Israel Elejalde

La obra, que se estrena este viernes en la sala Cuarta Pared, pretende remover las acomodadas conciencias de los habitantes del Primer Mundo.

Cuando el cómico y dramaturgo neoyorquino Wallace Shawn viajó a varios países del Tercer Mundo, su conciencia se vio repentinamente comprometida por lo que estaba viendo y experimentando: que la miseria de los más desfavorecidos era condición indispensable para el bienestar de su clase. Este fue el germen que generó "La fiebre" y que ahora también ha afectado a la temperatura de Israel Elejalde. El actor madrileño y el director Carlos Aladro adaptan por primera vez el texto al castellano y, juntos, lo llevan a la Cuarta Pared tras haberlo presentado en la anterior edición de Fringe (2012) y lograr el aplauso del público.



Pregunta.- 'La fiebre' es una reflexión sobre las desigualdades entre los países ricos y pobres. ¿Por qué no nos sube la fiebre a todos en occidente como le ocurre al protagonista de la obra?

Respuesta.- En estos momentos le está subiendo unas décimas a una gran parte de la población. Nuestra sociedad (una parte al menos) empieza a darse cuenta de que las enormes diferencias entre ricos y pobres son insostenibles y de que hay que hacer algo para remediarlas. El problema es que la fiebre solo sube cuando el problema nos atañe de forma directa, hasta entonces parecemos insensibilizados. Por otro lado está la cuestión de qué hacer con esa fiebre; cómo convertirla en algo productivo, en algo tangible; cómo conseguir mejorar esta sociedad.



P.- La obra fue escrita en 1991 y ahora la enfermedad de muchos países desarrollados no es solo moral, también es palpable a nivel económico. ¿Cómo cree que afecta esto al sentido de la obra?

R.- La obra es visionaria. El tiempo la ha reforzado, le ha dado vigencia. Parece escrita hoy, pero tiene 23 años. Los problemas son los mismos, siempre han existido, pero ahora nos afectan a más personas y más cerca. "La fiebre" ha dejado de ser una reflexión moral sobre los principios injustos en los que se basa nuestra sociedad, para convertirse en una radiografía de las consecuencias nefastas de permitir que las diferencias entre ricos y pobres sean cada vez más grandes. Hasta ahora en Europa estas diferencias estaban mitigadas por la social democracia. La destrucción de ésta nos lleva a una desigualdad cada vez menos sostenible y es la causa de las tensiones sociales actuales. Ése es el tema de la obra.



P.- ¿No cree que el público que vaya a ver 'La fiebre', se mostrará en gran medida de acuerdo con lo que le han contado y después se irá de cena sin darle muchas más vueltas al asunto? ¿Estamos ya insensibilizados?

R.- Puede que sea así en muchos casos pero quiero creer que en otros no lo será. Con que una sola persona se plantee realmente el asunto yo creeré que ha merecido la pena. Quizás soy un ingenuo, pero no me dedicaría a esto sino lo fuera. El teatro no cambia el mundo, pero uno tiene que hacerlo como si las preguntas que lanza en el escenario tuvieran un poder mágico, de otra manera no tiene sentido. Para vivir en la realidad y decirnos que debemos tener paciencia y resignación ya están los políticos.



P.- ¿Qué opinión le merece Wallace Shawn como autor?

R.- Me parece un autor muy complejo, de una gran maestría en el uso del lenguaje y en el planteamiento de conflictos morales incómodos. Siempre juega al límite. Deberíamos montarlo más, tiene grandes textos.



P.- El apoyo escénico de la violonchelista y actriz Alba Celma es un rasgo distintivo de vuestra puesta en escena. ¿Por qué introducirla y qué piensa que va a aportar?

R.- En la obra se hacen muchas apelaciones a la música, al disfrute y a la belleza que producen las grandes obras de arte en general, pero especialmente la música. Así que a Carlos Aladro (director de la obra) se le ocurrió la posibilidad de contar con una violonchelista. Después encontramos a Alba que además es actriz, y eso nos abrió muchas opciones: la posibilidad de jugar con ella, de convertirla en una especie de conciencia del personaje, de elemento instigador. De esta manera la obra por momentos se convierte más en un diálogo que en un soliloquio. Creo que el texto respira mejor de esta forma.





P.- Le hemos podido ver en el vídeo promocional bailando. ¿Qué tal la experiencia?

R.- Como habrá podido ver no soy Nacho Duato. Sinceramente no es lo mío, pero esta profesión te hace enfrentarte continuamente con tus dificultades, así que juego con ello, me divierto. No es la primera vez que me toca y no será la última.



P.- Han utilizado el crowdfunding para financiar parte del proyecto ¿Como ha funcionado la iniciativa?

R.- Pues la verdad es que funcionó muy bien. No solo porque conseguí la pequeña financiación que pedía, si no porque de esta forma el público se vinculó al espectáculo de una manera más personal.



P.- ¿Qué le parecen estás herramientas de mecenazgo popular?

R.- Me parecen bien aunque el crowdfunding es una solución desesperada ante la falta casi absoluta de ayudas de cualquier tipo. El modelo anterior se ha terminado. ¿Qué nos han ofrecido a cambio? Nada, el desierto. Así que nos buscamos la vida como podemos. Ahora bien, espero que en un futuro este recurso no sea tan masivo como ahora. Esto significará que a alguien con un mínimo de inteligencia se le ha ocurrido desbloquear el problema de la financiación de la cultura.



P.- ¿Cómo afronta la puesta en escena de su primer monólogo?

R.- Con ilusión y con miedo. Hacer un monólogo es muy duro. Es como la soledad en la vida: puede que uno saque cosas fructíferas de ella pero desgasta. Es un de los retos más difíciles de mi carrera.



P.- Presentaron la obra en el pasado Fringe, ¿cómo fue la reacción del público?

R.- Pues quedamos muy contentos y por eso lo reponemos. Me he encontrado con bastante gente que me decía que lo habían visto y que tenía que volver a hacerlo, que querían leer el texto, que era una reflexión necesaria y, como dice el personaje, "bien, bueno, vale...y aquí estoy".