Image: Ballets Rusos, retorno a Granada

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Danza

Ballets Rusos, retorno a Granada

24 junio, 2016 02:00

Momento de El sombrero de tres picos de Falla. Foto: Damir Yusupov/Bolshoi

Se cumplen 100 años de la primera visita de la mítica formación fundada por Diaghilev. Su paso por nuestro país, invitados por Alfonso XIII, fue muy inspirador. Aquí fraguaron, junto a artistas como Picasso y Falla, algunas de sus piezas más emblemáticas. El Festival de Granada acoge a las estrellas del Bolshoi para recordarlas este sábado.

Durante la Primera Guerra Mundial, España supuso refugio, hogar e inspiración para los Ballets Rusos, ese grupo de creación incandescente formado por el empresario Sergei Diaghilev una década antes. En una Europa que se desmoronaba, el apoyo de Alfonso XIII permitió que Diaghilev y su extraordinario equipo de artistas se mantuvieran alerta a las vanguardias y estuvieran listos para ocupar los escenarios que les brindaba nuestro país; mientras, se empapaban de la genialidad de los artistas españoles y aquí, por sorpresa, se fraguaron algunas de las obras escénicas más importantes de la primera mitad del siglo XX. Esas, y otras piezas que dieron identidad a los Ballets Rusos, se verán sobre el escenario del Generalife interpretadas por los bailarines del Ballet Bolshoi.

"Toda una generación debe a Diaghilev las únicas horas de pleno goce estético que le han sido concedidas", dijo Ortega y Gasset refiriéndose a los espectáculos que presentaba la compañía; nunca una agrupación había reunido un elenco tan brillante de artistas. Si en sus primeros años el coreógrafo Mikhail Fokin reinventó el ballet romántico con Les Sylphides (Las sílfides, 1909), con un grupo de bailarinas rodeando a un bailarín a la luz de la luna, o Le Spectre de la rose (El espectro de la rosa, 1911), en el que dio forma corpórea al aroma de una flor a través del atlético Vaslav Nijinsky, el orientalismo reinante en Europa provocó que el público anhelara los ambientes exóticos a los que Fokin también les asomaba. De entre los compositores habituales de los Ballets Rusos, Igor Stravinski significó el exceso y la modernidad de una Rusia desconocida que Diaghilev vendía fuera de su país; escenas de sus famosísimos ballets L'Oiseau de feu (El pájaro de fuego) y Petrushka -ambos estrenados en 1910 con coreografía de Fokin- o el balanchiniano y muy posterior Apollon Musagète (Apolo y las musas, 1928) formarán parte de la celebración en Granada. También se podrán ver La mort du cygne (La muerte del cisne, 1905) -el solo que inmortalizó a la legendaria Anna Pavlova- junto a Les Sylphides, Sheherazade (1910), El espectro de la rosa y, cómo no, Le Tricorne (El sombrero de tres picos, 1911). Este ballet se alza todavía hoy como símbolo del encuentro de Diaghilev con España.

El extraordinario elenco de la compañía había deslumbrado en París en su primera aparición en 1909; cuando en la primavera de 1916 actuaron en el Teatro Real de Madrid, Manuel de Falla escribió, refiriéndose a Stravinski: "¿Sabe Madrid que tiene como huésped a uno de los más grandes artistas de Europa?". Alfonso XIII les invitó a presentar varias galas en San Sebastián y Bilbao ese verano y, para entonces, Diaghilev estaba tan fascinado con nuestro folclore que tenía el firme propósito de hacer un ballet enteramente español. Su primer anhelo, impactado por la partitura Noches en los jardines de España -de cuyo estreno en Granada se cumplen también ahora cien años- fue lograr que Massine la coreografiara, para espanto del compositor. Falla se negó una y otra vez durante meses ya que la obra había sido creada como pieza de concierto, hasta que la insistencia de Diaghilev derivó en fraguar Le Tricorne a partir de la pantomima El corregidor y la molinera, en cuyo libreto del matrimonio Martínez Sierra estaba ya Falla trabajando. Algunas de sus escenas más célebres, como la Jota final o la Farruca del molinero -esta última, también presente en las actuaciones del Bolshoi en el Generalife- fueron sugerencias de Diaghilev a Falla, tras familiarizarse con los ritmos flamencos en sus viajes por Granada, Sevilla y Córdoba. Picasso fue el último en sumarse al proyecto, como diseñador de telones y vestuario.

La presencia de los Ballets Rusos en España empaparon la realidad creativa del país

El lugar que antes había ocupado Nijinsky -tanto en el elenco de la compañía como en el corazón de Diaghilev- ahora lo llenaba el joven bailarín y coreógrafo Leonid Massine; juntos, en el Café Novedades de Granada, descubrieron al bailaor Félix Fernández García -conocido posteriormente como Félix el loco por unos raptos de enajenación que lo llevaron a la reclusión de por vida-, quien les adentraría en el baile flamenco. Una noche, volviendo al hotel, Falla y Massine se pararon ante un ciego que canturreaba a la guitarra; de aquella melodía que el compositor anotó en su libreta surgiría la sevillana de Le Tricorne. Así, llenándose de anécdotas, durante aquel verano "caluroso y seco" -recordaría años después Massine- los artistas recorrieron España para "estudiar la infinita variedad de sus bailes autóctonos".

El impacto de España en Diaghilev cristalizó en varios ballets -hoy poco o nada conocidos- como Cuadro flamenco, representado con intérpretes españoles, o Las Meninas, con coreografía de Massine, música de Gabriel Fauré y diseños de José María Sert. Otro quedó en proyecto: una versión de El barbero de Sevilla que Stravinski propuso abordar a partir de un nuevo libreto que Boris Kochno -heredero del trono de Massine junto a Diaghilev- comenzó a preparar, situando la acción en su Europa contemporánea. Además de Picasso y Sert, otros tres pintores españoles habían colaborado en los Ballets Rusos: Gris, Pruna y Miró.

Pero el amor de Diaghilev por España tuvo su lado agridulce; tras una larga gira por nuestro país, en 1918, gran parte de sus artistas abandonaron la compañía al no poder él hacerse cargo de sus salarios. Según anunciaba la cartelería de la época, la agrupación movía 62 bailarinas, 28 bailarines y 150 comparsas. El recuerdo más impactante de la impresionante agrupación es la famosa serie de fotografías tomadas en los patios de la Alhambra luciendo el vestuario de Sheherazade.

Devoción andalusí

La presencia de los Ballets Rusos en España supuso una bocanada de modernidad en los círculos intelectuales y artísticos, y su atrevimiento y exotismo empaparon la realidad creativa del país; aún hoy, en todo el mundo, se aprecian vestigios directos de su impronta en algunos coreógrafos en activo. Sergei Filin ha querido ver, tanto en el trabajo del ya nonagenario Yuri Grigorovitch como en el del más joven Yuri Possokov -cuyos Spartacus y Classical Symphony, respectivamente, también se incluyen en el espectáculo de Granada- cierta herencia del legado de Diaghilev y ha integrado sus obras a modo de viaje en el tiempo, como estirando los tentáculos de los Ballets Rusos hasta enlazarlos con el Ballet Bolshoi actual. Precisamente recordando el pasado y mirando al futuro, Boris Kochno sugirió que "Diaghilev habría deseado que Granada fuera no solamente un lugar de recuerdo, sino también el de creación de nuevas obras teatrales por los artistas de la joven generación". Por la devoción del empresario por este lugar se deduce que quizás no fuera sólo casualidad que Le Tricorne se estrenara en el entonces llamado Alhambra Theatre de Londres.

@ElnaMatamoros