Image: Una jornada laboral con Jan Fabre

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Escenarios

Una jornada laboral con Jan Fabre

1 febrero, 2013 01:00

Un momento de Esto es teatro como era de esperar y prever.

Jan Fabre vuelve a revolucionar los escenarios. Con su habitual mezcla de arte y dramaturgia, el artista belga lleva mañana al Teatro Central de Sevilla y el miércoles al Alhambra de Granada 'Esto es teatro como era de esperar y prever' y 'El poder de la locura teatral', respectivamente, dos auténticos manifiestos de su sentir estético. El Cultural desentraña las claves de tan extravagantes obras de la mano de su creador.

Si el teatro de Jan Fabre (Amberes, 1958) tuviera la misma repercusión mediática que sus polémicas e impactantes instalaciones artísticas los responsables del Teatro Central de Sevilla deberían ir pensando en acordonar la zona mañana, cuando presente a partir de las doce de la noche y hasta las ocho de la mañana, C'est du théatre comme c'etait à esperer et à prevoir (Esto es teatro como era de esperar y prever).

Se trata de una de sus piezas fundacionales, así considerada por los investigadores teatrales, el manifiesto artístico de uno de los profetas del arte de la performance y uno de los mayores exponentes del teatro posdramático. Aquellos que no tengan tiempo o ánimo para disfrutar de las ocho horas que dura la pieza, tienen la opción de acudir el próximo 6 de febrero al Teatro Alhambra de Granada, donde la compañía de Fabre, Troubleyn, representará Le pouvoir des folies theatrale (El poder de la locura teatral), de cuatro horas y media, y continuación de C'est du théatre...

"Estos dos trabajos contienen, sin duda, la base de mi pensamiento y de mi práctica teatral", afirma Jan Fabre en una entrevista concedida a El Cultural. "Y ahora he querido formar un elenco de actores jóvenes para enseñarles el vocabulario físico de mi trabajo teatral (un viaje de la acción a la representación) a través de la reconstrucción de C'est du théatre... y Le pouvoir... Es importante saber que estructura, timing, música y acción no han sido modificados. Es una reconstrucción real".

Ya el título de C'est du théatre... da pistas al espectador sobre las intenciones de Fabre: hacer temblar los fundamentos clásicos del teatro. El espectador no va a encontrar una ficción representada, sino que, a lo largo de ocho horas, los actores repiten una serie de gestos hasta su extenuación física (se visten y se desvisten, echan yogur por el suelo, vacían sacos de arena...).

Libertad en las butacas

El público no está obligado a permanecer sentado, sino que puede moverse libremente por el teatro, ir al bar, charlar, observar los acontecimientos del escenario, hacer lo que mejor le parezca. Por su parte, Le pouvoir... es un intento de escribir la historia del teatro y tiene el interés de mostrar el valor que Fabre presta a la tradición artística, que es mucho. Revela el momento en el que la historia del teatro se erige como una historia de la ilusión, que el director sitúa en el estreno, en 1876, de El anillo del Nibelungo de Wagner. Hasta hoy, cuando el teatro de la ilusión ha llegado a su término. En el telón de fondo del escenario se proyectan unas pinturas de Miguel Angel, Ingres, David, Fragonard... pinturas que evocan más el teatro que la vida real, porque representan acontecimientos heroicos o mitológicos. Los actores, por grupos, interpretan acciones que se repiten hasta el cansancio. Hay unos cuantos que corren por la escena gritando ciudades, nombres (Peter Brook, Heiner Müller, Robert Wilson). Y hay una actriz que intenta subir al escenario pero constantemente se le impide alcanzarlo. Está ambientado musicalmente con temas de Wagner, de R. Strauss, de Bizet y música minimalista de Wim Mertens.

Pero, ¿por qué después de 30 años Fabre ha sentido la necesidad de retomar estos espectáculos?: "Con el paso del tiempo muchos productores internacionales me han pedido retomarlos. Yo siempre he dicho que no porque pensaba que el mito que los envuelve es más grande que lo que son realmente. De todas formas, la razón fundamental para reconstruirlos es un proyecto de teatro en el que comencé a trabajar hace dos años: un espectáculo de 24 horas llamado Monte Olimpus. Para este proyecto invitaré a algunos de los actores más importantes, pertenecen a cuatro generaciones, que han trabajado conmigo desde los comienzos a hoy. Gente como Els Ceukelier, Mark Van Overmeir, Dirk Roofthooft, Ivana Jozic, Annabelle Chambon, Cédric Charron. Artistas que llegaron a ser un verdadero medium de mi teatro, que encarnaron mis ideas sobre el teatro".

Cuando Fabre recupera estas piezas "antiguas", podríamos pensar que sus ideas artísticas no han experimentado una evolución o una deriva esencial en estos treinta años. "La reconstrucción de estas dos obras comenzó hace un año. Debo confesar que me sorprendió su estreno en Viena, el pasado verano en el Burgtheatre. Nunca imaginé que, después de todo este tiempo, los dos espectáculos seguirían siendo tan fuertes, tan impactantes. Yo adoro su radicalidad, su sinceridad y su simplicidad. Ahora siento que estos dos trabajos me inspirarán en futuras creaciones. Porque entiendo mis obras como un libro que está escrito, con nuevos capítulos, erratas, tachones... y por esa razón a veces vuelvo a mi viejos trabajos buscando inspiración para los nuevos", se explica.

-¿Hablan estas piezas del final del teatro entendido como un artificio, como una evasión?
-Ambas piezas son trabajos escénicos que investigan sobre la artificialidad y la verdad. Por ejemplo, en la de ocho horas yo fui uno de los primeros artistas en introducir en el teatro el código tiempo real/tiempo-esfuerzo/ tiempo-cansancio, elementos propios de la performance. La inspiración visual de estas creaciones proceden del arte visual de los últimos 50 años. Hay muchas referencias al trabajo de Marcel Broodthaers, Jannis Kounelis, Marina Abramovic y Ben d'Armagnac. A través de mi propio arte y de mi experiencia introduje elementos de la performance en el teatro. La pieza Le pouvoir... enfrenta la iconografía del cuerpo humano, tal y como los muestra la pintura y el teatro clásico, con el cuerpo expuesto al tiempo y a la repetición (de acciones o movimientos). El contexto cambia y esto nos lleva a un movimiento que va de la artificialidad a la verdad.

-¿No cree que el tiempo de la performance se ha agotado?
-En los últimos años he hecho varios solos. Busco experiencias límite con mis actores y bailarines durante la creación de trabajos teatrales. Yo sigo creyendo todavía en la performance como una manera de perforarse a uno mismo. Y todavía me gusta el medio porque hoy se puede vender y por que cada vez que la hago es la primera vez.

-Hay que decir cosas importantes para hacer un espectáculo de ocho horas, ¿no cree?
-El tiempo es un elemento esencial en la arquitectura de estas dos piezas, un piedra fundamental para su construcción. C'est du théatre... está construido con acciones performativas cotidianas. Es una metáfora de un día de trabajo y esa es la razón por la que dura ocho horas. A través del tiempo y de la repetición lo que se cuenta se desplaza y cambia.

-Creo que ha vendido muy bien las piezas que presentó en la última edición de la Bienal de Venecia, pero me pregunto si esas obras podrían entenderse sin conocer antes el significado de la Piedad de Miguel Ángel.
-La instalación completa fue adquirida por un coleccionista belga. El argumento de esta instalación fue el cerebro humano. Además, la reinterpretación de la Piedad fue para mí una especie de cerebro humano. El rostro de María con la calavera está inspirado en las pinturas clásicas flamencas, es la imagen de una madre que se sacrifica por su hijo. Cada cerebro de la instalación se refiere a una religión. Quise reunir a Jesús, Mohammed, Buda en el mismo universo, donde todas las religiones estás juntas y se influencian mutuamente. Es como cuando digo a mi compañía: "El cerebro es la parte más sexi del cuerpo. Si no hay imaginación no hay erección".

-Lo que quiero decir es que su arte es difícil de comprender si antes no conocemos la tradición, sus referentes, lo que le inspira.
-Tanto para el espectador como para el artista es esencial entender que la vanguardia auténtica está enraizada en la tradición.

De Epidauro a EEUU

-Antes hablaba de que ya trabaja en una obra titulada Mount Olimpus, de un día entero de duración. ¿Pretende imitar a los griegos cuando iban a Epidauro a pasar varias jornadas viendo tragedias?
-Mount Olimpus es una pieza de 24 horas que montaré junto con el dramaturgo y actor Hans-Thies Lehmann. Y, sí, es un paseo teatral inspirado en la herencia de la mitología griega, en la tragedias griegas y en obras de Sater [autor y poeta norteamericano]. Juntos construiremos en el escenario un paisaje de ensueño, con actores dormidos y despiertos que soñarán e interpretarán sus utopías, sueños y visiones. Esto exige investigar sobre el significado de la catarsis en nuestros días y no desde un punto de vista psicológico. Se trata de que esta catarsis cree un cambio físico.

Gigantes y cerebros

Dos años de trabajo le ha costado a Jan Fabre hacer la exposición Gisants (Yacentes), que inaugurará el 28 de febrero en la galería Daniel Templon de París. La muestra se abre con dos figuras esculpidas en mármol de Carrara (como ya hizo con su célebre Pietá que presentó en la Bienal de Venecia), acompañados por esculturas de cerebros habitados por insectos y plantas. Estos trabajos son un homenaje a dos personajes cuyos descubrimientos iluminaron el siglo XX: la neuroanatomista americana Elizabeth Caroline Crosby (1918-1983) y el biólogo y zoólogo austríaco Konrad Lorenz (1903-1989). Los dos científicos, dice Fabre, "han inspirado mis ideas artísticas". El artista belga ha cultivado a fondo la entomología y la investigación del cuerpo humano, pasiones que están presentes en sus trabajos escénicos y artísticos.