el premio de mejor espectáculo de calle en el festival de teatro Umore Azoka de Lejona (Vizcaya), ofrece ingredientes de piezas icónicas del repertorio como El lago de los cisnes, El cascanueces y Giselle, entre otras. En total, son 18 minutos los que dura este sugerente collage en las alturas.

Finale supone descontextualizar la danza clásica. Sacarla de su caja de cristal y poder mostrar la belleza de su estética, su movimiento y su música en las ciudades donde actuamos”, continua Fernández, que, aparte de dirigir la pieza, también la interpreta (ambas facetas las comparte con Sheila Ferrer). La idea surgió por su vocación de estar siempre renovándose y enfrentándose a nuevos retos. También por el deseo de brindar perspectivas alternativas al público. “Elegimos la danza vertical, ya que nos gustan los retos. También es curioso para la gente, que puedan ver de manera diferente los edificios de su propia ciudad. Crear nuevos escenarios e investigar el movimiento adaptándonos a la arquitectura son nuestros principales objetivos”.

Es algo que, con Finale, ya hicieron también en la inauguración de la Fira de Tàrrega 2019 y en otros puntos de España y Portugal. La pandemia, sin embargo, interrumpió la gira que tenían prevista. La cantidad lugares que iban a visitar evidencia la fuerte proyección internacional de Delrevés y sus experimentos. Tenían bolos en Rumania, Estados Unidos, Inglaterra, Francia e Italia. En el nuevo contexto, más esperanzador, retoman la movilidad. Después de Zaragoza, se desplazarán a Las Palmas de Gran Canaria, Londres, Polonia, Portugal (de nuevo), Austria y más ciudades españolas.

Colgarse de una pared con las zapatillas de punta requiere, lógicamente, un técnica ad hoc. “Es una disciplina dura, tanto a nivel físico como mental, ya que el intérprete no solo se enfrenta a un reto físico para naturalizar el movimiento en suspensión, sino también a la altura”. Por si fuera poco, el ‘terreno’ donde deben cristalizar su baile varía constantemente. Cada lugar, cada edificio, plantea unas exigencias específicas. “Por eso, realizamos el montaje un día antes y adaptamos cada vez nuestra coreografía al nuevo espacio escénico”. Ferrer y Fernández van aseguradas con cuerdas y arneses, cual escaladoras capaces ejecutar, sobre el hielo vertical, piruetas, saltos, arabescos… Una derivación sublime del alpinismo. Una sublimación extrema de la danza.