El actor Héctor Alterio ha fallecido este sábado a los 96 años, según ha informado su familia en un comunicado.
"Queridos amigos y compañeros, con profundo dolor queremos comunicaros que hoy, 13 de diciembre por la mañana, nos ha dejado Héctor Alterio. Se fue en paz después de una vida larga y plena dedicada a su familia y al arte, estando activo profesionalmente hasta el día de hoy. Descanse en paz", dice la nota.
Jesús Cimarro, productor de su último espectáculo, Una pequeña historia, declara: "Se va, nos deja uno de nuestros grandes intérpretes de la escena española y argentina. Tuve el honor de ser su productor en numerosas producciones. Buen viaje, querido Héctor", declara el propietario de Pentación Espectáculos en un comunicado.
Desde que debutó en 1948 con la obra Prohibido suicidarse en primavera, de Alejandro Casona, no había nada que hiciera a Héctor Alterio bajarse de los escenarios. “El teatro todavía me produce una insaciable curiosidad, y mientras ésta siga viva yo sigo adelante”, confesó en una ocasión a El Cultural.
Tal era su amor por la interpretación, que sus dos únicos hijos, Ernesto y Malena (Goya a la Mejor Actriz Protagonista por Que nadie duerma), fruto de su matrimonio con Ángela Bacaicoa, acabaron siguiendo sus pasos.
Héctor Alterio en el espectáculo 'Como hace 3.000 años', donde reivindicaba al poeta León Felipe.
A los 96 años, era todavía un entusiasta de las tablas capaz de recorrer el litoral de nuestro país con las giras de Como hace 3000 años, en homenaje al poeta español León Felipe, o Una pequeña historia, pieza autobiográfica donde revivía su exilio.
Si acaso,como buen argentino, únicamente el fútbol se interponía a veces entre su vocación y él. ¿Cambiaría un buen partido por un mal guion?, le preguntó Javier López Rejas, periodista de esta casa, en una ocasión. “Sí –contestó él–, y si ese partido lo juega el Real Madrid, mejor”.
Poseedor de un gran sentido del humor y una particular sensibilidad, Héctor Benjamín Alterio Onorato –su nombre completo– nació en Buenos Aires el 21 de septiembre de 1929. Hijo de una familia de inmigrantes napolitanos de clase media baja, tras la prematura muerte de su padre tuvo que empezar a trabajar para colaborar en casa.
Con una vocación temprana por la interpretación, al finalizar sus estudios de Arte Dramático, fundó la compañía Nuevo Teatro –que se mantuvo en activo hasta 1968–. Sin embargo, fue a principios de los 70 cuando su nombre empezó a popularizarse gracias a sus intervenciones cinematográficas.
Para entonces, ya había trabajado con algunos de los principales directores de Argentina como Fernando Ayala (en Argentino hasta la muerte), Héctor Olivera (en La venganza del Beto Sánchez y La Patagonia rebelde) o Leopoldo Torre Nilsson (en El santo de la espada, La mafia y Los siete locos).
Un exilio forzado
“De lo que no puedo olvidarme es de cuando llegamos a España, en el año 74, cuando mi hijo [Ernesto] tenía 4 años”, recordaba Alterio sobre su llegada a nuestro país. “Estábamos en un hostal de la calle Bravo Murillo, y yo le llevaba de la mano por la calle, entonces él me miraba y me decía: ‘Papá, ¿en qué idioma habla esta gente? Yo no los entiendo’”.
Aquel año, Alterio había presentado La tregua, de Sergio Renán, en el Festival de San Sebastián –primera película en la historia de Argentina en ser nominada al Oscar–. Amenazado por la Triple A –Alianza Apostólica Anticomunista, organización terrorista de extrema derecha argentina–, decidió no regresar a su país y establecerse en Madrid junto a su esposa y sus dos hijos.
En nuestro país, Alterio debutó con Carlos Saura en el filme Cría cuervos. Solía contar que en su primera toma estaba tan nervioso que a pesar de tener que hacer de muerto no logró evitar que le temblaran los párpados, invalidando el rodaje en varias ocasiones.
Por suerte, aquello no le impidió continuar trabajando y después llegaron A un dios desconocido de Jaime Chávarri –por la que obtuvo, de hecho, el premio al mejor actor en el Festival de San Sebastián–, El crimen de Cuenca, de Pilar Miró; Asignatura pendiente, de José Luis Garci; o Don Juan en los infiernos y El detective y la muerte, de Gonzalo Suárez.
En 1980 protagonizó junto a Ana Torrent El nido, de Jaime de Armiñán, segunda película en la que el intérprete participaba que lograba una nominación al Óscar como Mejor Película Extranjera.
Visionario a la hora de elegir sus proyectos, aquella proeza se repetiría también con Camila (1984), La historia oficial (1985) –que finalmente obtuvo la estatuilla– y, otro de sus títulos inolvidables, El hijo de la novia, junto a Ricardo Darín y Norma Aleandro.
A lo largo de su vida, Alterio, que en 2004 recibió el Goya de Honor, participó en más de 150 películas, entre las que destacaron, además de las citadas, sus grandes interpretaciones en títulos como Caballos salvajes, Cenizas del paraíso, Plata quemada, Kamchatka, Las huellas borradas, Noviembre, Fumata blanca y El último tren.
Héctor Alterio, Norma Aleandro y Ricardo Darín en 'El hijo de la novia' (Juan José Campanella, 2001)
Pero nunca ocultó su debilidad por el teatro. “Lo que sucede es esto: Hay un señor desconocido, que no he visto en mi vida ni veré jamás. Ese señor sale de su casa, llega a una taquilla, compra una entrada, paga un dinero del cual yo vivo, se sienta en una butaca, pasivamente, y espera a que lo movilicen. Todo ese recorrido de ese señor que es el público, a mí me tiene en vilo”, contaba a El Cultural.
"Pasó la vida tan rápido..."
“Me hace pensar –continuó explicando con pasión– que ese señor tiene que ver un estreno, y yo me tengo que olvidar de las doscientas o trescientas veces que dije lo mismo. Ese juego permanente, esa tensión, esa alerta, ese cuidado, es un desafío constante que me provoca únicamente el teatro, que existe solamente en un escenario”.
Apartado de la pequeña y la gran pantalla desde 2021, en 2025 un breve pero intenso cameo en la serie Su Majestad, protagonizada por Anna Castillo y su propio hijo Ernesto, nos lo trajo de vuelta a la televisión.
En 2023 se despidió de los escenarios argentinos con A Buenos Aires y en sus últimos años, continuó girando en su país de acogida, con uno de sus proyectos más personales, Como hace 3000 años, en el que junto al guitarrista José Luis Merlín regresaba a las tablas para dar vida a los poemas de León Felipe.
Del gran poeta español, otro célebre exiliado, le sedujo, decía, “su aura, la rebeldía que le llevó al exilio, la originalidad con la que encara sus versos y su lenguaje particular. Es muy cáustico por un lado, y muy sincero por otro, su poesía está sembrada de todas sus contradicciones”. Es posible que, sin saberlo, estuviera hablando de sí mismo.
Carismático como pocos, su presencia nunca pasaba desapercibida. “Pasó la vida tan rápido… –dijo en 2019 a El Cultural– Ernesto hoy va a cumplir 50 años y es un actor maravilloso, un hijo que idolatramos mi mujer y yo, junto con Malena, porque nos dan satisfacciones permanentes. Pero esa imagen de Ernesto mirándome desde abajo no se me va nunca y pienso, pero qué rápido pasó. Eso junto con tantas otras cosas. La vida es un parpadeo…”. Y en ese abrir y cerrar de ojos, nadie como él logró que ocurrieran tantas cosas.
