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El fenómeno de Adolescencia (2025) consiguió que millones de padres se interesaran por lo que les pasaba a sus hijos en plena "edad del pavo". Aunque fuera solo para reafirmar que no lo estaban haciendo tan mal.

La serie, que cuenta la historia de un niño de 13 años acusado de asesinar a cuchilladas a una compañera de clase, agitó el avispero sobre cómo Internet puede impulsar la violencia, el acoso escolar o la misoginia entre los más jóvenes.

Una preocupación que se sustenta en datos, como la última Memoria de la Fiscalía General del Estado y el informe Así somos. El estado de la adolescencia en España, que destacan la carencia de una adecuada relación afectivosexual, el consumo de alcohol y el acceso temprano a la pornografía como algunas de las razones que explican la "alarmante espiral de crecimiento" de las "conductas sexuales virulentas" entre adolescentes.

Sin embargo, ese alarmismo resulta insuficiente sin un contexto que dé voz a los verdaderos protagonistas y explique por qué se producen estos comportamientos.

Para Leticia Dolera (Barcelona, 1981), que estrena este miércoles Pubertat en HBO Max, la construcción de la psicología de un adolescente no solo depende de las redes sociales o la pornografía, aunque sean un factor importante.

De ahí que su nueva serie, concebida en 2019 a la par tras el éxito de Vida perfecta, busque retratar la complejidad de esta etapa "puramente flexible y vulnerable" en la que también tienen mucho peso "la familia, la herencia psicológica, el entorno y en este caso la comunidad", asegura la actriz y directora catalana a El Cultural.

Ambientada en una colla castellera y rodada en catalán, la serie gira en torno a la denuncia, presentada por una menor, de una agresión sexual perpetrada por otros dos adolescentes. Esto sirve como leitmotiv para ir más allá del debate sobre la violencia sexual y el consentimiento, explorando la adultez precoz, las contradicciones adultas, el racismo sistémico, la homofobia interiorizada y la masculinidad tóxica.

Bajo el simbolismo y la fisicidad de esas torres humanas de varios pisos de altura, Dolera va tejiendo el retrato coral de varias generaciones de una comunidad que solo puede sostenerse gracias al entendimiento entre mayores y jóvenes.

Pregunta. En Pubertat retrata una etapa en la que no son ni niños ni adultos, pero están expuestos a demasiadas cosas. ¿Cree que Internet ha acabado con la inocencia de la adolescencia?

Respuesta. La inocencia de la adolescencia no la va a matar Internet, sí que la puede modificar o acortar. Por eso está bien que empecemos a legislar sobre el tema, porque llevamos mucho tiempo dejando que los chavales se informen sobre algo que les importa y les atraviesa a través de las redes sociales.

»Aunque Pubertat no pone solamente el foco en las redes y en la pornografía. La construcción de la psicología de un adolescente no solo depende de eso, aunque sea un factor importante, porque les damos un móvil con acceso a aplicaciones que generan una adicción tremenda. Nos la generan nosotros, imagínate a un chaval en formación. Pero era importante también retratar que son más cosas, la familia tiene mucho peso, la herencia psicológica, el entorno y, en este caso, la comunidad.

P. Muchos padres sienten que educar hoy es más complicado que en generaciones anteriores, sobre todo por la sobreexposición digital. ¿Cree que es así?

R. No soy madre, pero me he documentado muchísimo. De hecho, creo que la infancia no debería sernos ajena o importarnos solo si tenemos hijos. Los jóvenes son responsabilidad de la manada y la manada humana somos todos. Los hijos no son propiedad privada de los padres, no solo los educan los padres.

»Sí que creo que hay un elemento de complejidad mayor porque estamos en un momento de cambio que se estudiará en universidades de antropología. La tecnología ha pasado a formar parte de nuestro día a día de una forma tan intensa que está modificando nuestro cerebro. No por eso tenemos que rendirnos.

»Por eso esta serie sucede en el ámbito Castellar, un ámbito de cultura popular que pone el valor de la colectividad. En estos tiempos donde la tecnología nos lleva a individualizarnos y a separarnos del entorno está guay ser conscientes del poder de la colectividad. No dejamos de ser mamíferos que están en contacto unos con otros.

Fotograma de 'Pubertat'.

P. Una de las cosas que se refleja en la serie es el consumo de porno en menores que, según los estudios, ha aumentado en los últimos años y está llegando al debate legislativo, como en Reino Unido o España, que justo este mes ha aprobado en el Congreso el proyecto de ley de protección a los menores en el entorno digital. ¿Cree que es suficiente?

R. Me parece un mínimo. Los niveles de violencia que existen en la pornografía me parecen atroces. Un menor de edad no debería estar expuesto a algo así. Al contrario, debería tener acceso a una educación sexual saludable, donde no solo se le enseñe a nombrar las partes del cuerpo, sino también a comprender el deseo, el consentimiento, la vulnerabilidad y la importancia de la comunicación.



»Hablar de sexualidad debe ser un espacio para el autoconocimiento, para conocer al otro, y para comprender que el sexo es siempre un intercambio con otra persona, que aunque no siempre sea ultra romántico, sí implica una intimidad. Es fundamental poder hablarles de todo esto y no limitar la educación sexual a discursos de tabú o de capital sexual, como "empodérate vendiendo tu sexo".

Fotograma de 'Pubertat'.

P. Se habla de un fuerte antifeminismo entre las generaciones más jóvenes, sobre todo en los chicos. ¿Qué cree que ha pasado? ¿Qué hemos hecho mal?

R. Entiendo que también forma parte de un aspecto péndulo, ¿no? Durante siglos las mujeres no son escuchadas, no pueden alzar la voz, no pueden reivindicar sus derechos. Entonces salimos todas a la calle y los chicos se sienten atacados y piensan que cuando gritamos que estamos hartas de violencia sexual, les estamos llamando a ellos violadores.

»Sabemos que no es así, pero en tiempos de algoritmo, de TikTok, de trinchera, lo que vende no es el consenso ni el punto medio, sino los extremos, y ahí es muy difícil encontrarse. Pero creo que tenemos muchos espacios para que hombres y mujeres nos encontremos y seamos capaces de ver que en el ámbito de la intimidad ha habido y sigue habiendo relaciones de poder que no son buenas, sobre todo para nosotras, pero tampoco para ellos.



»Desde el feminismo tenemos que plantearnos estrategias y maneras de comunicar, pero esto lo llevamos haciendo siglos. Las trincheras no nos han ayudado y, además, vivimos tan individualizados, el sistema capitalista nos lleva tanto al yo, que también necesitamos sentir que formamos parte de un grupo y si no existe esa identidad al final se busca en el equipo de fútbol o el de la machoesfera.

»Me encantaría que no hubiera charlas de feminismo en el colegio sino que el feminismo formara parte del currículum educativo, no que sea una cosa extra y aparte. Se habla de un montón de cosas que son muy necesarias, pero que se quedan en sacar el vídeo que se hará viral en el Congreso, y todavía no se ha abierto realmente un pacto por la Educación renovado y con mirada igualitaria.

P. Una de las cosas que más se ha criticado a la serie Adolescencia es la criminalización de esta etapa vital. En cambio en Pubertat hay una mirada mucho más luminosa, donde también entran en juego los procesos de justicia reparadora. ¿Por qué quiso mostrarlo así y por qué le interesaba retratar estos procesos?

R. Precisamente creo que desde la ficción es donde puedes humanizar al otro. A mí me interesaba mucho no mirarnos desde la trinchera unos a otros, sino desde lo humano y desde que todos formamos parte de la misma comunidad.



»Cuando alguien agrede, y hay muchos tipos y niveles de agresión, no es un ser extraño que viene de otro planeta. Es tu hijo, tu hermano, tu padre, tu primo, tu amigo, son gente a la que quieres. La política de la cancelación en Twitter es una cosa, pero la vida real es otra. Es mucho más compleja y tiene muchos más grises.