Ladi Emeruwa y Naeem Hayat se reparten el papel del monarca danés. Foto: Bronwen Sharp.

El Globe Theatre pretende representar Hamlet en todos y cada uno de los países del mundo. Ese apostolado shakesperiano hace escala en los Teatros del Canal. Dominic Dromgoole, artífice del montaje y director artístico de la institución británica, analiza el pulso escénico y la universalidad del dramaturgo inglés, aspectos sobre los que también reflexiona Ángel-Luis Pujante, uno de los máximos especialistas españoles en su obra.

Los Juegos Olímpicos de Londres, celebrados el verano de 2012, trascendieron el terreno deportivo. La capital inglesa aprovechó aquel escaparate planetario para lucir también músculo artístico con las denominadas Olimpiadas Culturales. El Globe Theatre se sumó a su programación con un curioso proyecto. Un total de 37 compañías de otros tantos países concurrieron sobre sus tablas para representar completo el canon teatral de Shakespeare. Esa babel escénica se expresó en lenguas tan dispares como el maorí, el japonés, el mandarín... Y el español, claro: allí estuvieron los inquietos componentes Rakatá, encargados de cuajar un Enrique VIII loado ("good job") por la crítica británica.



"Este festival fue muy gratificante e inspirador. Pensamos que sería buena idea dar algo a cambio fuera de nuestras fronteras, intentando asentar los vínculos con sus participantes. Así fue cómo surgió esta gira-maratón que tiene como objetivo representar Hamlet en todos y cada uno de los países del mundo", explica a El Cultural Dominic Dromgoole, director artístico del Globe y artífice de esta versión itinerante. El periplo arrancó el 23 de abril de 2014 y finalizará el 23 de abril de 2016, dos fechas que coinciden con sendas efemérides biográficas del bardo: el 450 aniversario de su nacimiento y el cuarto centenario de su muerte. "Es curiosa la perfecta sincronía de Shakespeare para llegar y despedirse del mundo en el mismo día del año", apunta Dromgoole, aunque ya sabemos que casi toda la cronología shakeseperiana (vital y literaria) está sujeta a interminables discusiones: el exhaustivo rastreo de archivos apenas ha despejado fechas incontrovertibles.



Ya han colocado sus picas en casi un centenar de naciones. Ahora hacen escala en España, en los madrileños Teatros del Canal, con cuatro funciones (días 21, 22, 23 y 24) que tienen todo el papel vendido desde hace semanas. Y es que una producción de Hamlet cocinada en el templo ancestral de su autor y en ‘versión original' tiene su morbo. La adaptación de Dromgoole apuesta por la claridad, la sencillez, la austeridad y la legibilidad. Rasgos que la hacen apta para confrontarse con públicos cambiantes y diversos. "El montaje va madurando a medida que viaja. Hamlet es una obra proteica, que puede dar diversas respuestas en función del contexto cultural y social en que se represente. En algunos lugares puede ser un desafío, en otros una iluminación, en otros un consuelo... Hemos usado además una mezcla de las versiones del First Folio [primera compilación de la obra dramática completa de Shakespeare, de 1623] y del First Quarto [edición temprana de la pieza, de 1602]. Esta última es aproximadamente la mitad de extensa que la del Second Quarto [1604]. Eso significa más energía y una narrativa más trepidante y nítida. Mantiene mejor la frescura y permite que cada actor encarne diferentes papeles sin incurrir en confusiones", advierte Dominic Dromgoole.



Hamlet es una obra proteica, que ofrece diversas respuestas en función del contexto: consuelo, iluminación, desafío..." D. Dromgoole

Su intención es exhumar también un ingrediente que suele quedar enterrado al ponerse en escena a Shakespeare: el humor. "Lo puedes encontrar a lo largo de toda su obra. Basta con escuchar sus textos con atención. Hamlet es sin duda la más jocosa de todas sus tragedias. El propio Hamlet es un hombre con gran sentido del humor. Rosencrantz y Guildenstern están ideados con una carga cómica notable y las arias de Polonio son un puyazo satírico en la espalda de un personaje pomposo. Es un texto rezumante de hilaridad en extremo contraste con Macbeth, El rey Lear, Antonio y Cleopatra, mucho más ligeros en sus registros de comedia".



Dromgoole aprecia (y denuncia) una propensión circunspecta en los montajes shakesperianos contemporáneos. "Se tiende a impostar una cierta gravedad. En realidad es una inercia extrapolable al arte en general: se valora más la melancolía y la seriedad. El teatro de la época de Shakespeare era mucho más volátil en los tonos, combinando con naturalidad tragedia y comedia". Esa perspectiva no siempre ha sido del gusto de la crítica de su país, con la que Dromgoole ha tenido sus más y sus menos a lo largo de su andadura al frente del Globe, en el que fue nombrado máximo responsable artístico en 2006.



Desde entonces, asentado en su despacho con ventana sobre el Támesis, intenta mantener el dinamismo de una institución alumbrada gracias al idealista empeño de Sam Wanamaker, cineasta norteamericano enamorado de Shakespeare que se fijó como máximo objetivo existencial recuperar el viejo Globe fundado por Shakespeare y sus colegas de la compañía Chamberlains's Men. Abrió sus puertas en 1599, en el Bankside. Poco después ya era uno de los epicentros de la bullente movida escénica que germinó en la urbe británica en el periodo isabelino. En 1613 sobrevino el desastre: la salva de uno de los cañones de atrezo empleado para una función de Enrique VIII originó un incendió que no tardó en reducir a ceniza todo el edificio, construido a base de madera y paja.



Un año después consiguieron levantarlo de nuevo pero los puritanos lo tenían entre ceja y ceja. En 1642 consiguieron clausurarlo y en 1644 fue demolido. La réplica erigida por Wanamaker y sus asesores, a partir de documentos de fiabilidad discutible (así lo apunta Bill Bryson en su irreverente ensayo sobre el autor de Romeo y Julieta editado por RBA), la inauguró la reina Isabel en 1997. Emplazado a sólo unos 200 metros del original, hoy le disputa su cuota de protagonismo al gigantesco vecino que le da sombra: la Tate Modern. Wanamaker propició su reconstrucción con su habilidad para movilizar fondos de cientos de mecenas. Esa filosofía sigue en el ADN del Globe, algo picado por el escaso apoyo público que recibe en comparación con la Royal Shakespeare Company.



En esta tesitura, no les queda más remedio que ser maestros del fundraising para sostener una actividad que trasciende la producción y se adentra en la investigación. Y en la que topamos con fascinantes aventuras, como la gira mundial que ahora los trae a Madrid. Muy meritorio su apostolado shakesperiano, sí, aunque también hay que decir que cuentan con un valor al alza como embajador.



Así lo reconoce Dromgoole: "No deja de sorprenderme lo relevante, pertinente y poderoso que sigue siendo Shakespeare. En los últimos 20 años ha ganado todavía más presencia, su crecimiento ha sido casi exponencial. Y creo que en los próximos 100 años está garantizada esa progresión: hay un tremendo entusiasmo por él en China y un interés en ascenso en la India". Tomemos nota aquí: nuestro Siglo de Oro merece un espaldarazo exterior. De momento, sólo nos queda sentir envidia sana y degustar este Hamlet en V.O.