Centro de Convenciones y Cultura de Lucerna (KKL), del arquitecto Jean Nouvel, sede principal del festival.

No es mala cosa cumplir 75 años. Tres cuartos de siglo que tiene ya a sus espaldas el Festival de Lucerna, con Salzburgo seguramente el más distinguido, más costoso y más rutilante de los que existen en el mundo; y edición tras edición se viene demostrando. Esta vez se quiere dar realce a esa efeméride a través de una programación como siempre bien urdida que descansa en el recuerdo de la ruptura que supuso el estreno en París de La consagración de la primavera hace un siglo. Ese espíritu es el que nimba el certamen, que se acoge al título ¡Viva la revolución!



Para empezar, la gran obra de un músico nacido hace 200 años y sin duda revolucionario, Richard Wagner: la Tetralogía o Anillo del nibelungo, una magna composición de cuatro óperas que fue terminada entre 1866 y 1872 justamente en Suiza, concretamente en Tribschen, localidad cercana a la sede de la muestra. No se dispone en Lucerna de un teatro apto para desarrollar escénicamente el ciclo, así que se hará en versión de concierto. El inglés Jonathan Nott, al frente de su estupenda Sinfónica de Bamberg, será el que cuide la vertiente orquestal. Podemos esperar acentos justos, transparencia de texturas y equilibrio musical conociendo las características de la limpia batuta.



Las principales partes vocales son encomendadas a cantantes generalmente de cierta fama y crédito, aunque vemos aspectos discutibles, como el de encomendar a la versátil y cambiante Petra Lange el papel de Brünnhilde. Tampoco parece suficientemente aguerrido Torsten Kerl, cuya voz es la de un lírico ancho, para acometer el heroísmo sin límites de Siegfried. Demasiado débil también para Siegmund, Claus Florian Vogt. Albert Dohmen es un honesto Wotan y Mikhail Petrenko un sólido instrumento para Fafner. Pero en Wagner, por qué no, es admisible un acercamiento de menor envergadura dramática. Acordémonos de los preciosismos de Karajan. Junto con la Sociedad Wagneriana de Suiza se preparan igualmente diversos actos conmemorativos.



La Orquesta del Festival, creada por Abbado hace dos décadas, tocará bajo su dirección cinco conciertos con dos programas distintos en los que se dan la mano Brahms, Schönberg, Beethoven, Schubert y Bruckner. El otro conjunto nacido en el mismo seno y orientado hacia la música más moderna, la Lucerne Festival Academy, iba a ser dirigida por su fundador, Pierre Boulez, que, a sus 88 años, reaparecería en el podio para un concierto sobre la base de cantatas revolucionarias. Finalmente no podrá ser debido a una fractura del hombro. Le sustituirá el joven director español Pablo Heras-Casado, que además tiene a su cargo otras dos sesiones de una agrupación que organiza asimismo un sinfín de actividades pedagógicas y que en las primeras escaramuzas aparece presidida por la batuta, competente en música de nuestros días, de David Robertson.



Este año la compositora en residencia es la israelí Chaya Czernowin, presente con varias obras de su catálogo y con dos estrenos, un Concierto para guitarra y otra titulada muy significativamente At the Fringe of our Gaze (En el límite de nuestra mirada), que estará en los atriles de la West Eastern Divan Orchestra que dirige Barenboim. Dentro de la serie titulada Artistes étoiles habrá oportunidad de escuchar tres veces a la pianista Mitsuko Uchida: en un recital, acompañando a la soprano Dorothea Röschmann y con la Orquesta Sinfónica de la Radio Bávara tocando el Concierto n° 4 de Beethoven.



Hay multitud de ofertas en las que la música de hoy o del más inmediato pasado están presentes a cargo de intérpretes especializados. Y, por supuesto, muchas sesiones protagonizadas por las mejores batutas y orquestas, algunas ya nombradas, y con programas generalmente bien planteados: Christian Thielemann con Staatskapelle de Dresde; Mahler Chamber Orchestra con Daniel Harding, Filarmónica de Berlín con Rattle, Filarmónica de Viena con Maazel, la de la Radiodifusión Bávara ya nombrada, junto a Jansons, la del Festival de Budapest con Ivan Fischer, la Sinfónica de Pittsburgh con Honneck, la Filarmónica de San Petersburgo con Temirkanov y la Philharmonie con Salonen (Romeo y Julieta de Berlioz).