Versátil escenografía de Espía a una mujer que mata. Foto: MarcosGPunto

El existencialismo de los personajes de Tío Vania recorre los escenarios madrileños. Veronese, con Espía a una mujer que se mata en el Valle-Inclán, y Oriol Tarrasón, en el Fernán Gómez, se enfrentan a la gran verdad de Chéjov.

"La vida de por sí es aburrida, tonta, sucia... A tu alrededor no ves más que a gentes absurdas y cuando llevas viviendo con ellas dos o tres años, tú mismo, poco a poco y sin darte cuenta, te vas volviendo también absurdo... En un destino inevitable". Las estremecedoras palabras de Astrov en Tío Vania nos ponen ante un existencialismo que no caduca con el paso de los siglos. Chéjov, como señala Veronese, escribió para la posteridad y eso se nota. El director argentino vuelve al CDN después de diez años para continuar la labor que empezó con Mujeres soñaron caballos. Como en la obra de 2007, volverá a 'encerrar' a los personajes en un escenario minúsculo en el que apenas si caben una mesa y unas sillas. En esta caja, o en este ring, es donde se moverán los protagonistas de Espía a una mujer que se mata, un montaje realizado a partir del texto del genio ruso (estrenado por Stanislavski en 1900) en el que vuelve a contar con Ginés García Millán. Natalia Verbeke, Jorge Bosch, Pedro García de las Heras, Malena Gutiérrez, Marina Salas y Susi Sánchez completan el reparto que estará desde este viernes, 27, en el Teatro Valle-Inclán. "Fue un gran proyecto para todos. Por eso he querido volver a revivir parte de esa experiencia", señala Veronese a El Cultural.



No habrá un gran despliegue de vestuario, ni ritmos bucólicos en fríos salones ni "trastos" que nos sitúen en algún lugar de la Rusia rural. Esta versión de Tío Vania va directa, según el director, a algunas cuestiones de orden universal: el amor por la naturaleza y la búsqueda de la verdad a través del arte, entre otras. "Dios, Stanislavski y Genet, desvencijados", señala enigmático Veronese. "Los personajes, en mi versión, están cerca del teatro, por lo tanto conocen a Stanislavski y comienzan a adorar a Genet...".



Montajes encadenados

El director busca en este clásico "la llama del gran autor", las ideas de quien, a diferencia de otros grandes dramaturgos, escribió para las generaciones venideras. "Sus ideas sobre la humanidad, el hombre y sus actos llegan a nuestros días de una manera demoledora". Así es como, continuando con los mismos principios escénicos de Mujeres soñaron caballos, el director hace un guiño a aquel montaje para darle continuidad con el que llega ahora a Madrid: "Al plantearme hacer en Buenos Aires la versión de Chéjov en la misma escenografía, y con la mayoría de los actores de Mujeres..., pensé en la posibilidad de que el actor y la actriz de Iván y Lucera (los mismos actores que harían Serebriakov y Sonia) pudieran empezar Tío Vania en circunstancias similares a como acabaron en Mujeres... Así fue cómo armé esa escena del principio. Lucera terminaba apuntando a Iván en Mujeres... y Sonia comienza apuntando a su padre en Espía a una mujer... La idea era terminar con una obra, que los actores saludaran y continuar con la siguiente".



El desafío de esta puesta en escena recae fundamenalmente en los actores, que tienen que desplegar toda su capacidad interpretativa en un escenario que aparece despojado de todo artificio. "Para ellos -explica Veronese, que ya estrenó el montaje en Madrid en 2007 en la sala Cuarta Pared con otros intérpretes - es una experiencia que los enfrenta a una dificultad que siempre termina siendo grata".



"Están acostumbrados -añade- a tomar como referencia varios elementos, y es lógico, pero cuando prueban a permanecer en escena sin nada, sólo con su expresión, su conexión con los compañeros y con el suceso que transcurre frente a ellos, terminan sintiéndose más libres. No hay actor que no quiera, al menos, ser puesto a prueba en este sentido. Para eso, deben estar inmersos en una maquinaria que los contenga".



Pero no sólo es Veronese el que estos días se atreve con el clásico de Chéjov. También Oriol Tarrasón y la compañía Les Antonietes representan, hasta el 12 de noviembre en el Fernán Gómez, una versión que explora el existencialismo de sus personajes, sus esperanzas y sus sueños para cambiar la realidad que les rodea a través de la ironía, del sarcasmo y de preguntas en torno a la encrucijada de si el hombre debe resignarse o reaccionar ante su tedioso destino. "Tío Vania nos plantea unos personajes enfangados en su lucha por encontrar alguna esperanza donde acogerse -explica Tarrasón, que ya se enfrentó al texo en 2014 en el Lliure con parte del equipo actual-. Cuando se ha visto la cara de la decepción y del agotamiento ya no se tiene demasiadas fuerzas para seguir adelante. El aburrimiento y el absurdo de la vida de unos personajes en la Rusia de comienzos del siglo pasado no nos cae tan lejos en este momento donde parece que los ideales de nuestra sociedad, de un mundo más culto, noble y justo parecen un espejismo".



Santiago Sánchez, Carles Alfaro, Rodolf Sirera y Jerónimo Cornelles han sido otros de los nombres que se han acercado a Tío Vania en los últimos años. Todos ellos, buscando descifrar para el espectador la gran verdad de la obra. Como la que desprende Sonia con sus palabras finales: "¡La alegría vendrá a nosotros y, con una sonrisa, volviendo con emoción la vista a nuestras desdichas presentes... descansaremos!".



@ecolote