Fue hace sesenta años cuando nació, para la dirección de la escena, José Carlos Plaza (Madrid, 1943). Su montaje de Proceso por la sombra de un burro, de Dürrenmatt, en el Teatro Beatriz, fue un auténtico boom.
Tratado de la obviedad. La interpretación desde la raíz
José Carlos Plaza
Cátedra, 2025. 272 páginas. 18,95€
Salía con 21 años del Teatro Estudio de Madrid, el TEM, que habían fundado Miguel Narros (1928-2013) y William Layton (1913-1995). Obtuvo por primera vez, de tres, el Premio Nacional de Teatro. Y se convirtió en el “prodigio escénico” que nunca ha dejado de ser.
Gran actor (a recordar, Historia del zoo, de Albee), pero sobre todo gran director de escena, con más de ochenta montajes (de Las bicicletas son para el verano, de Fernán Gómez, a Medea y Electra, de Eurípides, con “su” Ana Belén, en la Mérida de Cimarro). Además, coautorías y versiones. Y la puesta en escena de 31 óperas, en España y fuera.
Sin embargo, una faceta con gran repercusión en el teatro español ha sido la de formador de actores y actrices, de la mano de Layton, del que llegó a ser, y es, su alter ego, no sin la impronta de Narros. A comienzos de los años 80 hace escala en Nueva York, asistiendo a clases en el Actors Studio.
No le impresionan demasiado Geraldine Page, Ellen Burstyn o Shelley Winters. Trabajó a fondo con Uta Hagen y Stella Adler. Y vivió las últimas clases de Sanford Meisner, maestro de su maestro Layton.
Dejando a un lado, si fuera posible, el libro ¿Por qué? Trampolín del actor (Fundamentos, 1990), firmado por Layton, en el que tuvo mucho que ver nuestro “prodigio”, acaba de salir su Tratado de la obviedad. La interpretación desde la raíz (Cátedra), unos meses después de presentar Haz. Otra mirada a la vida desde el escenario (Alianza, 2024).
¿Por qué?, Haz y Tratado de la obviedad son fundamentales para entender la revolución que, desde los años 60 del pasado siglo, se inicia en la interpretación actoral española a partir de la introducción del denominado “método” de Stanislavski, a través de las enseñanzas de Layton y de su discípulo Plaza.
Sus cursos, primero en el TEM, TEI y TEC, y hasta hoy en el Laboratorio Layton, más su extensión en incontables foros, han producido el paso de la declamación a la interiorización en España. Otras figuras, “el ruso” Ángel Gutiérrez o los argentinos Cristina Rota y Jorge Eines, han colaborado no poco a ello.
Si en ¿Por qué? se desentraña todo el misterio de “la improvisación”, abecé del arte interpretativo; en Haz, a través de su vida y su obra, se analiza la realidad desde el escenario, y en Tratado de la obviedad se articula una enciclopedia portátil de la teoría y práctica teatrales.
El maestro establece sobre cuatro apartados una rigurosa, pero accesible, cátedra: 1. El interior: del yo del actor al yo del personaje. La emoción, la escucha, la memoria, el haz-lo –Do it– , el conflicto, la sorpresa. 2. El análisis del texto, con tres magistrales análisis, de La vida es sueño–¡sublime!–, Hamlet e Historia del zoo. 3. Los ensayos. La misión del director, lo subjetivo y lo objetivo. 4. El público. ¡El contactar! Y 5. Sí, hay un quinto capítulo: Layton, claro. Luego, y antes, anexos y ejercicios. El secreto es ejercitarse.
Y transcribo una reflexión sobre la actuación: “De todo será capaz la actriz (o el actor) que posea valentía, curiosidad y sensibilidad, aquella (aquel) que se muestre sin piel ante la sociedad que le rodea y busque vivir siempre al borde del abismo".
