Inma González en Mauthausen. La voz de mi abuelo. Foto: Rubén Díaz de Greñu

"Yo me salvé en Mauthausen porque tuve suerte, porque aguanté y porque lo que allí hicieron alguien lo tenía que contar". Así explicaba su supervivencia el preso español Manuel Díaz Barranco, "El Lenteja", que pasó en el tristemente famoso campo de concentración nazi cinco años, desde 1940 hasta su liberación por las fuerzas aliadas en 1945. Su testimonio vuelve ahora a escucharse a través de su nieta, la actriz Inma González Díaz, en la obra de teatro Mauthausen. La voz de mi abuelo, que puede verse todos los domingos de noviembre en la Nave 73 de Madrid.



Pilar G. Almansa está al cargo de la dirección y la dramaturgia de esta obra que se basa en los recuerdos que Manuel Díaz grabó antes de morir y que su nieta narra sobre el escenario "con la calma y la sencillez del que ha presenciado la atrocidad. Sin alharacas. Sin dramatismos. Sin concesiones". Para ello se sirve de distintos ingredientes como el monólogo multipersonaje, el humor y el clown. "Esta obra es un canto a la vida, a la fortaleza del ser humano, a la solidaridad y al humor como una estrategia, literalmente, de supervivencia", señalan sus responsables.







La extraordinaria peripecia de Manuel Díaz merecía ser narrada: cuando estalló la Guerra Civil en España, huyó nadando de La Línea de la Concepción a Gibraltar, se alistó en el ejército republicano y después estuvo en el campo de refugiados de Argelés (Francia), antes de ser apresado por el ejército nazi y enviado a Mauthausen con solo 19 años, donde sufrió y presenció todo tipo de vejaciones y vio morir a muchos compañeros. "No solo se morían en las cámaras de gas. También se morían de cansancio y de pena", cuenta Manuel Díaz a través de su nieta.



Mauthausen. La voz de mi abuelo coincide además con el reciente estreno de El fotógrafo de Mauthausen, película dirigida por Mar Tarragona y protagonizada por Mario Casas que cuenta la historia real de Francisco Boix, otro preso español que, gracias a su labor como ayudante en el laboratorio de fotografía del campo, consiguió esconder negativos que registraron las atrocidades cometidas por los nazis y que sirvieron como pruebas importantes en los juicios de Nuremberg.