“Me embebecería que la entrevista sea por mail, que son las que menos enfurruñan o incomodan al posible-lector”, contesta -por mail- Fernando Arrabal (Melilla, 1932) a la propuesta de El Cultural. Acaba de cumplir 90 años y se mantiene afincado en la excentricidad que le viene marcada por su propio apellido. Pesa 57 kilos y mide 1,57 metros, aclara el activo nonagenario, que, con placer, ha visto como la editorial navarra Laetoli acaba de poner en marcha la Biblioteca Arrabal. Para empezar, ha relanzado dos títulos, La piedra de la locura y Carta al general Franco, un texto en el que impugnaba aquel régimen nacionalcatólico que destrozó la vida de su padre (teniente leal a la República condenado a 30 años de prisión) y, de paso, la suya.

Esta semana, por otra parte, el fundador -junto a Jodorowsky y Topor- del movimiento Pánico ha abandonado provisionalmente su domicilio parisino para personarse en La Filmoteca, que ha tenido a bien proyectar Viva la muerte, restaurada y exhibida en el último Festival de Cannes. Una película, por cierto, que le enemistó con Picasso, al que no le hacía ninguna gracia su título de resonancias millanastrayianas. De esta fricción entre ambos exiliados, de su relación con el sexo en la nonagénatevité, de su españolidad apátrida, de su borrachera catódica, ya patrimonio nacional, de la bergmaniana partida de ajedrez que tiene pendiente con la muerte… De todo eso, y alguna cosa más, nos habla en clave de jaculatoria. Embebecidos, nosotros, de leerle.

Pregunta. ¿A los 90 hay algo que todavía le dé Pánico?

Respuesta. ¿Quién descubrió el tiempo naciendo de la nada? Espero mucho de la aportación científica de la confusión y de los papeles preponderantes: del poeta Ἡσίοδος, Thalē̂s ho Milḗsios, Cervantes y el tohu va-bohu del Génesis. El tiempo ¿nos mira pasar?

P. ¿Se ve jugando -dentro de muchos años, claro- con la muerte al ajedrez?

R. Qué felicidad acabar durante una de mis cotidianas partidas de ajedrez. Sin pensar que han hecho de mí un ser tan sedicioso que solo puedo correr hacia la tempestad. Epicuro pensaba que quien se contenta de poco no se conformará de nada.

P. Aunque igual la partida tendrá que jugarla frente a Cristo, en el Juicio Final. ¿Qué cree?

R. Preferiría que las postrimerías las condujera su reverenciada y acatada Madre. ¿Qué hubiera ocurrido si Jesucristo hubiera sido crucificado a su nacimiento? ¿Demasiado pronto para ser cierto?

P. ¿Tiene pensada la estrategia que empleará llegado el momento?

R. Al Señor-Don-San-Pablo dos mil años después le reconocería: ¿tenemos dos verdades opuestas? La que llamamos verdad y la otra que llamamos error. Por cierto, ¿recibió respuestas a sus epístolas? La sangre pagana ¿vuelve?

P. ¿El sexo, ya que estamos, tiene alguna importancia a su edad?

R. Evidentemente, mucho más que a los veinte años. Qué sería del pecado sin el socorro de lo religioso al acto carnal. Incluso cuando se dice mujer se siente en el pantalón... Todos los proverbios ¿son irregulares? Las prestaciones y la grandeza se cruzan sin verse.

[Fernando Arrabal: "España es una confusión de destinos en la astracanada"]

P. ¿Realmente uno puede experimentar (y, por tanto, prepararse) para la muerte a través del sexo? Pienso en la petite mort de Bataille.

R. Me cuesta admirar hoy a Bataille (con-el-que-tanto-quise). Fue grande ¿al sudor de mis repudios? Sus tristes achatamientos y moliendas con la mona enterrada...

P. ¿Le sigue rezando al dios Pan?

R. Nunca le recé, siempre preferí a la Virgen... para no practicar ¿la razón ajumada de arrogancia y petulancia?

P. Y en la tensión eterna entre Apolo y Dionisio, ¿dónde se ubica hoy? ¿A cuál le pone más velas?

R. Entre la fiesta y la serenidad el Hesíodo de hoy sueña con lanzar un desafío a la filosofía en general y a la de Sócrates en particular; tan desinteresadamente con qué sencillez nos podemos comportar moralmente.

P. Por una velada dionisiaca y catódica es uno de los escritores más famosos en España. ¿Le apena que parte de su popularidad venga de esto y no de razones estrictamente literarias?

R. Qué honor tan inmerecido que (con la Stasi de entonces) se me difamara por encima de sus medios; se montó una muñeca hinchable; cuando se aproximó una aguja… habían perdido los rustines (parches de seguridad).

P. ¿Hasta qué punto cree que ha condicionado su vida apellidarse Arrabal?

R. André Breton fue el primero a referirse a los arra-beaux ¿arra-hermosos?: los tres oficiales del Ejercito leales a sus vocaciones condenados a muerte al inicio de la incivil guerra. El verdadero arrabeaux fue mi abuela que recorrió en pleno incivil enfrentamiento, la distancia desde Ceuta hasta Mallorca, parar besarles antes de la consumación.

P. Se ‘entrevistará’ con Albert Serra en La Filmoteca. ¿Qué es lo que más le atrae de su cinematografía?

R. Su sensibilidad nutre su intuición. Y la inteligencia su saber. Brilla en la metropolí de las soledades abismales.

"Epicuro pensaba que quien se contenta de poco no se conformará de nada"

P. ¿Qué le hace sentir el hecho de que su teatro se represente muy a cuentagotas en los grandes teatros nacionales de esta España nuestra?

R. A Tamerlán solo le encalabrinaba saber que se había levantado una colina con los cráneos de sus víctimas. En Antatanarivo y Tegucigalpa oí una parecida recomendación: Pongan televisiones en los teatros verán cómo la gente los llenan. Aquí y allá la intuición teatral ¿asusta? ¿por su absoluto conocimiento?

P. Su gran valedor por aquí ha sido Juan Carlos Pérez de la Fuente. ¿Cómo calificaría sus montajes a partir de sus obras?

R. Un grande-del-teatro demasiado perverso para vivir dependiendo del azar y demasiado candoroso y complaciente para necesitar un rescatador.

P. ¿Tiene la impresión de que le hacen más caso en Hispanoamérica que en su patria chica?

R. Recordar el verbo olvidar. Me impresiona que de Invercargil a Novoryonaya se siga teniendo en cuenta... y que mis recuerdos sean la mitad de la perspectiva y a veces mucho más.

P. No se siente ni español ni francés, sino del exilio, que es tragedia, pero tiene, en contrapartida, ¿alguna ventaja?

R. Cuando el francés ríe aux larmes el español ¿se muere de risa? Durante mis viajes “profesionales" ... y ¿si hubiera recorrido los teatros, festivales y cines sobre los pies de otra persona? que ella me encaminó aposta o me orientó adrede a donde a ella se le antojó o le hubiera encaprichado...

P. A Picasso le pasaba algo parecido: ni de aquí ni de allí. Creo que se enfadó con usted por su película Viva la muerte. ¿Por qué?

R. No quiso que habláramos de la película a causa del título. Picasso delante de los restos del famoso mamut ¿hubiera objetado como Leibniz: es un unicornio como enseñan los que mandan y el portero italiano que me han puesto en la puerta de mi mansión? Cuando le dije a Buñuel sube conmigo Picasso allá arriba se aburre. Buñuel arguyó: - Noooo. No vaya a ser que me muestre sus cuadros.

"De España siempre me asustó menos el ruido de sus botas que el silencio de sus pantuflas" 

P. Pero Beckett decía que usted “tenía un talento profundamente español”. ¿Suscribe la categórica afirmación de Beckett?

R. Beckett entró en literatura ¿como quien se interna en la trapa o se incorpora al maquis? Lo inesperado para él ¿fue un arquero ciego?

P. En este punto, con casi un siglo de vida, ¿le duele todavía España?

R. Siempre me asustó menos el ruido de sus botas que el silencio de sus pantuflas. Cuando tengo que decir algo confuso lo digo... pues Cervantes dos años antes de ocultarse, en Adjunta al Parnaso, nos avisa de que lo que más estima y de lo que más me precio fue y es... La confusa.

P. ¿La vieja Europa es ya, a estas alturas, vieja pelleja?

R. Es el lugar de la propia Teogonía hacia el que se precipita la razón ¿cuando se inclina hacia lo impensable? El diablo se esconde ¿en las encrucijadas?

P. La guerra ha vuelto a hollar su suelo. ¿Intuye el apocalipsis nuclear o aún le quedan reservas de optimismo?

R. El cero ¿espera su momento? Gracias ¿a una nueva píldora? los soldados del novísimo conflicto ¿tendrán sangre multicolor? Las trincheras ensangrentadas serán ¿más estéticas?

P. El nacionalismo para Fernando Arrabal es…

R. Toda costumbre (toda rutina, todo hábito) es una fuerza tan potente ¿que es capaz de desacostumbrarnos a permanecer en lo esencial? Escribir y pensar ¿sin retrovisor?