Elena Córdoba y Carlos Marquerie

Carlos Marquerie y Elena Córdoba son dos históricos de la escena "marginal" madrileña. Escena Contemporánea reúne varios trabajos de estos artistas que son pareja en la vida real.

Esta XI edición del Festival Escena Contemporánea de Madrid está dando protagonismo a artistas españoles que desde sus inicios llevan "viviendo" en el territorio fronterizo del teatro (que diría Sanchis Sinisterra). Carlos Marquerie, director, autor, pintor y escenógrafo, iluminador, fotógrafo... ocupa un lugar destacado en "los intersticios de la cultura madrileña", como dice él. Pareja desde hace dos décadas de la coreógrafa y bailarina Elena Córdoba, se ha mantenido fiel a los escenarios "marginales" por convicción, por una idea del arte y de la ética del artista que Marquerie ha tenido ocasión precisamente de exponer esta semana en el Festival: "Aislado económicamente de los flujos del dinero de la cultura, aislado de los estados de opinión y aislado del mercado. Me guste o no me guste, hoy inevitablemente el artista se relaciona y debe relacionarse con el mercado, aceptando sus reglas, transformándolas u oponiéndose. Pero necesita posicionarse". Y él toma partido por un arte que no sea entretenimiento, "porque ante la cultura del entretenimiento me aparece ese miedo a la extinción del arte profundo, el único que para mi tiene sentido".



"El teatro nunca me gustó".

Marquerie era estudiante de Bellas Artes en los 70 y, recuerda, "que nunca el teatro me gustó", pero entonces vio que de su mano podía combatir el tedio del artista que trabaja en soledad. Fundó La Tartana, grupo pionero del teatro de calle y de marionetas para adultos y espectáculos como Rey Lear o Medeamaterial, de Müller. Luego, con Juan Muñoz, abrió la sala Pradillo, donde entró en contacto con Elena Córdoba, con Antonio Fernández Lera y con un desconocido Rodrigo García, con el que hoy suele colaborar habitualmente como iluminador.



Ningún terreno de la escena ha amedrentado a Marquerie, ni siquiera la escritura: "Comencé a escribir porque me di cuenta que cuando utilizaba las palabras de otro, siempre las traicionaba". Una escritura poética, ligada a sus vivencias, que cobra fuerza cuando en 1996 funda la Compañía Lucas Cranach, con la que inicia un trabajo más personal y cuyo nombre ya anticipa sus fuertes raíces estéticas. Es cuando escribe y dirige El rey de los animales es idiota y tres montajes inspirados en La violación de Lucrecia.



Excluido de las ternas.

Es curioso, sin embargo, que Marquerie no suela aparecer en las ternas de autores del teatro textual, quizá debido a su celo por contemplar todos los elementos que intervienen en el escenario (sonidos, música, imágenes...). Él defiende que el teatro se escribe desde la escena y se posiciona como un artista minoritario: "Sé que el teatro que yo hago interesa a muy poca gente", y lo dice consciente de que es "en la continuidad y en la resistencia donde tiene sentido el trabajo del artista o al menos el mío" y porque "el fin último de mi trabajo está en cada espectador y en aquello que la obra deja en el tiempo, en su memoria".



En los 90, con un espectáculo que tiene su eco en el circuito alternativo, El hundimiento del Titanic, comienza la colaboración de Carlos y Elena, siempre el primero como diseñador del espacio e iluminador. El hecho de que sean también pareja, con hijos, con los que viven en el campo, les lleva inevitablemente a "una contaminación artística e intelectual", explica Elena. Es interesante la instalación de Carlos en Espacio Menos Uno, El lecho de los manantiales, declaración de amor a Elena en la que una caja con arena recoge la huella de sus cuerpos y hermosos dibujos recuerdan algunos "episodios" de su vida en común.



Elena anda inmersa en un ambicioso y original trabajo que ha titulado Anatomía Poética, lo que le está llevando a recorrer los Museos de Anatomía de Europa. En 2008, junto a la cineasta Silvya Calle, comenzó a visitar los de París, Lyon, Nápoles y Coimbra, para realizar pequeños documentales "sobre lo que contienen pero también lo que nos cuenta la gente que los cuida". Hace dos años presentaron su primer trabajo, y ahora la continuidad."Lo que me interesa es conocer cómo se ha acercado el hombre, a lo largo de la historia, al interior del cuerpo humano. Hemos tenido ocasión de ver muchos dibujos y grabados, tallas que parecen personas vivas que te enseñan su interior, materiales que muestran al anatomista no sólo como un estudioso de los órganos, también como alguien animado por la búsqueda del alma".



Este trabajo, que ha titulado Los museos del silencio (se muestra en el Reina Sofía, días 13 y 16), se complementa con su espectáculo Expulsadas del paraíso (en la Cuarta Pared, del 17 al 19) y la performance El amor y la herida (Colegio de médicos, día 16) . "Expulsadas es una escultura colectiva en la que, a partir del estudio de las caderas de la mujer, abordo el paso del tiempo. Mientras que El amor y la herida es una performance-conversación que mantengo con el cirujano Cristóbal Pera, una especie de consultor médico que me orienta en este proyecto infinito".

Ana Pasadena

Marquerie también tiene algo que ver con El amor y el trabajo, de Ana Pasadena, nombre bajo el que se esconde el proyecto que dirige María Folguera, que no tiene muy claro "si hace teatro, performance, religión o exhibicionismo". Lo que presenta en EC es un trabajo de investigación sobre el conflicto de los cuerpos masculinos que, tutelado por Marquerie, se puso en marcha en la Universidad de Alcalá de Henares. La joven Folguera ha destacado como directora y autora (Mi versión de Africa). En 2008 puso en marcha Ana Pasadena con Hilo debajo del agua. Se presenta mañana, en el Colegio de Médicos.