R. Prieto, C. Chamarro, V. Ndongo, N. Hernández, J. Gil, R. Valls, E. Soto y O. de la Fuente. Foto: Alberto Nevado



"El figurón es un antihéroe, más propio de un realismo sucio que de una ficción muy estilizada. Es la consecuencia de la pérdida del mito. En un mundo que se ha quedado sin mitos, aparece el figurón y, como un ídolo con pies de barro, usurpa su lugar. Es la personificación de la mediocridad que se cree poética, el bardo de los malos tiempos. Se me ocurren unos cuantos personajes públicos de los que se podría contar la misma historia". Con estas palabras el director Carles Alfaro presenta a El Cultural El lindo don Diego, que estrena el 23 de febrero en el Teatro Pavón.



La obra de Agustín Moreto (Madrid, 1618- Toledo, 1669, cronológicamente el último de los dramaturgos del teatro barroco español) pertenece a las llamadas ‘comedias de figurón', un género en el que la trama gira en torno a un personaje tan desmedido y obsesionado por sí mismo que pierde la noción de la realidad. "Esta actitud -explica Joaquín Hinojosa, autor de la versión- no es esencialmente distinta de la de un personaje trágico. En otro terreno teatral nos llevaría a la tragedia pero la misma actitud, llevada hasta extremos ridículos y absurdos, como es el caso de los grandes personajes de Molière y aquí el de Don Diego, se convierte en el eje de una serie de enredos y contraenredos característicos de la comedia barroca española. Éste es uno de sus ejemplos más acabados".



Escrita entre 1654 y 1662, El lindo Don Diego recoge elementos de nuestra tradición teatral revitalizándolos y dándoles un nuevo impulso acorde con la sensibilidad del público al que se dirige. Víctima de la vanidad, el comportamiento presuntuoso, grosero y desordenado del personaje crea un entorno caótico que le permite dinamizar el pulso dramático. La obra salta a la actualidad de nuestros días al denunciar la búsqueda exacerbada del provecho propio y la ambición desmesurada.



"Es el relato de una desconexión con la realidad -matiza Alfaro-. Don Diego, cual antiquijote, consciente o inconscientemente, ha creado una realidad antagonista a la del resto de personajes de la obra que le es extremadamente halagüeña, una realidad en la que su belleza hiere y su capacidad de seducción no tiene límites". Moreto, autor también de obras como El desdén con el desdén o El poder de la amistad, fue uno de los autores más destacados de una generación de dramaturgos que comienza a escribir cuando Calderón ya ha producido sus grandes piezas: "La construcción rigurosa de la arquitectura teatral, el gusto por la caricatura y el lenguaje gongorino acompañaron a Moreto en su carrera dramática. Fueron los únicos excesos que se permitió un hombre sencillo que pidió ser enterrado en el cementerio de los pobres", explica Hinojosa.