José Pascual dirige a las actrices Magüi Mira y Ana Wagener durante un ensayo de La anarquista en el Teatro Español de madrid. Foto: Sergio Enríquez-Nistal.

La última obra del irreverente David Mamet se estrena a la vez en el Teatro Español de Madrid y el John Golden Theater de Nueva York el martes. En 'La anarquista' una alcaide (Ana Wagener) debe decidir sobre la libertad de una terrorista (Magüi Mira). José Pascual dirige un demoledor diálogo sobre el arrepentimiento ideológico.

No hay muchos estrenos de teatro que generen tanta expectación mediática como los de David Mamet (Chicago, 1947). Su último texto, La anarquista, se presenta en Nueva York (John Golden Theater) y en Madrid (Teatro Español) simultáneamente el 4 de diciembre. Dos actrices, dos sillas, unos cuantos focos y un texto. A Mamet no le va el barullo. Entiende que indagar en el comportamiento humano y en sus interioridades no exige mucha tramoya. Sólo buenos actores, tutelados por un director que no pretenda lucirse a costa del texto.



En la producción madrileña las actrices son Ana Wagener y Magüi Mira, dirigidas por José Pascual que también firma la versión en castellano. En Nueva York, Debra Winger y Patti LuPone, que han contado con el mismísimo Mamet en la dirección para dar vida, respectivamente, a una funcionaria de prisiones y a una reclusa. La primera debe evaluar a la segunda y decidir si le concede la libertad condicional después de más de 35 años entre rejas por un robo con asesinato en nombre de una organización política de signo anarquista. Winger/Wagener tendrá que decidir si reintegra a la sociedad a LuPone/Mira. Pero ¿cómo se puede verificar que una persona se ha arrepentido de sus ideas y ya no es un peligro para el Estado?, ¿cómo se evalúa a un converso? Éste parece ser el meollo de la nueva entrega del dramaturgo norteamericano.



La reclusa mantiene que su encarcelamiento es únicamente un acto político: "Si el crimen hubiera sido un robo con asesinato y no algo político, ya habría sido liberada por buena conducta". Pero en la época de su arresto alegó ideas anarquistas para su defensa ante la jurisdicción de una Corte cuya autoridad no reconocía. "En mi juicio la Corte me denunció como una mera asesina y encontró mis declaraciones políticas sin peso. Acate pues la decisión de la Corte y libéreme", exige Mira/LuPone a Wagener/Winger.



El texto puede encontrar en nuestro país resonancias poderosas con el historial de presos por actos terroristas. Pero además, la pieza tiene otras imbricaciones que difícilmente podemos conocer antes de su estreno. El agente literario de Mamet se ha negado a difundir el texto, quiere tenerlo bien controlado antes de cerrar acuerdos con las editoriales interesadas en publicarlo.



Como ha hecho en muchas de sus películas, relatos y obras de teatro, Mamet se ha servido de sucesos reales para plantear dilemas morales o políticos. En este caso cuenta que La anarquista tiene su origen en la mañana de los trágicos atentados del 11-S, antes de que ocurrieran. Una entrevista a Bill Ayers en el periódico perturbó su desayuno aquel día. Ayers fue en los años 70 líder del movimiento Weathermen, que se dio a conocer por sus sabotajes, atentados con bombas y otros actos criminales, como el robo de una camión blindado en el que murieron dos personas. Por aquel episodio Kathy Boudin cumplió 22 años en prisión hasta que obtuvo la libertad condicional, mientras que a Judith Clark, otro miembro del grupo, le fue denegada. En el momento de la entrevista, Ayers era un honorable profesor de universidad ya retirado. Le preguntaban si volvería a hacer lo que hizo: "No quiero descartar esa posibilidad", fue su respuesta. Dos horas después de que Mamet leyera esta entrevista ocurrieron los atentados contra el World Trade Center de Nueva York. "Estos asuntos estaban en mi mente cuando me senté a escribir La anarquista", recordaría tiempo después el autor.



José Pascual entró en el universo del autor con Noviembre, protagonizada por Santiago Ramos, una farsa política en torno a un desastrado gabinete de un presidente de gobierno que la mayoría de los medios identificó con Bush. Sin embargo, el director reconoce que "La anarquista es otra cosa bien distinta a Noviembre, en tanto que sigue el clásico esquema de Mamet: diálogo, diálogo, diálogo mientras se va desarrollando un conflicto. Es una conversación en tiempo real, muy sencilla en su planteamiento pero muy exigente para las actrices, que tienen únicamente el texto y el subtexto como apoyo".



Es una obra realista, con momentos de lirismo, que obliga a las actrices a memorizar un endemoniado texto en el que Mamet da una de cal y otra de arena a los argumentos que cada personaje esgrime. La actriz Ana Wagener considera que la obra "es un reto interpretativo, que obliga a deducir, a adivinar, a elegir... Es un autor que no juzga ni las situaciones ni a los personajes. En cada verdad esconde una mentira y viceversa. Cualquier actor que se enfrente a un Mamet tiene que respetar su particular partitura. Hay veces que requiere casi una labor de investigación en la psicología del personaje, para descubrir detalles nuevos, pistas que expliquen su comportamiento".



Magüi Mira, que hace un paréntesis en su carrera como directora -acaba de estrenar ¡Ay, Carmela! en San Petersburgo- para volver a la interpretación, encuentra que su personaje le ha hecho "ver y comprender lo difícil que es ser capaz de perdonar de un modo honesto, pues no hay cárcel capaz de aniquilar la libertad que uno se concede a sí mismo. Ser consecuente en la vida es un arte".



Que Mamet nos sirva una obra sobre el arrepentimiento tiene toda lógica, si tenemos en cuenta su conversión ideológica: hace un lustro puso en tela de juicio los ideales progresistas que había venido defendiendo a favor de posiciones conservadoras en Estados Unidos. El año pasado publicó The Secret Knowledge: On the Dismantling of American Culture, ensayo en el que explica, a través de sus múltiples lecturas, su viaje político, cultural y también religioso. En el libro celebra su herencia asquenazí y habla con escepticismo de los conflictos religiosos y raciales abordados en obras anteriores.



"Mamet ha evolucionado como autor", explica Pascual, "ahora se mueve en un terreno más personal, interesado por cuestiones ideológicas, políticas y sobre todo religiosas, que están muy presentes en La anarquista. No le interesa repetir fórmulas que le han dado tanto éxito (Búfalo americano, Oleanna y Glengarry Glen Ross) y quizá por ello sus últimas piezas son más discutibles pero también más arriesgadas".



Esta producción del Teatro Español materializa la aspiración que Natalio Grueso, director de los teatros municipales madrileños, anunció en su programa: ofrecer lo mejor de la escena internacional en Madrid. Y no está nada mal disfrutar del Mamet más reciente a la par que los neoyorquinos.