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En 2021, Julia Ducournau (París, 1983) se convirtió en la segunda mujer que ganaba la Palma de Oro en Cannes gracias a Titane, un filme insólito sobre una asesina en serie con una plancha de metal en el cerebro.



Titane mostraba una modernidad hipertecnológica, violenta y monstruosa, espejo del exceso del capitalismo digital global. Alpha, presentada en el último Festival de Cannes con la crítica muy dividida, sigue explorando caminos radicales pero con un tono muy distinto.



Del fulgor y la furia de Titane pasamos a un ambiente sombrío marcado por la relación entre Alpha (Melissa Boros), una niña que roza la adolescencia, y su tío enfermo (Tahar Rahim).

Ambientada a finales de los años 80, en plena crisis del sida, la protagonista se enfrenta no solo al miedo al contagio sino al rechazo de sus compañeros, que la creen portadora del virus.



En una película donde nunca sale el sol, el coming-of-age de Alpha nace del contacto con lo fatal, lo irremediable y el dolor del mundo.

Pregunta. En Alpha, igual que en otros de sus filmes, utiliza referentes griegos. ¿Por qué?



Respuesta. Titane sí era un filme mitológico: sus personajes eran figuras casi míticas que se volvían humanas. En Alpha ocurre lo contrario: no hay figuras mitológicas, sino un retrato de la humanidad desnuda, sin vía de escape, donde lo mejor y lo peor coexisten. La mitología no interviene. El nombre Alpha, sin embargo, sí tiene resonancia griega: pensé en Alfa y Omega. Ella nace en un mundo donde todo muere y representa la promesa de un nuevo ciclo. También pensé en las constelaciones: la primera estrella de cada una se llama Alpha. Y Alpha, para mí, es también un prototipo: podría verse como el origen de Justine, que recorre mis filmes anteriores.



P. El filme refleja con fuerza el ambiente del sida. Yo crecí en esa época y recuerdo el miedo, también entre los niños.



R. Los niños imitaban lo que veían en los adultos, y los adultos lo que el mundo entero mostraba. La discriminación y el miedo goteaban hacia abajo. Alpha tiene algo de cuento infantil, de cómo los niños perciben la realidad. Y aunque se asocie a la adolescencia, creo que el coming-of-age puede ocurrir a cualquier edad: es un punto de inflexión tras un golpe brutal. Aquí lo vemos a través de una niña en un mundo donde todos mueren, donde el futuro no existe. Es chocante ver cómo la sociedad se vuelca contra una cría que creen enferma. Si nos escandaliza en una niña, ¿por qué no nos escandaliza cuando sucede con adultos que necesitan cuidados?



P. En aquellos años se vivía también mucha homofobia y rechazo.



R. Donde hay miedo, hay rechazo; donde hay rechazo, hay odio. En tiempos oscuros, como hoy, reaparecen los instintos más bajos: homofobia, xenofobia, misoginia. Son reflejos ligados al miedo, pero el respeto al otro es lo que debería separarnos de la animalidad. Mucha gente lo olvida cuando hay miedo.

P. ¿Por qué quiso que la familia protagonista fuera árabe?



R. No lo decidí por un motivo concreto. Soy mitad argelina y me resulta natural hablar desde ese lugar. Es una familia que amo y que, pese a la pandemia del filme, sigue viva y comunicándose aunque no compartan idioma. La doble cultura te enseña que no necesitas lenguaje para entender al otro: basta la empatía. Y también te permite asumir que no pertenecer a nada es una libertad enorme para construirse a uno mismo.



P. En el filme los enfermos se petrifican, casi como estatuas. ¿Por qué ese tratamiento visual?



R. La enfermedad no es el sida: se llama DIP219. Los síntomas no son los del sida. Lo que remite al sida es el comportamiento social: el shaming, la exclusión, el abandono. Hablo de la contaminación del miedo, no del virus.

Fotograma de 'Alpha'. Foto: Caramel Films.

P. ¿Encuentra un paralelismo con los miedos actuales?



R. Totalmente. El filme nace de los miedos de hoy que necesitaba purgar. Me resulta imposible crear ficción sobre el presente inmediato: cada día es un nuevo shock y falta distancia. Por eso regresé a la primera vez que sentí que el mundo se derrumbaba bajo mis pies: los años 90. Alpha se alimenta de los miedos contemporáneos.



P. Alpha combina narración clásica con una dimensión poética muy marcada. ¿Cómo trabaja ese equilibrio?



R. Quería que la estructura del filme imitara el tiempo del trauma: no es lineal, es un presente agujereado por resurgencias del pasado y anticipaciones del futuro. Un triángulo pasado-presente-futuro que se repite sin descanso. Esa forma difractada define el filme.

P. En Cannes hubo críticas duras. ¿Cree que le tenían ganas tras la Palma de Oro?



R. Mis filmes siempre han polarizado. No me sorprende. Titane también polarizó antes del palmarés. Y sinceramente, me da completamente igual lo que la gente diga o por qué lo dice. Sé las películas que hago y sé que hacen reaccionar. El arte no está para confortar, sino para cuestionar. Así que, francamente, no me importa.